Somos humanos y los humanos lloran, pero el problema es que cuando alguien echa alguna lagrimita en el trabajo no puede evitar sentirse avergonzado por mostrar su vulnerabilidad en un entorno profesional. Aun así, llorar forma parte de nuestra naturaleza y, si la vida laboral media de un ciudadano es de 36 años, parece que hay muchas posibilidades de que nos toquen vivir situaciones que nos desborden, aunque las lágrimas estén mal vistas.
En el caso de los desencuentros y peleas con los jefes, mientras aguantas lo que el jefe te está diciendo, en vez de dejarte llevar por el llanto intenta trabajar habilidades como la asertividad y el análisis: tus lágrimas podrían estar tapando más frustración y enfado que tristeza. Si sentimos que la tristeza o el enfado nos está desbordando y no podemos gestionarlos correctamente, sería conveniente salir físicamente de esa situación dejando morir la conversación, pidiendo tiempo. Después, con tranquilidad, tocará analizar qué es lo que sucede y por qué hemos acabado llorando.
Además, el 20% de las personas son muy sensibles, lo que significa que piensan y sienten todo profundamente. Décadas de investigación demuestra que la sensibilidad no es una debilidad del carácter. Más bien, el rasgo se asocia con un mayor procesamiento en las áreas del cerebro relacionadas con la emoción, la autoconciencia y la viveza de las experiencias.
La opinión generalmente aceptada sobre llorar en el trabajo es que, bueno, que no debemos hacerlo. No es profesional, incomoda a otras personas y las mujeres en particular parecen débiles cuando lo hacen. Sin embargo, a pesar del estigma, muchos lloran. En un sondeo hecho entre una gran cantidad de empleados de diversas empresas, el 45% de las mujeres y el 9% de los hombres que participaron reconocieron haber llorado en el trabajo. Dado que el llanto es una parte natural de la experiencia humana, no deberíamos sorprendernos de que ocasionalmente ocurra en el lugar de trabajo. Por lo tanto, no sólo debemos aceptar su existencia sino quizás también aprender a usarlo a nuestro favor.
Investigaciones recientes de la Escuela de Administración de Empresas de Harvard han encontrado el secreto para convertir las lágrimas en oro en el lugar de trabajo: hacer que sean una prueba de nuestra pasión profesional, atribuir el llanto a un compromiso personal con el trabajo, a la pasión por el trabajo. “Estoy alterado no porque soy un desastre emocionalmente, sino que lloro porque estoy tan comprometido con esto que me veo afectado emocionalmente cuando no marcha bien”. El jefe podría percibir las lágrimas como nobles, incluso entrañables, en lugar de débiles. Por supuesto, esta estrategia sólo funciona para las lágrimas relacionadas con el trabajo, y a veces la gente llora en el trabajo por razones personales.
Muchas veces, las personas lloran en el trabajo cuando la evaluación de desempeño no salió según lo planeado, su llanto es una reacción de enojo, sobre todo si los trabajadores están bajo mucho estrés y enfrentan tasas récord de agotamiento. Hoy, con la pandemia y el trabajo desde casa, la nueva versión de llorar en el baño de la oficina se ha convertido en apagar el video mientras se recupera la compostura.
Si alguna vez usted ha llorado en el trabajo, entonces sabe que resulta embarazoso. Le preocupa lo que sus colegas piensen de usted o que su arrebato pueda poner en peligro su posición profesional (especialmente si usted es mujer). Entonces, ¿qué hacer para minimizar el impacto del llanto en el trabajo y asegurarse de que no perjudique su reputación?
Replantear el impacto. Llorar en el trabajo no es el fin de la carrera. Las investigaciones muestran que, en general, los demás son más empáticos de lo que imaginas. Una encuesta de más de 2000 ejecutivos sénior descubrieron que el 44% de los directivos ejecutivos creen que llorar está bien de vez en cuando, y otro 30% cree que no tiene ningún efecto negativo en la forma en que se percibe a uno en el trabajo.
Con estos hechos en mente, extienda su compasión. Absténgase de la autocrítica dura y de juicios que solo empeorarán su dolor. Tenga en cuenta que un momento no lo define y que las dificultades son parte de la vida. Las emociones no solo son normales y esperadas en el lugar de trabajo, sino que cuando se aprovechan correctamente, pueden convertirse en una superpotencia. Si bien llorar en el trabajo puede no haber sido su momento de mayor orgullo, sus emociones sirven como una fuente positiva que le ayuda a tomar mejores decisiones y a empatizar con los demás.
Regálese espacio. Cuando sienta ganas de llorar, pida que se detenga la conversación. Tómese algunos minutos para calmarse, salga del lugar en que se encuentra o apague la cámara. Un cambio rápido de escenario y unas cuantas respiraciones profundas hacen maravillas para disipar rápidamente las reacciones emocionales intensificadas. Reconocer su necesidad de espacio y solicitarlo diplomáticamente indica la autogestión y la inteligencia emocional, dos cualidades de liderazgo indispensables que representan el 90% de lo que distingue a los de alto rendimiento.
Abordar el llanto con valor. Su primer instinto puede ser disculparse por ser “demasiado emocional” o por hacer que los demás se sientan incómodos. Evite esto, ya que lo pone en una posición de desventaja, usted no solo está haciendo interpretaciones potencialmente falsas, sino que también se estás disminuyendo. Reconozca su reacción en lugar de intentar ocultarla. Confirme su interés por el trabajo y que por ello ha tenido una reacción emocional. Los empleados que atribuyen sus lágrimas a la pasión son vistos como más competentes y promocionables.
Concéntrese en el seguimiento. Si quiere preservar o recuperar su reputación después de llorar en el trabajo, concéntrate en crear una impresión positiva en su próxima interacción. Haga un esfuerzo adicional en su desempeño, de algo más allá del estándar esperado demuestra que es resistente, capaz y comprometido.
Busque ayuda si la necesita. Llorar en el trabajo de vez en cuando no es anormal. Pero si con regularidad usted se encuentra llorando en la oficina, sería aconsejable buscar el apoyo de un terapeuta. Tómese el tiempo para evaluar si se encuentra o no en el entorno laboral que mejor respalde su crecimiento y bienestar mental.
Fuentes de referencia: El Financiero. Harvard Business Review