Doña Esther se dijo feliz por haber llegado a los más de 100 años, hecho que nunca en su vida imaginó lograr. (FERNANDO COMPEÁN)
A lo largo de su vida, doña Esther Martínez Tonche ha sobrevivido a tres pandemias, ha visto pasar 24 presidentes de México, pero también ha sido madre de 11 hijos, abuela de 36 nietos, bisabuela de 70 y tatarabuela de poco más de 50 tataranietos, y ha acumulado un sinfín de historias. Y en este año se prepara para celebrar sus 108 años de vida.
Aunque no es lagunera de nacimiento, sí lo es por adopción, pues prácticamente toda su vida está en estas tierras que vieron nacer a dos de sus hijos y crecer al resto.
Doña Esther, de 107 años y 11 meses, nació en Zacatecas el 14 de octubre de 1914, según se demostró en su acta de nacimiento, con la que podría convertirse en la mujer más longeva de la Comarca Lagunera.
Esther, José, Roberto, Jesús, Alicia, Antonio, Antonio, María Guadalupe, Juan Manuel, Rodolfo y Salvador, son los hijos que procreó con su esposo José, con quien se casó a la edad de 20 años y con quien cumplió 81 años de feliz matrimonio. Fue en el 2015, que la muerte los separó. Hoy le sobreviven siete de sus hijos, pues sus dos hijos, de nombre Antonio, así como Juan Manuel y Rodolfo, fallecieron por diversas circunstancias.
Fue precisamente su esposo quien la hizo mudarse a la Comarca Lagunera. Sin embargo, recuerda que fue en su niñez que su padre la trajo a Torreón por cuestiones de trabajo, gracias a ello, pudo cursar su segundo año de primaria en la escuela Alfonso Rodríguez, uno de los planteles de mayor antigüedad y tradición de esta ciudad, que en 2017 cumplió su primer centenario.
De ese Torreón que le tocó conocer, recuerda que sus calles aún eran de tierra y solo algunas cuantas, sobre todo del Centro, estaban pavimentadas. No había automóviles, únicamente el tranvía, que era el que más utilizaba la gente de aquella época.
Después de ese tiempo, regresó a su natal Zacatecas, donde pasó gran parte de su vida de adolescente. De aquellos días, "yo era una niña", recuerda que escondían a las muchachas sobre todo para evitar que los revolucionarios comandados por Doroteo Arango, conocido como Pancho Villa, se robaran a las mujeres.
Aunque nunca lo vio con vida, cuenta que sí estuvo en la hacienda en la que vivió con su familia junto con sus cuatro hermanos. Años más tarde, justo en el año de 1923, viajó a la ciudad de Parral, Chihuahua con su abuela, el motivo no lo recordó. Lo que no olvidó fue la imagen de la que fue testigo: Francisco Villa había sido asesinado.
"Quedó con la cabeza para atrás por la ventana. En el carro le pegaron", contó la mujer de más de un centenario de vida, quien aseguró que el hecho no la llenó de miedo. El suceso del que fue testigo, ha pasado por generaciones en su familia.
A LA LAGUNA
Doña Esther compartió que fue por motivos de trabajo que decidieron mudarse a la ciudad de Torreón por los años 50, para establecerse y no viajar más. Fue la colonia Braulio Fernández Aguirre, donde comenzaron una nueva historia.
Una de sus hijas, Esther, la mayor de sus 11 hijos, le ayudó un poco a recordar durante su relato. Ambas compartieron que la pareja de doña Esther y don José dedicaron más de 10 años de su vida a la venta de la conocida fayuca en la colonia Vicente Guerrero. Ambos viajaban al Paso, Texas, para comprar mercancía.
Chamarras, blusas, camisas, y demás, era lo que ofrecía la pareja en este primer espacio de Torreón, en donde se podían encontrar cosas que nadie más ofrecía, al ser traídas "del otro lado".
Después de que los años comenzaron a cobrar factura, la pareja decidió no vender más. Pero don José nunca pudo estar tranquilo, por lo que emprendió un nuevo negocio: vender semillas.
A unas cuantas casas de su vivienda, don José ofrecía las semillas que su amada Esther le preparaba a diario, para que los clientes las degustaran, sobre todo aquellos que salían de las cantinas cercanas.
En una ocasión, recuerda, un joven en estado inconveniente quiso asaltar a su esposo, lo que asustó a doña Esther, quien le pidió que no lo hiciera más, y así lo hizo. Para entonces, don José ya tenía más de 90 años.
Fue hasta los 93 años de vida, que la muerte pudo separarlos.
Doña Esther se dijo feliz por haber llegado a los más de 100 años, hecho que nunca en su vida imaginó lograr. Pero quienes no se han cansado de festejar cada año de su vida son sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, que en conjunto logran sumar más de 100 personas en un recinto.
"Desde los 90 años me están festejando", dijo con emoción la mujer, cuyo caminar es lento pero firme y quien se apoya de un andador para desplazarse a cualquier lugar de su casa.
SOBREVIVIENTE
A lo largo de sus 107 años de vida, Esther ha logrado pasar pandemias como la gripe española (1918-1919), la cual cobró en México miles de vidas, comparables en aquel momento con las que se perdieron en la Revolución. También, las más recientes, como la influenza H1N1, que también puso de "cabeza" no solo al país, sino al mundo entero.
Y las más reciente, el Coronavirus COVID-19, que también ha cobrado miles de vidas en el mundo y que ha mutado y se ha mantenido vigente.
De este virus, doña Esther no pudo escapar, sin embargo salió avante. Y es que únicamente un poco de fiebre y decaimiento la invadió por dos días, para después estar de pie y seguir su vida con normalidad.
Aunque ya cuenta con las vacunas necesarias para reforzar su sistema en contra del virus, Esther no sale de casa y solo pasa los días en compañía de su hija mayor, aunque el resto de su familia sí procura visitarla durante la semana, hecho que la vuelve aún más feliz.
"Cada que pueden todos me visitan, todos me ayudan aunque sea con un plato de comida. Estoy contenta", dijo. Y para celebrar un año más de vida, el número 108, su familia como cada año, le prepara una fiesta, de la que asegura no tener detalle pero que la llena de emoción.