Sobre el periférico Raúl López Sánchez, Gabriel Rico Canela soporta el impacto de los intensos rayos del sol, protegido por una gorra. Su lugar de origen señala en el mapa a la ciudad de Tulancingo, Hidalgo. En ese lugar, junto a sus seis hermanos, Gabriel rescata troncos de mezquites muertos, con el fin de darles otro uso.
Esa madera es moldeada por las manos de estos artesanos. Su corteza es tallada para crear figuras de todo tipo: religiosas, caballos, lobos, entre otras. Con la experiencia desde generaciones atrás, estos hombres ejercen su oficio con maestría artística, la cual produce estas esculturas que se exhiben a modo de galería urbana, sobre una de las vialidades más transitadas de la ciudad.
El artesano expone piezas de todos tamaños; las más grandes pueden llevar un proceso de hasta un mes para su elaboración, mientras que las más pequeñas conllevan un día de trabajo. Tres de los hermanos, incluido Gabriel, se dedican a salir de Tulancingo con sus artesanías, para venderlas en diferentes puntos de la república. El artesano asegura que Coahuila es una buena plaza, pues tiene buena demanda de figuras religiosas.
“Aquí se vende mucho la virgen María, el San Juditas Tadeo, el rostro de Cristo. Básicamente es andar fuera de nuestro pueblo y a andar vendiendo […] Nos dedicamos seis meses a tallar, cuatro a vender y dos a descansar, porque básicamente es muy pesado nuestro trabajo. Es un trabajo mexicano, artesanal”.
Gabriel tiene 16 años ejerciendo este oficio. Lo aprendió gracias a su padre, quien a su vez aprendió de su abuelo. En total, son tres generaciones de su familia las que se han dedicado a perpetuar el oficio. Además, una nueva generación se encuentra en etapa de aprendizaje para heredar la tradición.
“Tengo un hijo de 14 años que ya se está uniendo al trabajo, mis sobrinos también. Básicamente, ya se les está enseñando a ellos a hacer este tipo de trabajo. Y, en nuestro trabajo, podemos hacer cualquier tipo de figura, podemos hacer hasta el rostro de una persona; si nos mandan un retrato, nosotros lo hacemos en madera”.
El artesano acampa en el lugar, comienza su día a temprana hora y labora hasta las siete u ocho de la noche. Entonces, recoge todas sus figuras, las tapa con una lona y se queda a dormir. Menciona que sí renta un cuarto, pero sólo lo usa para sus necesidades básicas. Es la única manera que tiene de cuidar el fruto de su trabajo.
“Hay que aprender el oficio, no tenerle miedo a que es muy pesado. Aunque, de primero sí es pesado, porque la mano no está acostumbrada. Y, después de eso, si alguien quiere aprender, el gusto que va a sentir, el gusto que tenga, también es muy importante. Como le digo, nosotros empezamos por necesidad, ahorita lo hacemos por gusto”.
Se indicó que la gasolina es el elemento clave para que las figuras se puedan conservarse, pues previene que la madera no sea dañada por la polilla. Además, se agrega cera para las figuras de color natural y chapopote para los tonos oscuros.
“Mi sueño es poder demostrarle a la gente lo que se hace con la familia, el tallado que hacemos nosotros. El sueño es poder tener una carpintería, un lugar fijo para no estar a la intemperie, porque aquí pasan muchos carros y me las ensucian mucho”.
(VERÓNICA RIVERA)
