(FOTO: CORTESÍA)
Es la pianista de la Orquesta Sinfónica Nacional de México (OSN). Argentina Durán Fernández responde el enlace desde su departamento en la capital del país, allí la acompañan sus pianos: un Baldwin de tres cuartos de cola, un Yamaha vertical JU109, un teclado Roland y un piano sin sonido que emplea para estudiar mentalmente.
“Me gusta mucho estudiar mentalmente porque voy repasando cada movimiento, cada sonido. A veces vemos que los pianistas tocan muchas notas y se avientan un concierto de media hora, pero imagínate aprendértelo, aprenderte cada una de las notas”.
Durán se prepara para presentarse este fin de semana en el Palacio de Bellas Artes junto a la OSN. El programa indica la interpretación del Concierto en Re Menor de Wolfgang Amadeus Mozart. Además del piano sordo, la pianista suele visitar un parque donde practica con su mente y comienza a mover sus manos.
Ganadora del Concurso Nacional de Piano Angélica Morales, ha colaborado con distintas orquestas del país, incluida la Filarmónica del Desierto de Coahuila, y llevado su música por Estados Unidos, Europa y Asia.
Trayectoria
Nació en Xalapa, la capital de Veracruz, en 1996. Su hermano fue quien la introdujo en el sendero de la música. Argentina comenzó a estudiar el piano con tan sólo siete años de edad. Después entró al Centro de Iniciación Musical Infantil (CIMI), donde tuvo la guía de la maestra española Trinidad Sanchís. Pidió una dispensa de edad para entrar a la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana (UV). Cursó la carrera durante 10 años y luego consiguió una beca para hacer la maestría en el Chicago College of Performing Arts, en Roosvelt University. No obstante, la beca no pudo sostener la colegiatura de la escuela y Argentina regresó a Ciudad de México tras un semestre.
Su objetivo era reunir dinero para terminar sus estudios. Así comenzó a trabajar en la gran ciudad y a apuntarse en un sinfín de audiciones. Dio clases en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBAL, luego en la Facultad de Música de la UNAM (siendo la profesora más joven en dar clases de licenciatura en esa universidad), también impartió cátedra en el Conservatorio Nacional de Música, donde pudo terminar su maestría.
“En ese inter se abrió la audición para ser pianista de la Orquesta Sinfónica Nacional. Vi la oportunidad y dije: ‘Ahorita es cuando’. Entonces, me preparé yo sola. Estuve estudiando mucho e hice dos audiciones y actualmente estoy en la Sinfónica Nacional, que toca en el Palacio de Bellas Artes”.
Durán percibe al piano como si fuese una extensión de su persona. Cada que tiembla en Ciudad de México, su principal preocupación radica en el resguardo de sus instrumentos. El piano es su bien más preciado, convive todo el día con él. En sus peores y mejores momentos acude a ese ser de teclas, se descarga emocionalmente y toca en lo íntimo de su soledad.
“Es mi canal de expresión. Siento que el piano es una extensión de lo que soy, que me permite transmitir lo que hay en mí. A final de cuentas es un instrumento. La música, digamos, no sale del piano, sale de mí, de mi interior, de mi corazón. Lo siento como algo vivo, pero más como una extensión de lo que soy”.
La pianista recuerda sus primeros días en la capital del país, donde sólo tenía un colchón para dormir en Iztapalapa. Eran duras jornadas, tenía que tomar el transporte público desde temprana hora y soportar el frío de la ciudad. El camino ha sido complicado, por eso mismo analiza sus frutos con gratitud.
“Para mí no sólo es tocar en Bellas Artes, que es el gran sueño de todo músico, sino como algo de realización que en este momento digo: ‘Tanto me esforcé, tanto trabajo hubo detrás y ahora lo veo realizado’. Es como ‘al fin lo logré’”.
Para su diálogo con las partituras, Argentina Durán procura nutrirse de historia sobre la vida del compositor en turno. Le resulta vital conocer el contexto del autor para entender su propuesta musical. Cita el ejemplo del Concierto en Re Menor de Mozart, el cual estará ejecutando como solista este viernes y domingo en el Palacio de Bellas Artes.
“Hay que saber que Mozart sólo escribió dos conciertos en tonalidades menores. Todos los demás eran tonalidades mayores, digamos ‘felices’. Es una tonalidad tan intensa, la misma en la que escribió el Réquiem y la ópera Don Giovanni. Entonces, hay que saber que esto era el punto más doloroso de lo que Mozart te puede escribir. Hay que saber qué tienes que transmitir a través de esa música”.