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Las cajas negras del helicóptero que se precipitó a tierra durante el operativo de captura del narcotraficante mexicano Rafael Caro Quintero, accidente en el que murieron 14 marinos, serán analizadas en Estados Unidos por la empresa Sikorsky, fabricante de la aeronave.
Así lo indicó a The Associated Press el contralmirante José Orozco, vocero de la Secretaría de Marina, quien agregó que técnicos de esa dependencia viajarían el viernes a Estados Unidos para participar en el diagnóstico del siniestro junto a personal de la fiscalía federal mexicana y expertos de la compañía fabricante.
Orozco dijo que el registro de los dos últimos minutos de vuelo que tienen las cajas negras será clave a la hora de determinar de manera fehaciente la causa del desplome.
Los primeros datos, todavía preliminares, apuntan a que pudo haber problemas “con el sistema de alimentación de combustible pero no sabemos si es por error humano o falla técnica”, señaló el contralmirante.
Según el militar, se llegó a esta primera hipótesis por “experiencia de pilotos y mensajes que tuvo el helicóptero con la torre de control... pero no hay nada confirmado”.
El helicóptero Black Hawk de la Marina se desplomó el 15 de julio en Los Mochis, Sinaloa, un estado del noroeste de México en la costa del Pacífico, horas después de la captura de Caro Quintero con fines de extradición a Estados Unidos, adonde está acusado de delincuencia organizada y del secuestro y asesinato de un agente de agencia antidrogas estadounidense DEA en 1985.
Según dijo entonces el presidente Andrés Manuel López Obrador, la aeronave estaba encargada de dar seguridad a los efectivos de la Marina y la fiscalía federal que participaron en la detención del capo en un poblado de la sierra de Sinaloa.
Desde el momento del accidente la Marina descartó que pudiera deberse a un ataque. Pero el presidente ordenó una investigación exhaustiva que está siendo coordinada por la Fiscalía General de la República.
Caro Quintero, de 69 años, era uno de los fugitivos más buscados por el FBI desde que en 2013 fue liberado de una cárcel mexicana por un aparente error judicial después pasar casi tres décadas encarcelado por el asesinato del agente de la DEA y de un piloto mexicano.
Fue uno de los fundadores del Cártel de Guadalajara y uno de los principales proveedores de heroína, cocaína y marihuana a Estados Unidos entre las décadas de 1970 y 1980. Desde su liberación había vuelto a los negocios criminales, según las autoridades, y luchaba por el control de territorios estratégicos para el tráfico de drogas en Sonora, estado fronterizo con Arizona.