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Bodegas Rivero González

Hay que buscar siempre el cómo sí, no el por qué no: José Antonio Rivero Larrea

El hombre que entendió al desierto y encontró en Parras un hogar, nos adentra a distintos capítulos de su mundo personal y el de las finanzas

PATRICIO DE LA FUENTE GONZÁLEZ-KARG

Siempre es un gusto estar en Parras, Coahuila. Parras es un orgullo no solamente para Coahuila sino para México y el mundo. Especialmente, a esta entrevista le teníamos muchas ganas porque estamos ante un hombre excepcional por diversos motivos, que nos recibe con una enorme calidez aquí en las Bodegas de Rivero González. Se trata de José Antonio Rivero Larrea, quien es presidente del Consejo de Administración de Grupo Minero Autlán, presidente del Consejo de Administración de las Bodegas Rivero González, entre otras muchas cosas, además de un destacado filántropo que ha hecho más de lo que ustedes imaginan por esta comunidad a la que tanto quiere. Para El Siglo de Torreón es un gusto y un honor el que nos recibas aquí en tu casa. Muchas gracias, José Antonio.

Muchas gracias a ustedes, son bienvenidos al oasis de Coahuila, al oasis de México que es Parras.

Hablando del oasis. Nacemos en un lugar, pero en ocasiones nos convertimos en ciudadanos del mundo, tenemos distintas querencias en algún momento, la vida nos va llevando a diferentes sitios. Tú naces en la Ciudad de México.

Yo nací en la Ciudad de México, me vine a vivir a Parras, Coahuila, cuando tenía 13 años y soy hijo adoptivo de Parras. De hecho, muchos de mis amigos me conocen como “el chilango de Parras”.

Nos contabas antes de la entrevista algo que no sabíamos: a tu papá le ofrecen aquí un trabajo.

Mi papá y su familia habían sido textileros toda la vida. Les fue mal, mi padre entró a trabajar para otras personas y le ofrecen la dirección general de Compañía Industrial de Parras. Eso fue lo que nos trajo a Parras en 1965, le dan la dirección de Compañía Industrial la Estrella, en aquel entonces en una situación económica muy complicada y le toca sacarla adelante. Entonces venimos al municipio, te confieso que para mí fue una sorpresa, no conocía el norte de la República y mi primera reacción fue pensar: mi papá se volvió loco, el desierto está horrible. ¿Por qué nos trae a vivir al desierto? Vivíamos en México, en el Pedregal de San Ángel, íbamos a Los Dinamos, a Toluca, a Guerrero, mi madre es de Mérida, viajábamos mucho a Yucatán, siempre entre vegetación.

Llegamos acá al norte a un lugar complicado desde mi punto de vista, y fue a través del tiempo que empecé a entender el desierto, a entender Parras y me enamoré de Parras.

¿Qué implica entender al desierto? Imagino que necesitas hacer un silencio, una pausa para escucharlo, porque para mí el desierto siempre habla.

Además de eso, el desierto es mucho más rico de lo que pensamos. A la hora que empiezas a apreciar las bondades que tiene toda esta zona, comienzas a darte cuenta que es una riqueza no aprovechada o poco entendida, porque siempre al desierto lo vemos con cierto desprecio, sin embargo es muy rico si sabes ver los frutos que tiene y sacarles provecho. Estamos llenos de dátiles, de muchísimas cosas que tenemos aquí en Parras: los nogales, la viña, entre otras cosas, los higos, membrillos, duraznos, las peras, muchísimos frutales que se dan muy bien. Lo que tiene Parras, que es excepcional, es el clima.

Es lo que comentábamos hace rato, que estamos en la gloria.

Y así es prácticamente todo el año. Puedes jugar golf en diciembre, hace frío, pero no hace un frío que no te permita salir a caminar al campo o hacer algún deporte, bicicleta, caminar, en fin. En verano baja la temperatura a diecisiete grados, duermes con cobija si duermes con las ventanas abiertas. No necesitas aire acondicionado, no necesitas calefacción salvo en días muy puntuales. La mayor parte del tiempo el clima es una maravilla aquí en Parras.

Llegas, en consecuencia, del ofrecimiento que le hacen a tu papá, en una época muy complicada: la adolescencia. Me gusta decir que es una enfermedad que se cura con el paso de los años, e imagino que el cambio de Ciudad de México a Parras no fue fácil. Justo en la adolescencia consolidamos a nuestro grupo de amigos, comenzamos a perseguir ser más independientes, buscamos estirar la liga hasta cierto punto. No te ha de haber sido nada sencillo, José Antonio.

(ESPECIAL)
(ESPECIAL)

Vine a hacer parte de mi secundaria aquí. Yo llegué a Parras a hacer segundo y tercero de secundaria y sí, ya en primero de secundaria ya había bailes, tenía novia en la Ciudad de México, me dolió mucho perder a mis amigos, porque yo pensaba que ya tenía hecha mi vida allá. Al principio fue un shock, pero gracias a Dios mi padre y mi madre nos han enseñado mucho a adaptarnos, somos una familia muy adaptable. Me hice pronto de amigos y amigas en Parras y claro, me pusieron el apodo de “el chilango” porque me enojaba cuando me identificaban como chilango. Al poco tiempo me dio igual y ahora me llaman así de cariño. Me hice de muchos amigos y empecé a entender Parras y a sacarle provecho. Pasé una secundaria muy divertida, nunca pensé que iba a ser tan divertido vivir aquí. La realidad es que la pasé muy bien, me mandaron después a estudiar al Tecnológico de Monterrey, no éramos muchos los que había de Parras, te diría que en el internado yo era el único, pero me encontré a otro compañero de primaria y a su hermano, estaban ahí, me adoptó el grupo de Durango, me hice también muy amigo del equipo de Mérida, Yucatán. Mi mamá es yucateca, así es que siempre hubo una liga fuerte con Yucatán que la sigo teniendo, y mucho cariño. El internado en Monterrey también fue para mi muy divertido.

Nuevo León. Otro cambio. Vaya cambio.

Olvídate, en el internado hacía un calorón del demonio, sigue habiendo mucho calor en Monterrey, me costó mucho trabajo adaptarme porque después mi padre -somos once de familia, yo soy el tercero de once- nos fuimos a estudiar a Monterrey y éramos cinco estudiando allá. Entonces, mi padre y mi madre deciden poner una casa en Monterrey y en lugar de que nosotros conmutáramos, ahora el que conmutaba era mi papá. Mi papá se venía a trabajar y se regresaba los fines de semana. Nos hicimos de Monterrey y vino otro cambio para adaptarte al ambiente de Monterrey, entrar en la sociedad de allá, ser aceptado, como en todos lados. Es un proceso que cuesta o tiene su precio, pero como te mencioné, afortunadamente nos enseñaron desde muy chicos a adaptarnos a los cambios y nos adaptamos rápidos, y ahora somos gente de Monterrey.

Yo paso parte de mi tiempo en la Ciudad de México, parte en Monterrey y parte aquí. En la Ciudad de México menos, más ahora que ya estoy en la presidencia del Consejo, no estoy metido en la operación de los negocios, voy por algunas cosas puntuales, generalmente de negocios o de placer porque es una ciudad muy bonita.

¿Cuál elegirías si tuvieras que escoger?

Yo creo que todos los lugares tienen lo suyo, hay que buscarle el cómo sí, no por qué no, a todos los lugares. La Ciudad de México es bellísima, sobre todo en tiempo de vacaciones cuando se vacía y no hay tanta contaminación. Me encanta la lluvia de la Ciudad de México, me encanta su frescura, la disfruto mucho. Parras pues no se diga: tengo los viñedos, tengo los nogales, mis caballos, me encanta Parras. Compré la fábrica de mezclilla donde mi padre trabajó casi veinte años, tuve la oportunidad de comprarla y tratar de salvarla, pero compré a un moribundo y se me murió. Yo la compré en 2006, quebrada la fábrica, en una situación económica muy difícil. Ya Banamex había tomado el 51 por ciento; la trabajé seis años y tristemente a raíz de una huelga que duró tres años, tuve que cerrarla. Por más que traté con el sindicato, les hice varios ofrecimientos, nunca los aceptaron y la industria textil en México estaba pasando por un período muy difícil, con las importaciones de Asia sobre todo China y el mercado informal. Para la industria textil fue un periodo difícil donde muchas empresas desgraciadamente tuvieron que cerrar sus puertas y nosotros no fuimos la excepción.

Esa compra, y me estoy echando aquí un volado opinando de algo que no sé, pero imagino que más que buscar hacer negocio, el haberla vuelto a comprar de cierta manera fue un homenaje a tu padre, José Antonio.

Definitivamente. Se anunció la venta, me contactó un grupo brasileño que se llama Camargo Correa. Tuvimos una junta con ese grupo, yo era consejero de la Industrial de Parras, no era dueño, y en esa junta con Camargo Correa nos dijeron: a Fábrica La Estrella la queremos comprar, pero la vamos a cerrar porque el “layout” de la fábrica es muy complicado, es un “layout” de hace casi doscientos años donde fueron construyendo un edificio y otro edificio, no tiene mucha lógica su “layout”, la gente es la más cara comparativamente en la industria textil y hay otras oportunidades que queremos aprovechar, como Parras CO, que era parte del grupo, como PARLASA que está en Torreón o Deer Park en Puebla, era todo parte de esta empresa.

Yo levanté la mano en el consejo y les dije: si la van a cerrar, yo se las compro, quiero rescatar los empleos de Parras. Había mucho corazón y poca racionalización, porque el negocio estaba muy difícil, el sector también. Invertí seis años de mi vida tratando de salvar esta empresa, rentamos en Italia una fábrica con opción de compra, me traje a técnicos italianos, identificamos todos los tipos de construcción de tela y de hilo que hacían allá, los trajimos a Parras. De un precio promedio de dos dólares por metro de mezclilla logramos un precio promedio de cinco dólares, capturamos un mercado muy importante en Estados Unidos y empezamos a sacar adelante a Parras, haciendo homenaje y honor a mi padre.

Desgraciadamente la huelga -duró tres años- y yo no sé qué mano negra o quién apoyó tanto a las gentes del sindicato y les lavó el cerebro, porque nunca aceptaron una oferta ni tampoco ellos me pusieron una contraoferta en la mesa. Después de seis años y de perder mucho dinero, decidí pedir el concurso mercantil y cerré la fábrica. Cerré Torreón -sigue cerrada-, cerré Puebla, pero bueno, como mencioné, hace rato me dijo un amigo: “no te sientas mal, compraste a un moribundo y se te murió”. Tristemente es la historia de lo que sucedió, pero dicen que uno pierde solamente cuando se da por vencido y yo no me he dado por vencido. Ahora la voy a arrancar en un concepto totalmente diferente, ya no va a ser una fábrica de hilados y tejidos, va a ser un centro de convenciones donde voy a tener museos, galerías de arte. Restaurantes y una serie de cosas que estamos analizando. Está en el centro del pueblo y es un ícono muy importante para Parras.

Toda proporción guardada, nada similar a lo que hizo Fundidora Monterrey o lo han hecho muchas empresas en Europa y en todo el mundo. Nosotros contratamos a una firma alemana, nos hicieron un análisis, nos hicieron una propuesta y estamos dando pasos en ese sentido. Es un proyecto muy ambicioso que llevará muchos años, pero como dije, es un proyecto de vida, es un homenaje a alguien que creo que lo merece.

Regresándonos un poco: cursas la licenciatura y posteriormente un máster en el Tecnológico de Monterrey.

Empecé en la carrera de Economía, me cambié a sistemas y terminé la licenciatura en Sistemas en el Tecnológico de Monterrey. Posteriormente trabajé un tiempo en la Administración fiscal regional del Noreste, de ahí me invitaron a trabajar a Grupo Industrial Monterrey cuando se estaban separando ALFA y VISA, y me tocó en la parte de ALFA. Entré a trabajar a DINAMIC, que era el área de sistemas de ALFA. De ahí pasé por diferentes puestos, estuve en ALFA Industrias y en distintos sectores durante diez años. Mi última asignación fue la subdirección de finanzas en la ciudad de México, y la tesorería del sector alimentos. De ahí estaba esperando un puesto que no me dieron y renuncié. Me invitaron a trabajar a Valores FINAMEX, entré como promotor; no se me olvida, era una mesa octagonal y empecé a vender CETES. Ya tenía para entonces cuatro hijos, necesitaba mucho el trabajo, había que pagar las colegiaturas, etcétera. Mi carrera en FINAMEX fue de cinco años, terminé como director general de la Casa de Bolsa y nos especializamos en lo que llaman “stress debt” o “deuda estresante”, que es la deuda que tienen los bancos que no está al corriente.

Después de cinco años en Valores FINAMEX y de haber llegado a la dirección general, mi familia y yo decidimos que no queríamos regresar a la Ciudad de México. Mis hijos ya estaban en una edad diferente, donde ir a la ciudad de México es más peligroso, difícil educarlos allá, quisimos quedarnos en Monterrey, mi esposa es de Monterrey, había mucha liga para quedarnos.

(EL SIGLO DE TORREÓN / ERICK SOTOMAYOR)
(EL SIGLO DE TORREÓN / ERICK SOTOMAYOR)

Hagamos una pausa, buscando dar contexto a nuestros lectores jóvenes. Me interesa saber cuál es tu valoración sobre la bolsa, la cual vivió en México, especialmente en los años ochenta, un boom extraordinario. Ustedes, en FINAMEX, quizá se dedicaban a otra cosa, pero se da el auge de los “casabolseros”. Fue un fenómeno a nivel mundial y quisiera, José Antonio, contarte una anécdota. Wall Street es una película maravillosa porque Oliver Stone, quien la dirigió, justamente queriéndole hacer un homenaje a su padre, retrata, dirige, a un personaje magistralmente interpretado por Michael Douglas: Gordon Gekko. Gordon Gekko decía: “greed is good”, (la codicia es buena). La intención de Stone, además de rendirle un homenaje a su padre, fue evidenciar a una generación motivada por la avaricia. Recordemos que en lo ochentas triunfan grandes series televisivas como Dallas o Dinastía que mostraban la riqueza en exceso, lo ostentoso. Eso caracterizó a la era Reagan.

Oliver Stone quiso enseñarnos que Gordon Gekko representaba todo lo que no debíamos a aspirar a ser, pero ocurrió lo contrario: los jóvenes estaban en el piso de remates, comenzaron a ver a Gekko casi como un objeto de culto.

¿Cómo viviste esos años?

Fue un momento sumamente interesante, yo aprendí mucho a hacer negocios en Valores FINAMEX. Mi época en ALFA fue un aprendizaje muy corporativo y FINAMEZ fue un negocio de cómo hacer dinero, cómo hacer el “willing dealing”. Efectivamente había mucho “greed” (avaricia) en el sector. Los muchachos jóvenes en la bolsa de Nueva York se acaban muy pronto, las carreras profesionales eran cortas, a los cuarenta años ya eras viejo. Los jóvenes tenían un estrés de tal manera que al llegar a cierta edad se sentían muy presionados. México no fue la excepción. Muchos heredamos lo que se estaba viviendo allá en Wall Street, valga la comparación porque Wall Street era una bolsa mucho más grande, mucho más profunda, pero México hacía lo suyo. Hubo grandes transacciones en la Bolsa de Valores y grandes jugadores tanto de mercado de dinero como de mercado de capitales o bonos especializados como lo que nosotros hacíamos. FIMANEX sí estaba metido en todo, no solamente en “stress debt” -esa era una de las ramas que teníamos- pero incursionábamos en mercado de capitales y se hicieron muchas operaciones importantes.

Eduardo Carrillo, el presidente de Valores FINAMEX, era un especialista en mercado de capitales, entonces, FINAMEX era muy conocido por ser especialista en mercado de dinero más que otra cosa. La especialidad en la que yo personalmente me metí mucho era el “stress debt”, que no necesariamente era la especialidad de la Casa de Bolsa. Eduardo era tan hábil en mercado de dinero que cuando empezaron las subastas de CETES de Banco de México, en ocasiones llegó a comprar toda la subasta, y después, él vender a las otras casas de bolsa, hasta que Banco de México cambió las reglas para evitar que eso sucediera.

Era encontrar las coyunturas que te permitía la ley y sacar provecho de ellas.

A ver, coyunturas. Justamente hablando de ellas, el presidente Salinas de Gortari comienza a adelgazar al Estado y empieza a vender paraestatales, que pasan a manos de particulares ¿Es correcto decir que ahí viste una gran oportunidad que cambia tu vida?

Nuestra decisión de regresar a Monterrey fue una decisión de vida, el pensar dónde queríamos educar y ver crecer a la familia. Me retiro de Valores FINAMEX, me independizo a principios de los años noventa y después de dos años de estar haciendo algunas operaciones basadas en las transacciones financieras que conocía, un día en un taxi de la ciudad de México -los verdes- abro el periódico y veo una licitación. Decía: “se anuncia la venta de una paraestatal”. Pero lo más interesante es que en el anuncio se leía: “ hay que comprar las bases de licitación y el Gobierno ofrece financiamiento”. Cinco años de financiamiento te daba para pagar esa empresa. Dije: esa sí es para mí, porque yo no tenía suficiente capital. Había formado algo de capital en mi carrera profesional y en la época que estuve en FINAMEX, pero no era un capital tal importante. Yo tenía entonces un socio, ex compañero de Valores FINAMEX también, el señor Player Crosby que en paz descanse, que vivía en Nueva York, nos ponemos de acuerdo y compramos las bases de licitación.

Contratamos a unos analistas de Wall Street que estaban saliendo de los bancos donde habían trabajado, especialistas en minería, nos hacen el estudio de la empresa, hacemos una oferta y ganamos. Empieza una aventura como minero, con Minera Autlán. La empresa estaba en una situación económica muy difícil, perdía mucho dinero anualmente y tenía una deuda importante con Nacional Financiera. Logramos pagarle a Nacional Financiera, a mi socio le dio lo que los americanos llaman “coldfeet”. Después de unos meses de estar como socio me dijo: “¿Sabes qué? Esto no es para mí, te vendo mi parte”.

¿Por qué? ¿Le dio miedo o no entendía a qué se estaban enfrentando?

Esta persona era un gran “trader”, le gustaba mucho el “trade”, y él pensó: la compramos, la arreglamos y la vendemos, pero no había manera de hacer eso, porque yo decidí arreglarla, pero él quería venderla. Había una discrepancia de opinión, así que me dijo, yo te vendo mi parte, y así le compré. Yo pagué el enganche y tenía cinco años para cubrir el resto.

José Antonio, ¿sabías de minería?

No tenía ni idea del sector, pero siempre he sido estudioso. Me rodeé de gente que sí conocía el negocio, trabajé mucho con ellos para entender la dinámica, entender el mercado, invité a un grupo de mineros que entraron un año después de socios conmigo. Desde antes los había invitado, es un grupo muy prominente de Durango, que son mineros. Había mineros, madereros, comerciantes, pero encabezados por un minero muy conocido, Jaime Gutiérrez, que tiene Minas de Basis, en Durango, una mina muy rica en plata, y conocía muy bien el sector minero, por un lado.

(EL SIGLO DE TORREÓN / ERICK SOTOMAYOR)
(EL SIGLO DE TORREÓN / ERICK SOTOMAYOR)

Haciendo el análisis de los competidores internacionales me doy cuenta, que, había tres grandes jugadores en el mundo: los sudafricanos, los franceses y los australianos. Me cito en Londres con los sudafricanos, los invito de socios y me dicen que no; me voy a Francia, hablo con los franceses y me dicen no; me voy a Australia y los australianos me dicen que sí. Entra BHB que es la empresa minera más grande del mundo, basada en Australia, me compran un porcentaje minoritario pero hacemos un intercambio tecnológico muy importante. Ellos permitieron que mi gente, la gente de Autlán, fuera a Australia a aprender métodos de minado y métodos de ferroaleaciones y viceversa, entonces eso me pone en una posición muy diferente porque ya tenía yo gente, porque si bien yo conocía el mundo financiero, ellos conocían el mundo operativo y el mundo minero.

Yo tenía la experiencia de haber trabajado en ALFA diez años y si bien es cierto que yo no había trabajado como director de operaciones ni en la parte productiva, me tocó revisar las operaciones de muchas empresas de ALFA. Entonces, no me costó mucho trabajo administrar. Sí pasamos años muy difíciles, los primeros años…(hace rato te comentaba que en 1994) , yo compré la empresa en 1993 y en 94 ya no hallaba la puerta. Incluso fui a ver a don Gabriel Mancera, que era nuestro auditor, hermano del que fue presidente de Banco de México, y le dije: “oiga don Gabriel, ayúdeme a devolverle esta empresa al Gobierno. En mi casa ya se me acabaron las canicas”. Respondió: “Dios hizo la noche y el día, estás de noche pero te va a amanecer”.

Le seguimos y efectivamente nos cambió la vida con la devaluación del peso mexicano, nos puso en otra situación porque nuestras ventas eran en dólares y nuestros pasivos eran en pesos. Con eso logramos tapar muchos hoyos que habíamos dejado en el camino, pagamos muchas deudas y empezar un nuevo capítulo. Regresé la empresa a la Bolsa Mexicana de Valores, cuando la compré estaba suspendida, coloqué un paquete de acciones y con eso me quité el pendiente de pagarles. Vino otra crisis del sector siderúrgico en México en el cambio de siglo, precisamente en el año 2000, 2001, fue cuando las cosas se pusieron muy difíciles, pasamos esa crisis, pero comenzamos a salir adelante. En el camino echamos a andar la planta que tenemos en Gómez Palacio de ferroaleaciones, porque Autlán es un negocio minero, pero también es un negocio siderúrgico, porque hacemos ferroaleaciones para el sector siderúrgico. El 95 por ciento de los ingresos de Autlán vienen del sector siderúrgico.

Tenemos minas de manganeso en el estado de Hidalgo, en Autlán, Jalisco, plantas de ferroaleaciones en Tamoz, Veracruz, en Gómez Palacio, Durango, y en Tucitlán, Puebla. La primera fue la de Tucitlán, Puebla, de ahí salieron muchos maestros hacia otras plantas. La empresa de Tucitlán es una empresa con una carrera muy importante y tenía -ya cerrada cuando yo la compré- pero había la historia de una hidroeléctrica. Me puse a investigar, decidí reconstruir la hidroeléctrica y es un proyecto de ingeniería mexicana que nos debe de hacer sentir sumamente orgullosos.

Hicimos nueve kilómetros de túneles, movemos en agua por túneles. Un contrapozo que es un pozo vertical de cuatrocientos metros. Una caverna bajo la tierra donde puse las turbinas, entonces muevo el agua por debajo de la tierra, genero energía y se la regreso al río. Además, tomo las aguas negras de varios ríos y las convierto en aguas limpias y somos la principal hidroeléctrica privada del país. Nosotros generamos el treinta por ciento de la energía que Autlán consume y es energía limpia. Eso nos hizo mucho más competitivos porque bajamos nuestro costo de energía eléctrica, que es una parte muy importante de nuestros costos, la bajamos dramáticamente y nos hizo muy competitivos. Hoy te puedo decir que orgullosamente Autlán es la mejor empresa de ferroaleaciones del mundo. Si no la mejor, sí te aseguro que estamos entre las cinco mejores del mundo.

¿Cuántas personas colaboran para Autlán? Tengo un dato reciente: 2,500 personas.

Casi dos mil seiscientas. Además, Autlán tiene una empresa en España de manganeso electrolítico. Estamos trabajando para llegar a la batería de los coches con manganeso. Las baterías de los coches del futuro van a utilizar no solamente litio, sino también cobalto, cobre, níquel, manganeso y muchos otros minerales, pero el manganeso es uno de los minerales importantes para el futuro de los autos y aviones eléctricos, para la conversión que estamos haciendo. Tienes que llegar a una pureza muy alta del manganeso y estamos trabajando sobre eso. En España ya van varios pasos más adelante en ese sentido que nosotros, en el manganeso electrolítico. En el inter, también se presentó la oportunidad de una empresa que estaba en dificultades en Sonora, que es una mina de oro, que la compramos y la tenemos allá.

Los empleos se componen de todo este grupo de empresas. Autlán es un conjunto de diferentes empresas porque tenemos la parte de energía hidroeléctrica, tenemos minas de manganeso, las plantas de ferroaleaciones, la planta de manganeso electrolítico en España, la mina de oro en Sonora: todo ese conjunto, son alrededor de dos mil seiscientos empleos directos, eso sin considerar los eventuales que se contratan para diferentes trabajos. Por ejemplo, cuando hacemos un mantenimiento importante, contratamos cincuenta gentes dependiendo el tamaño del trabajo que se tenga que hacer. Yo te diría que en total, pueden llegar a ser dos mil ochocientas o tres mil gentes las que tenemos en Autlán.

Has ocupado distintos cargos dentro del grupo. La presidencia del Consejo de Administración de todas tus empresas, actualmente, y la dirección general. ¿Cuál es el rol de un buen presidente del Consejo de Administración y qué le pides tú al director general? Tratándose de una empresa pública que cotiza en bolsa, ustedes están obligados a actuar bajo esquemas de gran transparencia. En Internet me encontré con los estados financieros de Autlán, con los informes que rinde la dirección ante la Asamblea de Accionistas y el Consejo, etcétera. Tú has ocupado ambos cargos: presidencia y dirección general. ¿Cómo se hizo el fichaje del actual director de Autlán? ¿Qué aspectos se valoraron?

Yo soy de la opinión de que son dos puestos diferentes y hay que respetarlos como tal. El director general tiene un rol y el presidente del Consejo tiene otro rol. Como presidente del Consejo, yo te diría que lo más importante es el gobierno corporativo. Por gobierno corporativo me refiero, el setenta y cinco por ciento de mis consejeros no son ni socios ni trabajan conmigo, son totalmente independientes. Hay gente de calibres importantes como Everardo Elizondo que fue sub Gobernador de Banco de México, Fernando Canales que fue secretario de Estado y gobernador del Estado de Nuevo León, Francisco Garza Zambrano que trabajó en Cementos Mexicanos muchísimos años en la dirección de operaciones, Antonio Luzúa que es cabeza de una empresa inmobiliaria muy exitosa; también está Ricardo Sada que fue presidente del IMEF y director de finanzas de Grupo Industrial Alfa y que maneja nuestro comité de auditoría, está Pedro Reynoso, Dionisio Garza Sada, antes estuvo Dionisio Garza Medina, director general de Grupo Industrial ALFA y presidente de ALFA.

Siempre he tenido consejeros que los aprecio como eso, como consejeros. No van a darme palmaditas en la espalda, agradezco sus regaños, sus llamadas de atención, sus consejos de por qué hacer esto, por qué no hacerlo. Ese es el papel principal del presidente.

Otro de los puntos importantes del presidente en conjunto con el Consejo, es una transparencia total. Un comité de auditoría que sea independiente: yo tengo un presidente del comité de auditoría y del comité de prácticas societarias independiente, donde ellos aseguran que se maneje la empresa de manera justa y transparente para todos los accionistas, no porque yo sea el accionista mayoritario tengo más derechos que un minoritario. Y vela porque no se distraiga el dinero en cosas que no están asignadas a la estrategia del negocio.

Y tercera cosa que creo que es muy importante del presidente y de su Consejo, es elegir al director general, al director general que debe de manejar la empresa dependiendo el momento donde se encuentre la empresa. Fui director general durante diez años, después nombré director general a otra persona, yo era director general y presidente del Consejo cuando la compré.  Después nombré a un director general y me quedé solamente como presidente del Consejo; después vino un independiente que lo invité como director general y venía de una empresa mucho más grande que nosotros a ayudarnos a darle más estructura. Estuvo con nosotros ocho años y con la aprobación del Consejo y por recomendación del mismo, se hizo una evaluación y ahora está de director general uno de mis hijos.

No porque sea mi hijo, sino porque es una persona muy competente. Cuando contratamos a una firma (Russe and Reynolds) para buscarnos a un director general, entrevistaron a mis hijos y me recomendaron a uno de mis hijos como el director general. Pedro, que es el director general, es graduado en Columbia University en Nueva York y tiene maestría en Elized, y mi hijo Esteban, que es el director general adjunto, hizo su carrera profesional en el Tecnológico de Monterrey y su maestría en Kellog, en Chicago.

Mi hijo José Antonio, que es el mayor, estudió su licenciatura en el Tecnológico de Monterrey y su carrera profesional en el IMDB de Suiza, se independizó y él tiene su propio grupo. María, mi hija, que es la menor, graduada del Tecnológico de Monterrey y con estudios en Nueva York, ella maneja el negocio de los vinos.

Hago estas preguntas porque los ejemplos de buenas prácticas profesionales y cómo poder mejorar nos sirven a todos. Algún pequeño emprendedor, también empresarios de mayor calado, se pueden apropiar de ellos. También conozco las bondades y los vericuetos de las empresas familiares. Tú ya tienes un largo camino andado, pero ¿cómo le haces con tus hijos para disasociar familia y trabajo? Establecer una línea es complicado.

Tienes toda la razón, no es fácil. Mira, nosotros tenemos un corporativo familiar que maneja mi hijo Esteban; él es el director de toda la parte familiar (el family office). Digamos que el “family office” es el dueño de las acciones. Pedro maneja la parte operativa, pero Pedro rinde cuentas al Consejo, no solamente al presidente. Nosotros tenemos junta periódica con el Consejo de Administración y se maneja muy profesional: le presenta estado de resultados, balances y flujos de efectivo de todas las operaciones, ventas, se ven y aprueban todos los proyectos por Consejo. No es “porque mi hijo y me caes bien”, es completamente institucional. Eso lo hemos logrado, ha sido un trabajo de muchos años y creo que tenemos un grado bastante sofisticado de cómo saber separar.

En el negocio del viñedo es un poco más difícil, hay más apasionamiento. En Autlán lo que es blanco es blanco y lo que es negro es negro. Yo soy un “entrepreneur”, me encantan las cosas nuevas y soy muy aventado. Mis hijos me frenan, me dicen: “espérate, papá, te estás saliendo del objetivo, del plan estratégico que fue aprobado por el Consejo. Nos quieres llevar a otra aventura nueva de riesgo, estás poniendo en riesgo dos mil seiscientos empleos” y yo les hago caso. Al final se lleva al Consejo, lo que no se aprueba en el Consejo no lo hago. No es de “mis chicharrones truenan y por eso lo hago”.

Eso es lo que hace la diferencia de que las cosas se hagan de forma institucional. Creo que en Autlán no estamos exentos , pero sí hemos logrado una independencia importante entre la familia y el negocio. Sí te puedo decir que el negocio de Autlán, de mineral de manganeso y ferroaleaciones es tan complejo como un negocio siderúrgico mucho más grande. Tienes que ser muy apasionado si quieres ser exitoso. El negocio es mucho más complejo que el tamaño que tiene y eso te pide tener un especialista para cada cosa, por ello los grandes sueldos no necesariamente van con nosotros van; hay que ser bastante más austero si quieres ser competitivo.

Hablando de éxito, ¿cómo lo definirías?

El éxito hay que medirlo en la vida. Para mí lo más importante es la familia. Entonces, si tienes éxito con tu familia, de entrada, ya vas de gane. Cada quién lo valora de diferente manera, para mí la familia es lo más importante. ¿Qué quiero decir con eso? Que haya amor, armonía entre los miembros de la familia, que haya entendimiento, respeto, que nos llevemos bien, que nos guste convivir, que nos guste estar juntos, que gocemos la vida como seres humanos. Nos tocó ser familia, nos tocó vivir juntos esta experiencia de vida, este viaje que estamos todos haciendo y qué bueno que lo vivas con gente que quieres y que te quiere.

En segundo lugar, lo que haces en la vida hazlo bien. Me refiero no necesariamente ser el mejor del mundo, pero que las cosas se hagan bien, que la gente que te rodea esté contenta, que se sientan bien pagados, satisfechos, reconocidos, que son tu segunda familia. En Autlán nosotros hemos logrado tener la camiseta bien puesta, en Rivero González también, creo que la gente está orgullosa de trabajar con nosotros. Siempre va a haber arroces negros como en cualquier lado, pero en la gran mayoría hay un gran respeto, gran cariño y reconocimiento. Tratamos de ser justos, tratamos de hacer las cosas bien hechas y el éxito se refleja en lo bien hecho.

Bodegas Rivero González. Un giro interesante, José Antonio.

Cuando yo todavía estaba trabajando en FINAMEX, el último año empecé a construir una casa aquí en Parras, por la historia que ya platiqué del cariño que le tenía a Parras y yo vivía en Monterrey, en la ciudad de México con FINAMEX. Añoraba Parras, dejé muchos amigos aquí, quería venir los fines de semana, entonces hice la casa que tengo en el Rincón del Montero y compré un pedacito de tierra donde estamos ahorita, que era una pequeña propiedad y tenía ahí donde ves ese viñedo, tenía una alfalfa porque tenía un caballo y eso le daba de comer. Un día vino un muy buen amigo que se llama Eduardo Madero, que vive en Torreón. Eduardo es doctor en viticultura y me dijo: “¿por qué no pones un viñedo?”. Le dije: Lalo, yo no conozco nada de eso. “Yo te ayudo”, respondió, y me ayudó y pusimos un poco menos de dos hectáreas, que es lo que tengo aquí en esta propiedad.

Empezamos a trabajar y al poco tiempo, te hablo de dos años más o menos, seis mil kilos, seis toneladas. Entonces hablé con Casa Madero, Casa Madero me hizo favor de vinificar el vino pero eran un chorro de botellas y dije: ¡en la madre! ¡no me las voy a poder tomar! El siguiente año otra vez, y el tercer año otro tanto, entonces pensé que ya no era un juego, que había que darle una perspectiva diferente. Que me apoye un viticultor, quiero que me ayude un enólogo. Francisco Rodríguez que es el enólogo de Casa Madero me ayudó a hacer los vinos, Eduardo que es doctor en viticultura manejó los viñedos. Mi hija me dice: “papá, a mí me interesa, déjame ayudarte”.

Los primeros años, no vendí una salada botella, entonces tenía que guardar el vino. Creo que el primer año que me representó alguien allá en Monterrey, vendió sesenta botellas en todo el año. María toma la responsabilidad comercial y empieza a vender. Logra un distribuidor que fue VINOTECA y empezamos a crecer ya en las ventas y en volumen. Yo hago un análisis y llego a la conclusión de que necesito un mínimo de hectáreas, un mínimo de botellas que me permitan pagar, tener un punto de equilibrio, me permitan pagarle al enólogo, al doctor en vitivinicultura, etcétera. Dimensionamos el negocio ya como un negocio, no nada más como un hobbie.

Empezamos a crear una marca, la marca Rivero González. En 2007 me salgo de Casa Madero y formo la bodega que está aquí. Me ayuda Eduardo, me ayuda Joaquín su hermano que es también doctor en Enología. Francisco Rodríguez ya no me puede ayudar porque ya nos habíamos salido de Casa Madero, él ya se queda allá, -luego se va a Don Leo- y empieza a crecer Rivero González. Como ya tenía yo algunos nogales, empiezo a sembrar otros porque venía creciendo en paralelo con viñedos y nogales. Siempre me ha gustado mucho el campo y estar al aire libre y aquí en Parras se presta para eso. Estar debajo de un nogal es una delicia, entonces digo: ya industrializamos la uva, vamos a industrializar la nuez, y empezamos a hacer nuestro chocolate, nuez con chile, orégano y un bolón de cosas.

Un día otro amigo me dice: “oye, fíjate que yo voy a quitar unos membrillos que tengo en el rancho, los voy a tirar”. Le respondo: pues tíralos en mi rancho, y termina regalándomelos. Entonces me traigo membrillos, pongo una huerta y hago ate de membrillo. Tenemos toda una gama de productos RG que distribuimos. Industrializamos la fruta y la convertimos en algo más: mermeladas, miel, aparte de las mermeladas hacemos una crema de nuez, en fin, muchos productos.

Tenemos dos marcas, Rivero González y Scielo.

¿Cuántas etiquetas manejan en la actualidad?

Tenemos el Rivero González y el Scielo, que son dos marcas con diferente objetivo y mercado. Rivero González tiene varios tintos, es un tinto que es una mezcla bordalesa de Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc, hay un Cabernet Franc puro. Tenemos un vino blanco que es un Cabernet Sauvignon, pero hecho blanco. Tenemos un rosado que normalmente es Merlot. En Scielo tenemos una gama más amplia de vinos. Predomina el Shiraz y el Malbec, tenemos Cabernet Sauvignon, tenemos Merlor, Cabernet Franc, Chardonnay que es un vino blanco muy importante, Sauvignon Blanc y muchas otras variedades. Bajo esas dos marcas tenemos diferentes colores de etiquetas dependiendo del vino que es. Cada etiqueta te dice lo que es, cuántas botellas hacemos y una serie de información

De vender sesenta botellas en un año, como nos comentabas hace rato, ¿Hoy en día cuántas vende Rivero González?

Alrededor de doscientas cincuenta mil en México, porque tenemos otro viñedo en Estados Unidos .

Tienen razón tus hijos, te gusta salirte de la norma y te apasionan los retos. ¿Por qué un viñedo en Estados Unidos?

De nuevo, se presenta una oportunidad. Llama un amigo y me habla de un terreno en Long Island. Me pongo a estudiar un poco y me doy cuenta que el mercado de consumo más importante del mundo es, casualmente, Nueva York. Es donde más vinos se consumen, no se produce, se produce más en California pero se consume más en Nueva York. El segundo estado más importante en producción de vino es Nueva York, cosa que la gente no está muy consciente de que Nueva York es una potencia en vinos, no únicamente California. Estudiamos el clima, la situación y vimos una gran oportunidad. Se dan muy bien los vinos, pero la gente todavía no está haciendo un vino de muy alta calidad.

Entramos en muy buen momento porque compramos a buen precio, la tierra y el viñedo. Tenían una marca, ya existía una marca, Marta Clara se llamaba, que había sido una propiedad del señor Entelman. El señor Entelman fue un panadero muy importante de Estados Unidos y años después y a través de diferentes manos, sus panaderías quedaron con Bimbo, ahora Bimbo en Estados Unidos. Entelman tenía esta propiedad, hacía muchas fiestas y vendía su vino, pero era un vino para un público menos educado en el vino, de no muy buena calidad, y nosotros decidimos cambiar completamente y hacer un cambio en la zona.

Nos tocó hacer el cambio aquí en Parras, porque a nosotros aquí en Parras  -Casa Madero tiene una gran historia- nos tocó revivir la industria vitivinícola que estaba un poco dormida aquí. Cuando nosotros empezamos dimos pie a que muchas otras bodegas empezaran a caminar a lo que hay ahorita. Allá en Nueva York nos tocó algo similar, llegamos y estaban dormidos, comenzamos a hacer un vino de calidad, eventos de calidad, a buscar un mercado diferente con mayor calidad el mercado. Ahora ya hay viñedos en Long Island, muy importantes, creciendo en este sentido.

María mi hija ha sido y es un elemento de cambio muy importante. Si dicen que yo soy un “bulldozer”, ella es tres “bulldozers”. Va rompiendo todo tipo de paradigmas, lo ha hecho muy bien aquí y allá.

¿Qué le dirías a tu YO de hace cincuenta años?

Hay varias cosas. Hay que confiar en uno mismo, no creo en los imposibles. Yo creo que todo es posible. Hay que buscar siempre el cómo sí, no el por qué no. Porque el “no” ya lo tienes, por eso hay que buscar como sí se pueden hacer las cosas. Hay imposibles, sí. Yo no puedo volar. Entiendo que hay cosas que no se pueden hacer, pero cuando digo que no hay imposibles es porque muchas veces uno piensa “es que no se puede”. Pienso que -lo escuché de alguien más, no lo inventé yo- que cuando pierdes es cuando te das por vencido. Mientras no te des por vencido no has perdido, sigues en la lucha. Creo que eso es lo que tienen que ver los muchachos jóvenes; el mundo está lleno de oportunidades para todos, hay que saberlas entender y las vas a entender si estás preparado para entenderlas. Pasan todos los días enfrente de nosotros. ¿Por qué no las tomamos? Porque no estamos preparados, porque no nos damos cuenta de que está pasando la oportunidad. Cuando estás preparado, captas la oportunidad y la aterrizas.

No tengas miedo de equivocarte. El que no se equivoca no aprende. La equivocación es un aprendizaje. Yo me he equivocado en muchísimos negocios, pero todas esas experiencias, si las capitalizas y haces el análisis de en qué te equivocaste, qué hice bien, qué hice mal, finalmente lo capitalizas como aprendizaje.

Muchas personas quizá no lo sepan, José Antonio, pero tú y tu familia le han regresado a Parras más de lo que cualquiera imagina o dimensiona. Para mí existen pocas alegrías tan grandes como dar, no necesariamente dinero sino también tiempo porque es un recurso que no regresa. Sé que no eres muy dado a hacerlo, pero platícanos de algunas de las iniciativas de tu familia en ese sentido.

Un día vino un buen amigo, hermano de otro amigo nuestro, hermano de Lucio Gutiérrez Cortina. Vino Bosco. Bosco sufrió un secuestro, un día me lo platicó y le dije: oye, te invito a Parras para que le platiques a un grupo de gente. Dio una plática aquí -él hizo un libro y estaba dando pláticas- y me impresionó también su esposa. Reflexionamos sobre la importancia de la educación y buscar la forma en ayudar al pueblo para que se eduque con becas. Me dice la esposa de Bosco: “el problema es que muchos niños van al colegio con hambre y su primera necesidad es comer, antes que aprender. Nosotros formamos un comedor en la ciudad de México, que se llama Comedor Santa María y hoy tenemos no sé cuántos”.

Me encantó la idea y decidimos poner un comedor en Parras. Hoy tenemos un comedor aquí afuera del rancho, el Comedor Santa María, donde damos trescientos alimentos diarios, gratuitos, con el espíritu de que los niños vayan con una debida nutrición al colegio para que realmente puedan aprender.

Otra iniciativa en educación es el Tecnológico de Coahuila. En la época de Enrique Martínez, tenía la idea de traerlo a Parras. Yo le dije: nosotros tenemos un inmueble, te lo presto. Se lo prestamos quince años a lo que hoy es el Tecnológico de Parras, y ahora se lo presto en comodato al CECITEC, que es otra institución de gobierno.

Creo mucho en la educación, creo que la educación es algo que puede hacer que el pueblo cambie, que la calidad de vida de la gente mejore de forma importante. En la parte deportiva tenemos el Estanque de la Luz, que también se lo tenemos prestado al municipio en comodato. El municipio cobra una cuota de recuperación para la limpieza y vigilancia y lo que sobra se lo dan al DIF. En fin, hay una serie de obras que hacemos aquí, en Monterrey, en la ciudad de México, orientadas a apoyar a los más necesitados. No se diga en la Sierra de Hidalgo, donde tenemos hospital, kínder, primaria, secundaria, preparatoria y carrera por Internet. Hacemos carreteras, parques, canchas deportivas en los pueblos donde estamos trabajando con nuestras minas.

¿Cuáles son tus planes para los siguientes años?

Estoy en un proceso de transición. Aunque me siento de veinte, no tengo veinte, entonces no puedo seguir con el ritmo que traía. Sigo montando bicicleta, me gusta nadar y hacer muchas cosas, pero me doy cuenta que ya no es igual, que ya no puedo como antes. Yo estoy pasándole la responsabilidad a mis hijos porque lo que tenemos en la vida es prestado, no nos vamos a llevar nada, lo estamos administrando, somos administradores de, y hay que dar buenas cuentas

A mis hijos les dejo la responsabilidad de que dos mil quinientas familias sigan viviendo de esto y que siga creciendo la generación de empleos. Creo que mis hijos lo han asumido con gusto y lo están haciendo, entonces, ahorita te diría que es la primera parte en lo que estoy avocado, en decir: tengo que dejar las cosas en orden y sin problemas.

Tengo interés en seguir haciendo cosas, no es algo en mi naturaleza el no hacer nada.

(EL SIGLO DE TORREÓN / ERICK SOTOMAYOR)

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