Para AMLO, las obras públicas deben ser terminadas durante el sexenio. Le gustan las inauguraciones y su sucesor las puede cancelar si se quedan a medias o no le gustan. Lo sabe.
Es una trampa mortal. No hay obra de infraestructura importante que pueda hacerse bien en seis años. Éstas requieren una compleja planeación que consume tiempo, aunque a la larga se ahorre en una construcción más rápida y se logren obras de mayor calidad.
Aun con los mejores planes, siempre surgen contratiempos, pero son mucho mayores cuando se arranca, literalmente, sin saber a dónde se va, como el Tren Interurbano de pasajeros México-Toluca, absurdo proyecto que ni llega al aeropuerto de Toluca y termina en la poco poblada zona de Zinacantepec.
Este fue el proyecto del sexenio pasado que AMLO optó por apoyar. Las fallas de origen impiden avanzar como se esperaba. Planeado inicialmente para ser terminado en 2017 con un costo de 30 mil millones de pesos, este gobierno había calculado que lo terminaría en 2023 con un costo de más de 93 mil millones. Se ve difícil que se termine en este sexenio y el costo ya ronda por los 105 mil millones.
Sin estudios previos, AMLO optó por la Base Aérea de Santa Lucía como lugar para hacer rápido una terminal aérea y una pista. Lo logró. Pero con las consecuencias que la mayoría de los expertos predecían: no consiguió ampliar la capacidad aérea del Valle de México. Santa Lucía se había desechado como opción porque no es seguro aterrizar y despegar aviones de forma simultánea con el AICM.
EL AICM no está saturado. Ahora tiene como mil operaciones diarias en promedio. En el 2019 eran mil 300. Hay retrasos y riesgos por la falta de mantenimiento y porque la ruta de acceso se ha complicado por la inauguración de Santa Lucía. La solución, para un gobierno ansioso de ver tráfico en su nuevo aeropuerto, es presionar a las aerolíneas y pasarle algunos vuelos del AICM. Repartir los vuelos antes concentrados en el AICM entre dos aeropuertos es absurdo: más costos para las aerolíneas y menor conectividad para los usuarios.
Todas las obras insignia de este gobierno arrastran serios problemas. Dos Bocas costará mucho más de lo presupuestado y empezará a refinar crudo, si le va muy bien, hasta finales del sexenio. La inauguración del 2 de julio próximo será de unos edificios y de unos tanques.
Pemex quema dinero refinando. En el sexenio de Calderón fueron 537 mil millones de pesos de pérdidas. En el de Peña Nieto, 428 mil. En este ya alcanzaron 474 mil millones de pesos.
El Tren Maya es el proyecto más atrasado de todos. Arrancaron el tramo Cancún-Tulum como viaducto elevado sin saber si se podía hacer. Cuando el sobrecosto de esa opción se hizo evidente, ya con columnas a medio construir, cambiaron el trazo hacia la selva sin tener una manifestación de impacto ambiental.
AMLO tiene claro el valor propagandístico de sus obras. En la última encuesta de Reforma, incluso la más criticada, el Tren Maya, tiene la aprobación del 48 por ciento de la población, frente al 29 que está en contra. Cada obra inaugurada es para él un éxito mediático.
Los problemas de las obras al vapor se van magnificando con el tiempo y serán un dolor de cabeza para el siguiente gobierno. Hacienda es responsable de que los proyectos de inversión pública cumplan con ciertas reglas, para evitar ocurrencias. Sin embargo, cuando el Presidente quiere algo es difícil decirle no. Para evitar la trampa sexenal, sería deseable un organismo autónomo, fuera del control presidencial, vigilado por expertos que evalúen las obras y prioricen su ejecución en función de criterios de rentabilidad económica y social.
No será ahora. A este gobierno le gusta centralizar el poder. Pero quitarle la obra pública al capricho de cada gobierno sería la mejor forma de maximizar su impacto y de legitimar el uso de los recursos públicos.
@carloselizondom
ÁTICO
Las obras insignia de este gobierno arrastran serios problemas que irán magnificándose con el tiempo.