Cortesía
La prestigiosa poética del mexicano Margarito Cuéllar sigue acumulando reconocimientos. En esta ocasión, gracias a su poemario Un pálido reflejo en la ecuación del agua, el jurado del Premio Clemencia Isaura de Poesía 2022 lo designó ganador del certamen que, a su vez, forma parte de los LXXXVII Juegos Florales en el 124 Carnaval Internacional de Mazatlán.
Este galardón es organizado por el Instituto de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán, le será entregado a Cuéllar el próximo viernes 25 de febrero y consistirá en la entrega de la estatuilla de la Flor Natural y 80 mil pesos mexicanos.
Margarito Cuéllar Zárate (Ciudad del Maíz, 1956), quien fue el encargado de prologar el libro Hacia un Siglo Nuevo, 100 voces perennes como nuestra tinta (publicado por el centenario de esta casa editora), atendió una entrevista telefónica desde su hogar en Monterrey, donde actualmente es profesor en la Facultad de Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). El pasado lunes recibió la noticia de su reconocimiento.
Un pálido reflejo en la ecuación del agua retorna la temática del mar, la cual estuvo presente en los primeros tres libros del poeta. En la obra, la geografía del océano Pacífico, la atmósfera marina de Mazatlán, se enlazan a las percepciones del autor, quien lleva ya casi una década viajando con frecuencia hacia ese puerto. Las peripecias gestaron un poema, que se alimentó de versos hasta convertirse en todo un libro.
El poeta recuerda que su primer encuentro con el mar se gestó durante la infancia, en Tampico. No obstante, años más tarde viajó a Mazatlán tras hacer parada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). En el puesto se encontró con su actual esposa, quien vivía en La Paz.
“Ella viajó en ferri de La Paz hacia Mazatlán, y yo viajé en autobús desde la FIL. Allí nos encontramos y ese fue mi primer acercamiento a esa costa”.
Un pálido reflejo en la ecuación del agua incluye poemas en verso libre, estructurados como si se tratara de un solo canto. La escritura, la caligrafía y la reflexión sobre el lenguaje se hacen también presentes para acompañar el entorno geográfico, sin dejar de lado situaciones de violencia que han sucedido en esa región.
“Lo estructuré así, como un canto sucesivo, numerado. La segunda parte del canto corresponde a Isla La Piedra, que es un pequeño pueblo que se encuentra cruzando en lancha desde Mazatlán, un pueblo de pescadores con mucha tranquilidad. Allí hemos estado viajando, hemos pasado dos temporadas y esas vivencias hicieron que lo estructurara así”.
Para Cuéllar, la poética del mar arroja una metáfora recurrente en la literatura, desde los poemas griegos de La Iliada o La Odisea, hasta la actualidad.
“Cuando uno está frente al mar, valora la esencia del ser humano. Uno es tan pequeño y a la vez es tan grande, es admirar esa belleza que a la vez es irónica. Luego, cuando estás en mar adentro, surge esa fragilidad, ese respeto que te impone el mar. También está la metáfora de las olas, que regresan y se van; cuando se van se llevan un poco de lo que hay en la orilla y lo que se llevan lo avientan a la orilla”.
El poeta afirma que no solamente se trata del mar en sí, sino también de las puestas de sol y el paisaje. Menciona que tomó licencia de otros poetas que de igual forma se han admirado por la temática del lenguaje, sobre todo los norteamericanos, como Charles Simic.
“El mar encierra todo. He pasado noches en medio del mar, en otras zonas del Pacífico y la verdad es que el mar es un reto de sobrevivencia en todos los sentidos. Va más allá de la contemplación, porque el mar también puede ser la sepultura del ser humano”.