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María Vigné

María Vigné y sus rostros en acuarela

Volver a mirar representa su retorno a la Comarca Lagunera

(CORTESÍA)

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SAÚL RODRÍGUEZ

La artista María Vigné alista la mudanza de su estudio, ese que durante un año mantuvo en la esquina de la avenida Victoria y García Carrillo. Se trasladará a unas calles, a la avenida Corregidora, donde dice que sus socios y ella encontraron un lugar más amplio.

Han pasado dos días desde que su muestra Volver a mirar se inaugurara en el atrio de Plaza Cuatro Caminos. Allí, las 16 obras que abordan en acuarelas imágenes personales y relacionadas con el centro de Torreón, permanecerán en el centro comercial hasta el próximo lunes 14 de marzo.

“Es una renacer, sinceramente. Decidir trabajar para mí, decidir realizarme como artista, me llevó muchísimos años tomar esa decisión”, comenta la artista en un cuarto de su estudio, entre cuadros y bastidores agrupados para la mudanza.

Volver a mirar representa precisamente el retorno de María Vigné a la Comarca Lagunera, luego de su estancia en varias partes del país. En las piezas plasma una reconexión con sus orígenes artísticos, engloba personajes y esculturas del centro, pero, sobre todo, pone atención en sus rostros.

“Un buen rostro, un buen retrato te comunica algo. Es la esencia de la persona, imaginarte sus historias, captar, transmitir, desde algo que es bidimencional a relacionarte con eso”.

La pintura de una nómada

La infancia mostró para María a una madre que solía asistir a clases de pintura, aunque es preciso decir que en ese momento la futura artista no se mostraba interesada. Fue hasta los 17 años que el ejercicio creativo le avivó el talento. Entonces lo tuvo claro: sí, quería ser artista.

“Ya sabía que quería estudiar artes, pero aquí no había lugar. Entonces, fui de voluntaria a un centro indígena en León. Después de terminar la preparatoria, me tomé un año sabático, me fui a viajar con mi papá, regresé y me metí a hacer circo en Casa Morelos. Allí estuve un rato. Me empezó a gustar todo eso, pero a mi familia no le convenció y me metieron a diseño gráfico. Estuve uno o dos años en la Universidad La Salle y una maestra me dijo que en Saltillo habían abierto la licenciatura en artes”.

Fiel a su sentido nómada, la vida también la llevó a Puebla y luego a Oaxaca, donde terminó su carrera. Su primer camino fue el óleo, técnica en la que encontró su afición por los rostros. La acuarela se afianzó tras su embarazo, pues las recomendaciones médicas enfatizaban que se mantuviera alejada de todo producto químico.

“Había sido más pintora por encargo. Tú puedes llegar y decirme: ‘Quiero un retrato de mi papá’, y yo te lo hago. Esa había sido mi carrera como artista plástica. Me desarrollé más como gestora, hice otras asociaciones civiles con grandes artistas, siempre me dedicaba a organizar todo y no a producir. Hasta que me embaracé, eso vino a transformar mi pensamiento de que siempre ayudaba a los demás, pero mi carrera, lo que yo quiero hacer, estaba en pausa. En ese momento dije: ‘¡Yo primero!’. Le quería dar el ejemplo a mi hija de que lo que sueñes se hace. Desde hace tres años me dedico al cien por ciento a mi carrera”.

En Volver a mirar, su primera muestra individual, se enfatiza el centro de Torreón. La artista lo considera como su origen. El centro de cada ciudad supone también un corazón que hace latir a la urbe. Historias emergen a través de sus personajes y transeúntes. La exposición es también una línea marcada entre la artista que dejó La Laguna y la que retornó a su tierra.

“Relacionarte con el centro de la ciudad es muy diferente a cómo te relacionas con las periferias. Hay gente con la que estás en contacto todos los días, muchos oficios que en las afuera no se dan. Es muy rico. En Oaxaca también trabajaba en el centro y normalmente me voy a los centros de las ciudades a hacer cosas, porque para mí son el corazón de la urbe. El centro de Torreón representa eso, donde nació mi carrera. Aunque en principio no fuese pintando, allí descubrí que había otras formas de vivir”.

Algunas obras de la muestra resultan sumamente especiales a nivel personal. El retrato de sus padres y la pintura donde la propia artista aparece con su hija, se exhiben invaluables. Otros cuadros también plasman a artesanos, transeúntes e incluso comerciantes de comida callejera.

“Es mucha intuición, son muchas emociones. La obra te revela cosas, desde el solo hecho de frustraciones aprendes mucho en cada una, ninguna es más fácil que otra. Hay algunas de las que brota magia, que tienen algo muy especial, que te cuestan y te cuestan”.

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Escrito en: Pintura María Vigné

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