Este amigo mío es al mismo tiempo un poco hereje y un poco apologista.
No me agrada mucho conversar con él, pues me hace sentir la tentación de dudar de lo que creo y -peor aún- de creer en lo que dudo.
Una de sus argumentaciones favoritas consiste en sostener que el mal no existe. Lo que llamamos "mal", afirma, es sólo la ausencia de bien. No puede haber dos fuerzas en el mundo, pues eso sería contrario a la idea de la omnipotencia divina. Dios no está en lucha con otro dios. Está en espera de que todos optemos finalmente por el bien que nos ofrece. En uso de nuestra libertad -libertad que él nos dio- escogemos a veces el mal. Pero llegará el día en que todos nos encontraremos en el común amor del Padre, que es el sumo bien.
Le pregunto, intencionado:
-¿También Judas?
Responde él:
-Judas también.
Le pregunto:
-¿Por qué?
Contesta:
-Porque todos los humanos hemos sido Judas alguna vez.
¡Hasta mañana!