La lluvia mansa y lenta que entra en la tierra como caricia y la fecunda, suena en el techo de la cocina del Potrero, y forma feliz dúo con el borboteo de la olla en el fogón.
Doña Rosa relata una anécdota de don Abundio, su marido. Era comisariado ejidal, y las mujeres se quejaron de que los hombres se bañaban en el arroyo cerca de donde ellas lo hacían, y las miraban.
En la orilla del tal arroyo crecían unos árboles de aguacate, y a distancia había unos hoyancos en el cauce. Así, don Abundio hizo fijar un letrero en la puerta de la casa ejidal: "En adelante los hombres se bañarán de los aguacates pa'rriba, y las mujeres de los hoyos pa'bajo.".
Todos reímos la ocurrencia. Don Abundio se atufa,
-Vieja habladora.
Ella hace el signo de la cruz con los dedos índice y pulgar, la besa y jura:
-Por ésta.
En el techo sigue la lluvia, y en el fogón la olla. Parece que también ríen.
¡Hasta mañana!...