Quizás es mi imaginación, pero me parece que el sentido común es cada día menos común.
Antes hasta los locos lo tenían.
Tilo -Domitilo-, el loquito de Arteaga, preciosa villa cercana a mi ciudad, Saltillo, estaba cierto día trepado en lo alto de un alto álamo en la calle de la acequia. Había atado una cuerda a una gruesa rama y se estaba anudando la tal cuerda a la cintura. Lo vio un vecino del lugar y le preguntó:
-¿Qué haces ahí arriba, Tilo?
Respondió él:
-Me voy a ahorcar.
Le indicó el vecino:
-Si quieres ahorcarte necesitas amarrarte el mecate en el pescuezo.
-¡Ah no! -se alarmó Tilo-. Si me lo amarro ahí me ajogo.
A eso llamo yo sentido común. Ojalá todos lo tuviéramos en la misma medida en que lo tuvo Tilo.
¡Hasta mañana!...