Música en un suspiro
El juicio de autoridad, o dicho de forma burda, la importancia de la envoltura. En filosofía el juicio más pobre es aquel llamado "de autoridad". Asumimos que algo es cierto porque lo dijo un gran pensador. En circunstancias más familiares, asumimos que la idea que viene de tu jefe debe ser la buena…, él lo cree y tú, por tu propio bien, también debes creerlo. Pero si es generada de alguien hasta abajo en el escalafón, seguramente será una idea pobre y sin fundamento.
A este respecto, se nos olvida que tanto los grandes pensadores como los jefes y líderes, son humanos, y en tal condición, son susceptibles, no sólo a errar, sino de decir las más grandes aberraciones. Por ejemplo poca gente sabe que el gran Thomas Alba Edison trabajó al final de su vida en un dispositivo para atrapar fantasmas. O que en 1898, su gran rival, Nikola Tesla, realizando un experimento sobre «resonancia mecánica, considerara la idea de crear una máquina para generar terremotos. ¿Otro más? Platón escribió que el feto de una mamá era un animal vivo que se movía por todo el cuerpo, causándole molestias y enfermedades y por su parte Aristóteles afirmaba que si los vientos venían del norte, entonces esperas a un varón.
Mientras que si venían del sur, una mujercita estaba a punto de nacer. Por lo tanto, aconsejaba categóricamente consumar el acto sexual en cualquiera de estas direcciones dependiendo si prefería un hijo o una hija. ¡Pero lo dijo Aristóteles, Platón, Edison, Tesla…!
Bueno, ¿y la música? Durante muchos años se consideró que cierta sinfonía en Do mayor denominada Jena, era una obra perdida de Beethoven. Los críticos afirmaban que poseía una estructura sólida. Un carácter contundente producto de la pasión y arrojo beethovenianos. La sinfonía era de tanta calidad que "tenía que ser de Beethoven".
En su momento la obra fue considerada como la obra desconocida del Sordo de Bonn y por más de un siglo gozó el estar en un pedestal a lado de las 9 y media sinfonías de Beethoven. Sin embargo, la verdad hizo su aparición y el encanto desapareció. En pleno siglo XX, el musicólogo norteamericano Howard Robbins Landon demostró que dicha sinfonía había sido escrita por un tal Friedrich Witt.
Por increíble que parezca, en ese momento la obra cae del pedestal y comenzó a recibir críticas, considerándola como una simple y pobre composición de estudio. Friedrich Witt fue compositor nacido en 1770, exactamente el mismo año de nacimiento de Beethoven. Desde muy niño Witt fue iniciado en la música por su padre y más tarde también por su padrastro. Para 1789, Friedrich Witt se integra como cellista a la orquesta del príncipe Kraft Ernst zu Oettingen-Wallerstein.
Su talento le permitió hacer dúo con el clarinetista virtuoso Joseph Beer, logrando presentarse en las grandes capitales europeas. Después de componer su oratorio Der leidende Heiland, adquiere fama y prestigio logrando ocupar importantes posiciones como director musical. Como compositor fue formado para seguir celosamente el patrón clásico de Haydn, sin embargo, poseedor de una elegante melodía, Witt, logra asimilar el puente o transición del estilo clásico al romántico, tal y como lo hiciera Beethoven. Su pecado, fue no apellidarse Beethoven, al menos en su versión temprana.
Que terrible lección nos llevamos, ya que muchas veces emitimos juicios de valor basándonos en la experiencia, prestigio, color de la piel, status económico, o formación académica.
La sinfonía en Do mayor, Jena, de Friedrich Witt, es una invitación a vacunarse e inmunizarse de nombres, máscaras y prejuicios. Parafraseando el título de una obra de Salieri, podremos decir: Prima la musica, poi la parola, Primero la música y después la palabra, dejando que sea la música la que hable y después, si la palabra cabe, que sirva esta para sólo mencionar: Friedrich Witt... en un suspiro.