El desastre del pozo de carbón El Pinabete en Sabinas, Coahuila, es una tragedia, pero para nada es una sorpresa. Se trata de un problema recurrente al cual ni el gobierno ni los empresarios han puesto atención a pesar de que ha cobrado cientos de vidas los últimos 16 años. Si consideramos a los 61 mineros no rescatados en Pasta de Conchos en 2006, más otros 80 casos fatales registrados por la organización Familia Pasta de Conchos, la cifra es de 140 personas, lo que significa que al menos 10 personas al año fallecen por falta de seguridad y por una laxa regulación.
Y es que los tiros verticales e inclinados, los "pocitos mineros", son un vestigio de otras épocas, pero que en Coahuila siguen activos a pesar de que su aportación productiva y económica es casi inexistente, pues la gran minería aporta 99.7% de la extracción de carbón.
Debido a esto se han registrado miles de incidencias entre 2001 y 2019, las cuales han dejado incapacitados parcial o totalmente a casi 3 mil mineros sin que las empresas o el Estado se hagan responsables de esta situación. El pretexto es siempre el mismo: como no hay registro ni tampoco denuncias no pueden hacer nada, muy parecido a lo que se ha dicho sobre el caso del Pinabete.
Por su parte, la mayoría de los empresarios mineros en Coahuila son políticos y/o personal administrativo del gobierno, por lo que utilizan sus puestos e influencias para no tener que responder ante nadie.
El desastre de la mina El Pinabete no es un accidente, no se trata de una situación inevitable, hay que llamarlo por su nombre, es un puro y vil acto de codicia que antepone el interés económico a la vida de la población. Es muy probable que en uno o dos años volvamos a ser testigos de otro desastre parecido y que el mismo circo de hoy se repita nuevamente, sin responsables reales.
Las personas comunes en México, como aquellos mineros atrapados en las entrañas de la tierra, pocas veces logran justicia. Ni siquiera este tipo de tragedia conmueve a los que mueven los hilos económicos y políticos en nuestro país. Quizá por eso no los pueden rescatar, porque este tipo de tragedias es mejor enterrarlas hasta que se nos olviden.
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