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La sociosexualidad se refiere a la actividad sexual donde los sentimientos de afiliación y pertenencia están restringidos. Muchos hombres y mujeres practican este estilo de goce erótico que privilegia el placer sexual por encima de la formación de vínculos interpersonales o la procreación.
Las expresiones de afecto, ternura o comportamiento amoroso se miran con desdén. La orientación sociosexual no otorga concesiones; protege al individuo de caer en un bache emocional, acorazándolo contra sentimientos mientras magnifica sus resultados sexuales por evento.
ORIGEN DEL COMPORTAMIENTO SEXUAL
El ser humano nace dotado de las bases biológicas de su sexualidad, particularmente de las hormonas que estimulan el deseo. A través de la convivencia con sus progenitores y otras personas identifica el comportamiento apropiado a su cultura. Este se rige por las fuerzas de la naturaleza y las de la crianza que darán origen, entre muchas otras conductas, a la motivación sexual, esa fuerza interna que impulsa a tomar acción y no quedarse en la línea de observadores. Es en definitiva el motor del erotismo.
Dado que los seres humanos no están regidos por periodos de apareamiento, sino que experimentan cambios hormonales que les predisponen al deseo, necesitan la fuerza de la motivación para generar encuentros físicos con otras personas.
Las razones más frecuentes para buscar relaciones sexuales son el placer, la formación de lazos amorosos, la creación de vínculos interpersonales y la procreación. En términos generales, la búsqueda del placer rige a la seducción, que se da cuando un individuo experimenta interés y atracción física o emocional por el otro, iniciando un proceso de cortejo.
ESTILOS DE APEGO Y CONDUCTA SEXUAL
Hombres y mujeres experimentan la urgencia interior de dejar salir la tensión sexual biológica encaminándola por los senderos propios de su cultura. El desarrollo humano se ve influenciado por las primeras relaciones afectivas, en particular las que se tienen con los cuidadores primarios, que habitualmente son los padres.
El vínculo relacional entre padres e hijos debe dar pie a sentirse aceptado, cuidado, querido y, en consecuencia, a desarrollar una forma de apego emocional que proporcione al infante la sensación de seguridad. Pero cuando la relación con estos cuidadores primarios es insuficiente, descuidada, negligente o francamente agresiva o limitante, surge un sentimiento de desconfianza hacia los otros y un autoconcepto de inseguridad.
En los primeros años de vida se crean diferentes modelos de apego que impactarán a las futuras relaciones de pareja:
Apego seguro. Se sienten seguros tanto de sí mismos como de su pareja y no temen ser abandonados. Establecen relaciones sólidas y comprometidas.
Apego evitativo. Son distantes y evitan la intimidad emocional, desconfían y rechazan depender de otros.
Apego ansioso ambivalente. Presentan una tendencia elevada a la dependencia emocional, experimentan malestar cuando su pareja se mantiene distante, desconfían de los demás y tienen gran temor a que sus amantes no les correspondan y los abandonen.
Estas tres categorías definen el nivel de cercanía y compromiso que tendrán las personas al involucrarse en relaciones sexuales.
LA ORIENTACIÓN SOCIOSEXUAL
La sociosexualidad tiene dos universos de acción: el de la vía libre, sin restricciones, donde el placer (particularmente el propio) va primero que las personas, y el restringido, cuando la relación sexual obedece a reglas autoimpuestas que limitan la sexualidad y que nacen, por ejemplo, del temor a contraer una enfermedad venérea, un embarazo o un compromiso matrimonial.
El primer tipo, el no restringido, se ve con mayor frecuencia en quienes tienen un apego evitativo. Su conducta se caracteriza por la necesidad de diversidad en las parejas, del placer de la seducción, de tomar ventaja y sentir arrojo. Tienden a tener sexo en edades más tempranas, con más de una pareja a la vez, y a buscar relaciones por el puro placer de lograrlas. Es probable que vean pornografía y se masturben de forma cotidiana.
Los varones llevan la delantera en cuanto a su actividad promiscua, quedando en segundo plano las mujeres, cuya sociosexualidad suele ser menor, ya que tienden a formar lazos afectivos.
Pero las personas son maravillosamente contradictorias; predican con la palabra y en la intimidad viven lo contrario. Estos aspectos incongruentes conforman los mosaicos de la conducta humana, donde coexisten múltiples mezclas de sociosexualidad.
No todo aquel que dice “no me voy a enamorar nunca” realmente lo cumple. La fuerza poderosa de los sentimientos puede perforar el muro autoimpuesto del apego evitativo que pretende no involucrarse con nadie.
Otros, en cambio, los de apego ansioso ambivalente, se restringen el placer sexual hasta en casa. No saben o no pueden disfrutar su sexualidad por pensar en la posibilidad de ser abandonados.
¿COMPATIBLES O NO?
La disyuntiva de muchas parejas se da en función de la flexibilidad sexual que mantengan. Cuando la orientación sociosexual de uno es desbordada, opacará la tendencia a mantener la estabilidad afectiva, sexual y emocional de la otra parte.
Esta situación es una mala combinación para muchos y en la mayoría de los casos se traduce en separaciones y divorcios. La incompatibilidad en la forma de apego de cada uno es la clave.
Una pareja no logrará mantener la unidad si solo uno de ellos sostiene la mejor de las intenciones y el otro no se vincula adecuadamente.
A veces las contradicciones de la vida muestran caminos inesperados. En contadas ocasiones, la persona con apego ansioso ambivalente experimenta un cambio insólito al descubrir en las relaciones sexuales promiscuas un placer hasta entonces desconocido. Ahí es donde aquellos con apego evitativo ven cambiar diametralmente su suerte: causaron con su conducta un cambio en su pareja que nunca imaginaron.