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En 1990, un sueño se consolidó en el norte de México. Entre las montañas de Nuevo León, en esa tierra donde Alfonso Reyes fue perseguido por el sol que animó su poema, la danza encontró un fértil escenario. Como las aguas que en ocasiones bajan de la Huasteca hacia el lecho del río Santa Catarina, el proyecto del Ballet de Monterrey mostraría el ritmo de su oleaje ante los ojos del país y del mundo.
Se trata de una compañía fundada hace 33 años por la señora Yolanda Santos de Hoyos, promotora cultural regiomontana, quien desde muy pequeña tomó clases de piano y danza, mostrando gran entusiasmo por el ballet. Su visión es una apuesta por el arte y la transformación que se puede gestar gracias a la cultura. Entre otros galardones, ha sido distinguida por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), con el reconocimiento Flama, Vida y Mujer 2018, en la categoría de Extensión y Cultura.
Historia y enfoque
Lo dijo el poeta francés Paul Valéry: la danza es un arte fundamental. Lo demuestra su universalidad y antigüedad. Se trata de una forma de tiempo, de orden, libertad y poesía. El musicólogo alemán Curt Sachs tenía una idea similar: la danza es la madre de todas las artes, porque habita en el tiempo y en el espacio.
Monterrey, 1977. En ese espacio y tiempo, doña Carmen Romano fundó la Escuela Superior de Danza de Monterrey (ESDM). La institución se albergó en el Colegio del Sagrado Corazón, entonces edificio perteneciente a un patronato encabezado por Bernardo Garza Sada. Las clases se pusieron en marcha, pero más adelante los bailarines graduados encontraron pocas oportunidades al solo existir una compañía de ballet en el país.
“Monterrey siempre se ha distinguido por su gente trabajadora y no fue diferente con los maestros de la escuela. Enfocándonos solo a la danza, el éxito que tuvo fue muy importante, graduando a jóvenes que al salir no tenían la oportunidad de trabajar, pues solo existía una compañía de ballet clásico profesional y estaba en la Ciudad de México. Por esa razón se me pidió ayuda para crear una compañía en la ciudad”, indicó Yolanda Santos de Hoyos, en exclusiva para El Siglo de Torreón.
La fundadora del Ballet de Monterrey invirtió algunos años para recabar información sobre cómo iniciar el proyecto. En mente, tenía seguir el modelo de la American Ballet Theatre, la reconocida compañía establecida en Nueva York desde 1939, pues esta muestra a los clásicos, neoclásicos y contemporáneos. Para su proyecto divisó un rumbo similar, pero con identidad propia, como si estuviera enmarcado por los atardeceres tras el Cerro de la Silla.
Las actividades comenzaron de manera oficial el 4 de septiembre de 1990, bajo la dirección de Ann Marie D’ Angelo. Tres meses después, se ofreció por primera vez la obra El Cascanueces, que se ha convertido en toda una tradición navideña para este ballet.
“La compañía se formó con la idea de promover la danza clásica en el norte del país, ya que la Federación jamás lo había hecho. Han sido 33 años de arduo trabajo, pero ha valido la pena. Ya es una institución muy sólida en la ciudad, con mucho patrocinador que cree en el desarrollo cultural para lograr una calidad de vida mejor”.
Yolanda Santos de Hoyos tiene un deseo: que todos los estados norteños puedan beneficiarse del esfuerzo que hace el Ballet de Monterrey, el cual es capaz de dialogar con las comunidades y sus necesidades. Por ello, la interacción con la sociedad es vital para fomentar el desarrollo de este tipo de proyectos.
Recuerda que, en sus inicios, la compañía invitó a primeros bailarines de corte internacional con el objetivo de fraguar un espectáculo de alto nivel. La lista incluye nombres como el de Paloma Herrera, destacada bailarina argentina y directora del Teatro Colón de Buenos Aires hasta 2022; Ángel Corella, bailarín español y principal del American Ballet Theatre de Nueva York; José Manuel Carreño, bailarín cubano que se desempeñó como principal en la English National Ballet y en la American Ballet Theatre, entre otros.
A los pocos años, la compañía logró tallar a sus propios bailarines gracias a la madera del talento local. Actualmente, cuenta con más de 40 bailarines bajo la dirección artística del maestro Thiago Solares. En sus más de tres décadas de vida ha montado obras como Paquita, Raymonda (3er Acto), Coppelia, El Lago de los Cisnes, Giselle, La Vivandiere, La Bayadere, Don Quijote, La Bella Durmiente, así como diversos Pas de Deux: El Corsario, Diana y Acteón, Grand Pas Classique y Flamas de París.
Además, ha colaborado con coreógrafos de la talla de Vicente Nebrada, Kevin McKenzie y Fernando Bujones. Su calidad técnica le permitió ser aceptada por la The Balanchine Trust y con ello conseguir realizar las dos piezas más importantes del coreógrafo George Balanchine: Western Symphony y Tchaikovsky Pas de Deux. El Ballet de Monterrey ha conseguido exportar su magia y presentarse en escenarios de Nueva York, Washington, Miami, Houston, Kali, Laredo, San Antonio, Andorra, Barcelona, Manresa y Madrid.
“Esta obra se sostiene gracias a que el Patronato del Ballet de Monterrey trabaja intensamente para convencer a la ciudadanía de la importancia de este proyecto. Tenemos patrocinadores en todos los niveles. Siempre hemos contado con la ayuda del Estado (Nuevo León), nada de la Federación. Ya que tenemos esta compañía hecha, después de 33 años, ojalá que muchos estados del norte aprovechen y se convenzan de los beneficios que una institución cultural como esta les puede traer a su ciudad”, cerró.