Carta al Smithsonian (Primera parte)
Nota: este texto surge con motivo de un artículo del Instituto Smithsoniano que pretendía abordar de manera distorsionada la figura histórica de la Malinche como madre del mestizaje en México. A petición de la Fundación Héroes de Cavite como organización histórica hispanista y por parte de los miembros de la Asociación de Descendientes de la Expedición de Juan de Oñate —mexico-americanos descendientes de quienes formaron parte de la expedición del último conquistador de Nuevo México— se contactó a Gracie Anderson, titulada en la Universidad Luterana del Pacífico y encargada de un apartado de Historia feminista por parte del Smithsonian, en su apartado de respuestas públicas, para hacer una serie de rectificaciones históricas bastante pertinentes respecto a un artículo que publicó. La réplica aclaratoria y respetuosa fue hecha tanto en inglés como en castellano por un servidor en su momento.
Estimada Gracie Anderson:
Como académico, investigador e historiador me sorprendió bastante una serie de errores publicados en este artículo tuyo, empezando con el siguiente: “En 1519, mientras España empezó a saquear brutalmente Mesoamérica”, lo cual es por principio falso.
La Corona Española, en la persona de ambos soberanos (tanto la Reina Isabel la Católica de Castilla como el Rey Fernando de Aragón) suscribió varias leyes desde 1503, al igual que las famosas Leyes de Burgos en 1512 junto con una serie de Reales Pragmáticas y Sanciones, ordenando y garantizando que los nativos americanos fueran tratados con dignidad humana como iguales y como leales súbditos por los españoles peninsulares, con sus misma prerrogativas y derechos, e incluso llegando a promover desde 1501 los matrimonios interraciales entre indígenas y españoles peninsulares (algo que seguiría siendo ilegal y marginal en los Estados Unidos de Norteamérica hasta el año de 1970, tras la proclamación de los Derechos Civiles). Incluso se ordenaba castigar severamente con pena de cárcel, así como con la confiscación de todos sus bienes y propiedades, a aquellos que discriminaran, intentaran maltratar o incluso pretendieran esclavizar a los indígenas.
Segundo: doña Marina-Malintzin o la Malinche no era en absoluto una joven azteca como tú lo mencionas. Ella era descendiente de tribus cercanas a los mayas, misma que había sido villanamente esclavizada y hasta vendida por su propia madre desde niña, tras haberse casado con un cacique local entre Tabasco y Campeche. Sus habilidades multilingües, su destreza diplomática y su valentía fueron admiradas y reconocidas incluso por los mismos españoles, quienes se convirtieron en los primeros —incluyendo a Cortés— que la trataron con dignidad humana y como una igual en 1520 (algo que nunca ocurriría con los infortunados nativos americanos en Nueva Inglaterra o incluso en los Estados Unidos hasta entrado el siglo XX).
A diferencia de lo que dicen los muy infortunados comentarios y prejuicios personales de Navarrete (como militante de la extrema izquierda y miembro del régimen pro comunista en México), cuya falta de juicio solo empata con su ideología política, doña Malinche —a quienes los historiadores académicos reconocen como madre de nuestro mestizaje y nuestra identidad nacional, junto con Cortés— no pudo casarse con Cortés debido a que el mismo ya había sido forzado previamente a contraer matrimonio en Cuba, unos pocos años antes, por el padre de una mujer noble. Es por ello que no hubo ningún tipo de discriminación en sí, ni tampoco un “trato como objeto”, que es lo que Navarrete supone.
