Para Xi Jinping, Joe Biden es el líder débil de una potencia en decadencia. Para Biden, Xi es el dictador de la mayor potencia autoritaria. En el marco de la reunión del foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) celebrado en San Francisco, California, ambos presidentes se encontraron para tratar de evitar que la mala relación siga escalando. El resultado no es para repicar las campanas: sólo lograron poner pausa al deterioro de la relación bilateral. De ser socios, EUAy China han transitado a ser competidores y rivales en los últimos diez años. La pregunta que intriga es si darán el paso a volverse enemigos. Por lo pronto, se dan una tregua de cara a los procesos políticos cruciales del próximo año: elecciones en Taiwán y EUA.
El fruto del encuentro es importante, pero modesto: combatir la producción y distribución de fentanilo, punto en el que México tiene que ver; restablecer el diálogo entre autoridades militares, suspendido en agosto de 2022 tras la visita a Taiwán de Nancy Pelosi, entonces presidente de la Cámara de Representantes de EUA, e instalar una mesa de discusión sobre nuevas tecnologías, principalmente inteligencia artificial. Poco más. La guerra comercial y tecnológica sigue abierta, al igual que la competencia económica y la rivalidad en temas como la soberanía de Taiwán y el choque de visiones geopolíticas respecto a la hegemonía regional en Asia y las características del nuevo orden global. Se trata no sólo de la principal relación internacional, sino de la relación de la que depende el presente y futuro del orbe.
China cuenta con una tradición política de 2244 años y es una civilización en sí misma; mientras que EUA apenas suma 247, una décima parte, y está dentro de otra civilización, la occidental. El tiempo en el gigante asiático se mide en siglos; en el titán americano se cuenta en décadas. China fue el eje de la economía mundial durante un milenio y medio hasta el siglo XIX, y lo está volviendo a ser. La hegemonía económica estadounidense no alcanza ni el siglo. En la segunda mitad de los 1800, inmigrantes chinos ayudaron a construir el ferrocarril que unió a EUA y sentó las bases de su potencia. En la década de 1970, el gobierno estadounidense se acercó política y económicamente al régimen chino para dividir al bloque comunista y derrotar a la URSS en la Guerra Fría. Con ello, y sobre la base de las reformas económicas de Deng Xiaoping, China se convirtió en cuatro décadas en una potencia industrial de primer orden.
A lo largo de un siglo China ha pasado de ser un estado agrario periférico dependiente a ser un estado independiente que disputa la centralidad a EUA con poderío industrial y tecnológico de vanguardia. En ese lapso, la relación entre los dos gigantes ha migrado de contactos cada vez más frecuentes a interacciones cada vez más profundas para llegar a una compleja interdependencia dentro del sistema global creado por Washington. China se convirtió en la fábrica de EEUU y en principal financista de su deuda. Es decir, no sólo le vendía productos baratos, además le "prestaba" para que pudiera comprarlos. Pero la relación societal ha entrado en un complejo estatus de competencia y rivalidad. Por eso es importante revisar las capacidades de ambas potencias a la luz de la posibilidad de que, pasados los derroteros políticos inmediatos, reanuden su camino hacia la enemistad.
A valor nominal, el PIB chino representa el 66 % del estadounidense. Pero a valor de paridad de poder adquisitivo, la economía de China es 18 % más grande que la de EUA, algo que nunca había ocurrido. El cruce se dio en 2015 y desde entonces EUA ya no es la potencia solitaria que fue en el cambio de siglo. Incluso ha perdido la primacía industrial y comercial: mientras que China representa casi el 30 % del volumen de producción industrial mundial, EUA apenas supera el 16 %, es decir, una relación de casi 2 a 1; y este poder industrial le ha dado al país asiático para ser hoy el principal socio comercial del 70 % de los países del mundo, mientras la nación americana lo es del 30 % restante. Si agregamos que la población china es 4 veces más grande que la estadounidense y que el potencial de innovación tecnológica estratégica de China es mayor que el de EUA, pudiéramos pensar que estamos atestiguando el relevo en el liderazgo mundial por capacidades materiales y humanas. Pero la situación es más compleja.
Aunque el potencial innovador chino es superior al estadounidense, éste sigue liderando en la mayoría de los indicadores de investigación y aplicación científica y tecnológica. Además, la economía de EUA es más productiva y desarrollada y un indicador es que su PIB per cápita sigue siendo cuatro veces más grande que el de su competidor. Y aunque en el Índice de Poder Mundial Pekín ha tenido un ascenso vertiginoso en las últimas décadas hasta alcanzar la segunda posición, Washington se mantiene lejos en el primer sitio, lugar que ocupa también en el Índice Global de Poder Blando y en el Índice de Presencia Global, que evidencian el peso preponderante que sigue teniendo en el mundo.
Lo mismo ocurre con la capacidad militar. Las Fuerzas Armadas estadounidenses conservan el liderazgo, aunque seguidas cada vez más de cerca por Rusia y China, países hoy alineados en sus intereses. Una ventaja americana que no es menor es que, aunque cuentan prácticamente con la misma extensión superficial, EUA tiene acceso a tres océanos -Atlántico, Pacífico y Ártico-, mientras que China sólo al Pacífico. En parte por ello, Pekín impulsa desde hace una década proyectos globales de integración económica y comercio, como la Nueva Ruta de la Seda y su vertiente marítima, y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), a los cuales Washington opone la integración norteamericana con el Tratado México-EUA-Canadá (T-MEC) y el Corredor India-Oriente Medio-Europa (IMEC).
En donde ninguno de los dos países puede presumir demasiado es en bienestar social. Sus posiciones en los índices de desarrollo humano, igualdad de ingresos y paz distan de los primeros lugares, ocupados principalmente por los países europeos.
A la pregunta de cuál de los dos estados posee mayores capacidades para configurar un nuevo orden global, considerando que el viejo orden está colapsando, debemos responder que depende de la confianza y alineación que generen sus intereses en otros países, así como de su poder real. En este último punto hay que tomar en cuenta un aspecto: el poder de EUA tiende a estar menos concentrado a raíz de las disputas que existen en la élite política-económica gobernante, mientras que en China se observa un proceso de concentración de poder cada vez mayor en el partido único y, particularmente, una persona: Xi Jinping. Pero lo más importante hoy es evitar la colisión directa entre los dos colosos.
@Artgonzaga
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