Cuentas en redes sociales para conmemorar a los difuntos
El duelo ante la muerte es un proceso que ayuda a las personas a ir asimilando poco a poco la pérdida de un ser querido, es el puente hacia la aceptación, adaptación y reorganización de la nueva realidad.
La sociedad se prepara para la vida, para disfrutar, amar, trabajar y compartir con las personas cercanas. En la actualidad, esta celebración inicia con la noticia del embarazo y los rituales comienzan desde la fiesta para descubrir el sexo del bebé durante la gestación; En ese momento nadie piensa cuándo será el fallecimiento del nuevo ser. La realidad es que se nos olvida que somos parte de un ciclo que tiene principio y fin: todas y todos nacemos para encontrarnos en algún momento con la muerte.
La palabra duelo procede del latín dolus, que significa dolor. Ante él, los rituales son necesarios para sentir un poco de consuelo de la gente que nos rodea. En nuestro país es común vestirse de negro como símbolo de respeto y seriedad ante la pérdida. Las tribus africanas acostumbran cubrir sus cuerpos con ceniza blanca para alejar lo que consideran malos espíritus, mientras que en la India se visten de color blanco para representar la pureza.
Los hindúes tienen la creencia de que el alma no muere y buscará reencarnar en cualquier ser vivo. Dependiendo de las acciones durante la existencia anterior, podría ser en un cuerpo humano o de un animal. Para el budismo es semejante: la muerte es sólo algo transitorio para el alma; es como buscar otro ropaje, es decir, otro cuerpo para renacer. Para el catolicismo, el objetivo principal de los rituales fúnebres es la despedida de quien falleció, cuya alma será juzgada según sus acciones.
Sin importar el sistema de creencias de las diferentes culturas en relación a la muerte, todo duelo tiene como finalidad que la mente de quienes experimentan la pérdida encuentren paz, consuelo y esperanza, paliando la angustia ante lo irremediable e irreversible: la muerte física de alguien quien amamos. Creer en algún lugar especial o en el alma eterna disminuye las emociones desagradables o que chocan con la realidad que se está viviendo.
¿CEMENTERIOS DIGITALES?
En un estudio publicado en 2019 por Carl J. Ohman y David Watson de la Universidad de Oxford, se proyectó que en el año 2070 habría más cuentas de Facebook de personas difuntas que vivas, debido a que ha disminuido la afiliación a esa red social y se estima que para esa década los usuarios actuales habrán fallecido, según los índices de mortalidad de los países analizados.
Los efectos de estas cuentas conmemorativas dependerán del sistema de creencias de quienes interactúan con ellas. Escribir mensajes de afecto y memorias de momentos compartidos en los perfiles de personas fallecidas, puede dificultar la aceptación de la ausencia y desencadenar un luto prolongado, o incluso insano, al crear la fantasía de sostener una relación con el difunto. Al expresar los sentimientos de forma pública, se busca inconscientemente recibir amor y consuelo, que alguien responda hacia ese llamado de una voz que jamás volverá a escucharse.
Las redes sociales sí pueden convertirse en un apoyo ante la pérdida, siempre y cuando se usen con el objetivo de honrar el paso por el mundo de un ser querido, aunque no es recomendable que sean la herramienta principal para ello porque, como ya se mencionó, no se puede sostener un vínculo con alguien que ya no está.
El riesgo de duelo patológico incrementa con las cuentas conmemorativas porque acceder a ellas es demasiado fácil y es algo que puede hacerse en cualquier momento (en el trabajo, en la escuela, en el transporte, etcétera), a diferencia de una visita al cementerio, que se hace como un momento especial que no se entremezcla con la vida cotidiana.
Es necesario permanecer en contacto con la realidad y encontrar qué hacer con los afectos y energía que se depositaban en quien ya no está, teniendo conciencia de lo afortunados que somos al abrir los ojos y poder experimentar el mundo a través de nuestros sentidos. Esa también es una forma de honrar la memoria de aquellos que se han ido.
En la práctica de la psicología clínica, el duelo se trabaja tomando en cuenta que no es un proceso lineal. Una de las metas en terapia es recuperar el bienestar emocional de los pacientes, que se reorganicen y se adapten a las actividades diarias, dándose permiso de volver a sentir alegría y recuperar sus ganas de vivir.
DUELO SANO EN EL MUNDO REAL
Según la tanatología (disciplina psicológica enfocada en los procesos relacionados con la muerte), no hay un orden específico para experimentar las emociones propias del duelo: la negación, la negociación, la ira, la tristeza y la aceptación se pueden sentir en diferentes momentos e intensidades, y la forma de expresarlas puede variar. Algunas personas, por ejemplo, reprimen lo que sienten y no lo muestran ante la sociedad, pero eso no significa que no les esté doliendo la pérdida.
Cuando ocurre una muerte, quienes reciben la noticia viven inicialmente una etapa de impacto. Es en ese momento cuando los rituales sociales de acompañamiento sostienen a los familiares o amistades que atraviesan emociones intensas y desbordantes. El afecto y la compañía son clave para lograr atravesar esta fase.
Si se ha diagnosticado una enfermedad crónico-degenerativa o terminal en alguien, el duelo se anticipa porque el tema de la muerte se vuelve parte de la vida de las personas cercanas al enfermo. En cambio, el proceso ante un fallecimiento inesperado puede ser desestabilizante y devastador para los seres queridos del difunto. El impacto emocional de la noticia es mayor, pues nadie se había preparado para recibirla. Entonces se dificulta la adaptación a la nueva realidad.
Después del impacto inicial de la noticia, se experimentan síntomas depresivos a través de emociones incómodas como la tristeza o la ira, corriendo el riesgo de gestar un cuadro depresivo mayor con conductas de aislamiento, insomnio o falta de apetito.
Sin embargo, superando esta parte del proceso, el duelo comienza a resolverse cuando se entra en la etapa de aceptación. Al asumir la realidad se inicia la recuperación, reconociendo a la muerte como como parte inherente del ciclo vital del ser humano: nacer, vivir y morir es nuestra naturaleza.