Reza el célebre dicho: Por sus palabras los conoceréis. De esa manera, una serie de pronunciamientos públicos muestra una narrativa deseosa de intervenciones e injerencias externas. Los más inocentes, desean una tutela. Quisieran, ante todo, que nos digan los que debemos hacer. Acaso, porque no sabemos o porque no podemos como el "primer mundo". Sin embargo, de esa narrativa que se reproduce en los medios, también se desprende una intención mayor. Dado que no sabemos gobernarnos o vivir con orden, nuestros vecinos deben hacer las cosas por nosotros.
Previo a las elecciones para renovar el Congreso en los Estados Unidos (noviembre 2022), se reprodujo el susodicho discurso: "Está gobierno de México en la mira republicana". Según la nota, a varios legisladores norteamericanos les resulta insuficiente el combate al narco, aunque sean como nación, los mayores consumidores del mundo. Sin duda, les preocupa que no tengamos más guerra, como si la inercia actual no fuera suficiente para la tremenda cuota de sangre que aportamos. ¿Cuánto estará bien? ¿100 mil muertos más?
En materia energética, piden no afectar los intereses del vecino y seguir sus políticas como ellos mandan. Otros, más audaces, no sólo van por los negocios, sino gustan de la política interior como si fuera la propia. En ese sentido, el senador demócrata, Bob Menéndez, pidió al Secretario de Estado, Antony Blinken, intervenir por el INE en México. Voces similares en el país se han pronunciado, como si el vecino fuera a resolver nuestros problemas. En conversaciones, se suele escuchar una frase tan mágica como cándida: "Estados Unidos no lo va a permitir". ¿Qué sigue?
En la reciente convención partidista de los republicanos, el defenestrado presidente Trump, se jactó de haber sometido a México con el asunto migratorio. Según el bravucón, amenazó con imponer aranceles del 25 por ciento a la exportación de vehículos. Sin duda hay influencia o imposición, como sucedió con la agenda migratoria, pero tampoco se cumplen al pie de la letra todos los anhelos intervencionistas. La historia nos ofrece ejemplos de intervenciones desastrosas para el país. Esta semana, conmemoramos (recordar juntos), el 110 aniversario de la Decena Trágica, es decir, aquellos días en que el presidente Francisco I. Madero, fue depuesto violentamente por un golpe de estado. El 9 de febrero de 1913, los conspiradores inician la destrucción del gobierno electo democráticamente, a balazos y cañonazos. Los generales Manuel Mondragón y Aureliano Blanquet liberan a Félix Díaz, sobrino del dictador, y a Bernardo Reyes, militar de viejo cuño. Muy cerca del presidente, el general Victoriano Huerta impulsa desde dentro, el golpe. La traición está a la orden del día. A punta de balazos y cientos de muertos, tomó forma la violenta caída de Madero y su vicepresidente, José María Pino Suárez. Desde antes, la elite capitalina evidenció su desprecio al presidente, y añora los tiempos de don Porfirio. La prensa es inmisericorde y a diario ridiculizan al mandatario. Sin duda, Madero es el presidente más calumniado. Basta leer la prensa y las caricaturas de la época. Ingenuo es lo menos que se dice, pero el coahuilense, es un hombre de buena voluntad alejado de la mano dura.
Desde la embajada de los Estados Unidos, el embajador, Henry Lane Wilson, va más lejos. Se reúne con los golpistas, los apoya y hacen acuerdos. Wilson no ocultó su desdén a Madero, incluso lo amenazó con una intervención militar, si antes no renuncia. "Yo pondré orden". Cada vez que puede, se pavonea de que él orquestó la caída del presidente. La complicidad del embajador es tal, que aquella reunión se le conoce como "Pacto de la Embajada". El 19 de febrero, México tiene tres presidentes en un día. Madero, obligado a renunciar a punta de pistola. Nombran a Pedro Lascuráin, quien hace el infame papel de ocupar el cargo por 45 minutos, sin duda el presidente más "honesto", para luego renunciar y ceder el lugar a Huerta. Todo conforme a la ley. El 22 de febrero, trasladan a Madero y Pino Suárez a la penitenciaría. Los llevan en automóvil desde Palacio Nacional. Al llegar, Madero recibe un balazo en la nuca y a Pino Suárez lo fusilan. Así concluyó el gobierno de 15 meses. Lo más duro: se mató a la democracia para enterrarla el resto del siglo XX. Ese mismo día, Huerta y su gabinete asistieron a la embajada estadounidense para celebrar el natalicio de Washington. ¡Vaya ironía!
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