(MARÍA DE JESÚS VÁZQUEZ)
“Uy yo tenía cinco, seis años cuando vendía naranjas, rebanadas de sandía, piña y mangos. Traía un lavamos (bandeja) lleno de fruta” platica sonrientemente Lorenzo Ramírez al evocar sus recuerdos de su niñez en el mercado municipal Benito Juárez de San Pedro, pues sus padres fueron de los primeros locatarios.
Pese a que fueron nueve hermanos del matrimonio conformado por María del Refugio Solís y Faustino Ramírez, solamente él y un hermano continuaron con la actividad, pero don Lorenzo vendió su local, mediante el cual logró sacar adelante a su familia y “darles estudios” a sus hijos, la mayoría maestros de profesión, pero decidieron no continuar con el negocio.
El señor tiene 85 años y no escucha, para platicar con él deben escribirle las frases o las preguntas, pero sus sobrinos dicen que aunque ya no tiene su puesto, muy seguido los visita. Se sienta en un lugar estratégico para estar al pendiente de cuando llegan los clientes; es la nostalgia dicen.
Aunque desconoce cuantos años tiene el mercado, solo atina a decir que ya va a completar 100 años, pero lo que si tiene presente es que cuando sus padres empezaron con los locales, eran muy pocos los comerciantes que había.
“El Pollo Solís, el carnicero Julio, Casimiro Solís, ahí tenía su carnicería El Barril. Los puestos estaban abajo, todavía quedan algunos de allá atrás” platica.
Los sobrinos cuentan que debido a que la primera vez que se incendió, utilizaron los escombros y rellenaron el terreno, por eso quedó un poco elevado y le pusieron escalones, un segundo incendio se registró, pero ese causó menos daños. Cuentan la anécdota, por también desde niños su papá los involucró en el negocio, en el cual ahora ofrecen artesanías, juguetes, imágenes religiosas, cazuelas, molcajetes y demás artículos tradicionales, incluso uno de ellos es profesor jubilado, pero ahora se dedica prácticamente al local.
Los abuelos iniciaron con la Frutería Ramírez y en otro espacio vendían aguas frescas y don Lorenzo cuenta que ahí ofrecía las rebanadas de fruta a la gente que llegaba, principalmente de los ejidos para surtir la despensa.
En esos años, dicen, en el mercado todos estaba lleno de color y cada fin de semana llegaban muchas familias para comprar todo lo que necesitaban, echaban sus alcatraces o “cucuruchos” hechos con periódicos o papel canela a las enormes bolsas que llevaban para cargar su “mandado”.
Con la llegada de las cadenas de supermercados la tradición se ha ido perdiendo, dicen los sobrinos del señor Lorenzo, por eso han tenido que ingeniárselas para sacar a “flote” sus negocios. Con las artesanías le va bien, pero solo en la temporada vacacional, pues las familias que ahora residen en Estados Unidos o en las ciudades fronterizas, compran los recuerdos para regalar o en diciembre con las imágenes religiosas. El resto de año ofrecen mercancía de acuerdo a la celebración, por ejemplo, las coronas para los difuntos.
Don Lorenzo en cambio atesora los recuerdos de las experiencias vividas, desde su niñez como comerciante del mercado municipal.