Otra recomendación de Wagner es que las escuelas y las universidades hagan énfasis en el pensamiento interdisciplinario. (ARCHIVO)
En nuestro país, el déficit para la innovación -falta de ingenieros, científicos y técnicos-, es muy dramática porque la mayoría de los estudiantes universitarios optan por carreras en ciencias sociales y humanidades, además, nuestro sistema educativo continua con planes de estudios que hacen que el estudio que hacen que el estudio de las matemáticas y las ciencias no sea atractivo.
Si bien en los últimos 10 años el número de ingenieros en relación con el número de habitantes creció en México, aún es bajo en comparación con otros países.
Actualmente los asiáticos llevan la delantera en la 'producción' de ingenieros, según un ranking elaborado por la consultora Engineering Trends, la cual ubicó a Corea del Sur en el primer puesto, a Taiwán en el segundo y a Japón en el tercero. México ocupó el lugar 24, según el número de ingenieros por cada millón de habitantes.
Las universidades mexicanas gradúan más licenciados del área de ciencias sociales y administrativas que del área de ingeniería y tecnología. En promedio, la primera aporta cada año 50% de los graduados, mientras que la segunda alrededor de 28%, según datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Lo mismo ocurre con los posgrados, donde 48% de los egresados proviene del área de ciencias sociales y alrededor de 10% de ingeniería y tecnología. Quedarse atrás en la producción de ingenieros es peligroso en tanto que afecta la capacidad de los países para incrementar su desarrollo tecnológico.
¿Cómo estimulan en los países más avanzados los estudios de matemáticas, ciencia y tecnología? En muchos casos, estimulan estos estudios jugando, y no es broma. Se debe cambiar radicalmente la forma en que se enseñan estas materias. Diseñar un pequeño submarino o un robot y que los niños entiendan que la ciencia es una herramienta para hacer algo que quieran hacer y no un desierto que tienen que cruzar para encontrar un buen trabajo una vez que lo hayan atravesado.
En Singapur, las escuelas primarias escogen a los niños más hábiles en matemáticas y los encauzan a escuelas técnicas desde muy pequeños. En los países más exitosos, se aseguran de que en todas las escuelas tengan laboratorios modernos de química y física para que las materias científicas sean aprendidas de la manera más divertida posible, porque la clave es hacer que las ciencias y la ingeniería sean materias divertidas y no algo abstracto, solo entendible para los alumnos más brillantes.
Eugenia Garduño es directora para México y América Latina de la Organización de Cooperación Económica (OCDE) -organización de los países industrializados que administra la prueba PISA de estudiantes de 15 años en todo el mundo-, opina que cuando los jóvenes ya están en la educación secundaria, ya es demasiado tarde para estimularlos a seguir carreras científicas o técnicas, ella opina que eso hay que hacerlo desde la educación preescolar porque ahí es donde se empiezan a definir las tendencias de los estudiantes.
De acuerdo con Tony Wagner, especialista en educación de la Universidad de Harvard, el principal objetivo de las escuelas hoy ya no es preparar a los jóvenes para la universidad, sino prepararlos para la innovación. Dice que "Lo que uno sabe es cada vez menos importante, y lo que uno puede hacer con lo que sabe, es cada vez más importante. La capacidad de innovar, la habilidad de resolver problemas creativamente o convertir nuevas posibilidades en realidad y las habilidades como el pensamiento crítico, la capacidad de comunicar y de colaborar con otros, son mucho más importantes que el conocimiento académico".
Otra recomendación de Wagner es que las escuelas y las universidades hagan énfasis en el pensamiento interdisciplinario. El sistema actual premia la especialización, a los estudiantes se les pide que se gradúen en una carrera determinada, pero los problemas nunca pueden ser entendidos o resueltos en el contexto de una sola disciplina. Las mejores universidades son las que están permitiendo a sus estudiantes construir sus propias carreras interdisciplinarias como medicina robótica o ingeniería médica o diseño para el desarrollo sustentable o biología matemática. Así será cada vez más la educación universitaria del futuro.
Esto mismo ocurre en todos los órdenes de la vida. Si una empresa se pregunta sencillamente cómo vender más, solo está limitando su esfera de pensamiento a cómo mejorar los productos que fabrica, agilizar sus redes de distribución o mejorar sus estrategias de mercadotecnia. Pero, si en cambio, se preguntara cómo aumentar sus ingresos y contribuir más a la sociedad, aumentaría radicalmente su campo visual y encontraría nuevos productos o servicios que nunca había contemplado.
En las escuelas, en las empresas y en el gobierno, deberíamos incluir una rutina para estimular el análisis de los problemas desde diversos ángulos, mediante el planteo de diferentes preguntas, porque muchas veces, el secreto no está en las respuestas, sino en la pregunta.
Fuente de referencia: Andrés Oppenheimer, Cambiar o morir. William D. Eggers, The solution Revolution. Luke Williams, Disrupt.