En el corazón del mercado Benito Juárez de Torreón, se encuentra un hombre excepcional: Armando Romero Martínez, conocido cariñosamente como “Cuate”.
Su apodo proviene de su notable semejanza con su hermana. Con una experiencia de 37 años, Armando se ha convertido en una figura icónica, debido a su destreza única en la restauración de imágenes religiosas.
El local de Armando es un refugio de habilidad y pasión, donde cada imagen encuentra nueva vida en un plazo máximo de 15 días.
“Primero pegó las piezas, le voy dando la forma, preparo una pastita, con un pegamento especial que yo compro y con yeso, luego ya las resano, lo dejo que se seque bien, luego ya lo empiezó a tallar, a lijar bien, ya cuando quede bien tallado y limpio, ya se le pinta”.
Su experiencia es especialmente demandada durante la temporada alta, que se extiende de octubre a febrero.
Durante este período, numerosas personas recurren a él para restaurar sus queridas imágenes de San Judas Tadeo, niños dioses y vírgenes de Guadalupe. Muchas veces, se enfrenta al desafío de reconstruir estas figuras como si fueran enredados rompecabezas.
Su destreza y dedicación han hecho que su taller sea un punto de referencia en el mercado. El aprendizaje de este oficio se remonta a su juventud, cuando ayudaba a un hábil artesano llamado Juan Manuel Mérales en los puestos navideños, a quien le guarda un gran cariño por el apoyo que le brindó.
Desde entonces, Armando ha perfeccionado su habilidad y ha restaurado efigies de culto de toda la región lagunera, así como de otros estados de México e incluso de Estados Unidos.
Una anécdota memorable en la vida de Armando es la restauración de una imagen de San Martín de Porres. Después de completar esta labor, recibió una inesperada visita de un medio de comunicación local, lo que catapultó su reconocimiento y le brindó aún más trabajo.
Sin embargo, Armando no busca la fama; su enfoque principal es sacar adelante a su familia: su esposa, sus dos hijos y sus nietos.
“Vino un cuate, me trajo la figura así partido a la mitad, con lodo, con mucha tierra, como que tenía muchos años guardado. Me preguntó que si lo podía reparar, yo le dije que sí, que me comparara una estampita del santo para ver cómo es y poder hacer la parte de abajo que le faltaba. Cuando yo empecé a repararlo le pedí al santito que me trajera trabajo, y en eso, a los 40 minutos me cayó trabajo”, recordó el restaurador con un nudo en la garganta y a punto de soltar las lágrimas.
En estos momentos de su vida, Armando no persigue un sueño en particular, ya que recientemente perdió a su madre. Su objetivo principal es brindarles un mejor futuro a sus seres queridos. Invita a todos a visitarlo en su puesto y aprovechar sus servicios de restauración.
Armando “Cuate” es una joya en el mercado Benito Juárez, donde la pasión y la destreza se unen para preservar la belleza de las imágenes religiosas que son tan significativas para la comunidad.
El fervor del restaurador