Presume el reluciente Tren Maya, estrena un recorrido equivalente al 10% del total, invita a la crema y nata de la política y el empresariado… y al día siguiente el tren se queda parado una hora.
Presume que hoy mismo la refinería de Dos Bocas va a empezar a producir, pero lo único que produce es una cosa que se llama "nafta primario" que está a meses de distancia de ser gasolina o diesel.
Presume que él no es como los de antes y a los tres días llena de elogios a Alfredo del Mazo, el gobernador saliente del Estado de México quien por apellido, grupo político, partido y hasta estilo personal es un símbolo de lo que el presidente solía llamar "la mafia del poder".
Jura que no se mete en las elecciones, pero en cosa de días baja a Zoé Robledo (IMSS) de su aspiración por la gubernatura de Chiapas, baja a Octavio Romero (Pemex) de su aspiración de gobernar Tabasco y sube a Javier May (Fonatur), y alienta a Samuel García (Nuevo León) para que se postule a la Presidencia por otro partido que le puede servir para quitarle votos a la oposición.
Pero ningún desmentido tan contundente como El Nuevo Culiacanazo, la suntuosa y excéntrica fiesta de cumpleaños de la hijastra de José Ramón López Beltrán, hijo mayor del presidente López Obrador. El derroche, el exceso, el lujo en el salón de fiestas más cotizado de Culiacán, Sinaloa. Un día después del Informe y mientras el papá se atoraba en el Tren Maya. Vaya golpe.
Cada que el presidente habla de que se acabó la corrupción, ahí está su hijo José Ramón para desmentirlo. Cada que el presidente asegura que se terminaron los privilegios, ahí está su hijo José Ramón para desmentirlo. Cada que el presidente dice que ya no son como los de antes, ahí está José Ramón para desmentirlo. Cada que promete separar el poder económico del poder político o que la austeridad es el gran valor de su gobierno, ahí está José Ramón para desmentirlo.
José Ramón López Beltrán, hijo del presidente de México, es el desmentido mismo del discurso de su papá.
SACIAMORBOS
En el Diario Oficial de la Federación se acaba de publicar discretamente una reforma reglamentaria promovida desde los pasillos de Palacio Nacional. Consiste en que ahora los directores generales de las Unidades de Administración y Finanzas (oficiales mayores) van a ser nombrados por la Secretaría de la Función Pública. Un descaro: los encargados de administrar los recursos serán puestos por los encargados de auditarlos. El auditado es gente del auditor. Un conflicto de interés flagrante que busca tapar los desvíos, diluir las auditorías, maquillar las cifras. El oficial mayor desvía el dinero y firma contratos falsos, y el Órgano Interno de Control audita y dice que todo está bien. Así van a poder desviar todo lo que quieran a la campaña presidencial. Cuentan en Palacio que las nuevas designaciones van a ser propuestas por Alejandro Esquer, secretario particular de AMLO videograbado en un carrusel de cash por sucursales bancarias en las que se formaba repetidamente, y el vocero Jesús Ramírez, que hasta empresas fantasmas ha alimentado.