En un capítulo extraordinario de la historia estadounidense, por primera vez un expresidente de los Estados Unidos se presentó en un tribunal penal y frente a un juez para escuchar los 34 cargos de falsificación de registros comerciales que se le imputan.
Anderson Cooper, presentador estrella de CNN, anunció a las 13:24 horas, del pasado martes: "Donald J. Trump está bajo arresto".
Fue un show mediático, tal y como Trump debió planearlo.
Existen versiones de que al expresidente se le ofreció llevar a cabo su lectura de cargos (arraignment) a través de una videollamada. En su lugar, Trump optó por presentarse al mediodía en el tribunal al sur de Manhattan y era lógico que fuera así. Lo que buscaba era que lo vieran, que hablaran de él y que se reportara que se había convertido en un "prisionero político".
Tan solo hay que observar las fotos de su salida de la "Trump Tower", volteando a ver a los fotógrafos y posando con el brazo derecho levantado, con el puño en lo alto, y escenificando "yo soy la resistencia".
Había gran expectación sobre la foto de arresto que le tomarían y que el propio expresidente hubiese querido que se filtrara. Esa fotografía nunca ocurrió por tratarse de un expresidente, pero su equipo de campaña no tardó en ofrecerla en la tienda oficial de Trump. Con una donación de 47 dólares (o más) a su campaña, uno se podía hacer de una camiseta blanca con una impresión claramente trucada de Trump siendo fichado y con las palabras "NO CULPABLE".
Desde que se supo que sería citado a comparecer, su campaña ha recaudado más de 7 millones de dólares. Sin embargo, su verdadera ganancia no fue económica, sino política.
La cobertura mediática que recibió fue mundial, no solo en Estados Unidos.
Volvió a poner su nombre y su figura en lo más alto del partido Republicano. Inhabilitó totalmente las candidaturas de sus adversarios republicanos como Ron DeSantis e incluso obligó a sus propios críticos partidistas a salir a su defensa.
Marjorie Taylor Greene, congresista de ultraderecha y "Trumpista", no dudó en compararlo con Nelson Mandela e incluso con el mismo Jesucristo. (Lo que confirma que loquitos hay en todas partes del mundo).
En Palacio Nacional, el presidente López Obrador criticó los cargos imputados contra Trump. Dijo que la acusación tiene motivaciones políticas. "Reitero, refrendo, mantengo mi postura de que no debe de utilizarse lo jurídico, los asuntos supuestamente legales con propósitos político-electorales. Por eso, no estoy de acuerdo con lo que le están haciendo al expresidente Trump, no estoy de acuerdo. Es que yo ya lo padecí", declaró.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha de ver mucho de sí mismo en Trump. Ambos han declarado de manera recurrente que les han robado elecciones presidenciales, ambos han atacado de manera negligente, constante y brutal a los medios de comunicación y ambos fueron, son y serán "mártires". No de sus propios actos y malas decisiones sino de los demás.
Lo que vivió Trump el martes, no fue la experiencia completa de la justicia penal estadounidense. Tuvo el privilegio de programar su visita al tribunal y llegar dos horas tarde. No fue esposado, no existieron fotos del fichaje policial, no hubo presentación a medios. Salió desde su lujosa residencia "Mar-A-Lago", en Florida, siendo escoltado en todo momento por el Servicio Secreto. Tomó su avión privado y fue asesorado en todo momento por su equipo de abogados y asesores políticos. Donald Trump demostró el gran poder que posee.
Ahora toca esperar y ver qué lado de la balanza se inclina más: Del peso del poder político o del peso de la Ley.
Y el asunto no es menor porque las fantasías de imitación siempre pueden tropicalizarse.
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