México necesita una Corte sana; López Obrador una cortesana. El presidente quiere asegurar un voto leal, incondicional, que sin importar qué, levante la mano y argumente a su favor. La Corte necesita juristas independientes que entiendan que su papel no es darle gusto al presidente, al capital o a los poderes fácticos sino a la ley.
Tiene razón el presidente cuando dice que la Corte se puede prestar al tráfico de influencias, que el capital tiene mucho más acceso a los ministros que lo que puede tener cualquier ciudadano. Pero lo mismo podemos decir del Poder Ejecutivo: a quien invita a desayunar tamales de chipilín López Obrador no es a los líderes de las colonias populares sino a los grandes empresarios, comenzando por Slim, a quien, por cierto, en una decisión absolutamente arbitraria y contraria a la ley, él mismo decidió no demandarlo por el derrumbe de la Línea 12. El presidente hace, pues, exactamente lo mismo que critica a los ministros. El tráfico de influencias sigue siendo la forma de corrupción más cotidiana y arraigada en este país.
¿Cuál es la diferencia entre un ministro que, suponiendo sin conceder, vota por intereses creados, y un ministro que vota por lealtad a un proyecto político? Ninguna. Justificar el nombramiento de una persona que no tiene el perfil para la Corte porque es leal es en sí mismo un acto de corrupción. Muchos criticamos, y con razón, el nombramiento de Eduardo Medina Mora, porque no cumplía el perfil. Fuimos muchos, incluyendo a la actual secretaria de Gobernación, María Luisa Alcalde, que hoy ve pasar en la terna a su hermana que tampoco cumple el perfil. Para entender la gravedad del asunto pensemos qué hubiera dicho el entonces líder opositor Andrés Manuel López Obrador si Peña Nieto hubiese hecho ministro de la Corte a la esposa de Juan Armando Hinojosa, el dueño de grupo Higa, contratista favorito del sexenio; o si hubiera propuesto en una terna a la hermana de Osorio Chong o a su consejero Jurídico, Humberto Castillejos. Sin duda habría hecho un escándalo. Así de escandalosa es la terna que propone hoy el presidente para ocupar la silla que deja Zaldívar.
Una cosa es no estar de acuerdo con la mayoría y otra es votar sin distinción cualquier proyecto que proponga el poder Ejecutivo. Lo que habla bien de un ministro es que no vote a favor todo lo que mande el presidente que lo propuso, como fue el caso de Arturo Zaldívar frente a Calderón y ha sido el caso de los ministros Margarita Ríos Farjat y Juan Luis González Alcántara frente a López Obrador. Es la independencia y no la sumisión lo que los hace relevantes para la nación.
Está claro que el presidente quiere una cortesana, otra más, en la Corte. La pregunta es si Bertha Alcalde, Lenia Batres y María Estela Ríos quieren jugar ese papel.