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Los equipos de rescate marroquíes y de otras nacionalidades como la española y la británica continúan buscando cadáveres entre los escombros de pueblos del Atlas marroquí, cinco días después del terremoto que causó más de 2 mil 946 muertos y 5 mil 674 heridos.
En el pueblo de Imi N'Tala, en las montañas del Atlas, casi no quedan casas en pie. Todo se reduce a escombros que se esparcen como agua y bloquean la única carretera que une las aldeas de esta zona situada a unos 70 kilómetros al sur de Marrakech.
El olor a cuerpo descompuesto golpea como un bofetón nada más entrar en Imi N'Tala. Al final de la localidad, un anciano con vendas en la cabeza le señala con una de sus muletas a un rescatador británico, que no entiende sus palabras, dónde estaba su casa, reducida ahora a un montón de piedras.
En esa zona, la violencia del temblor de 7 grados en la escala Richter del pasado viernes quebró la montaña y las rocas desprendidas sepultaron varias de las casas.
Un equipo de bomberos marroquíes se afana con denuedo en alcanzar un cadáver localizado en la parte alta de la población. En varios minutos y numerosos intentos, consiguen mover una enorme piedra que les impedía seguir excavando y seguir sacando arena.
Unos cuarenta metros más abajo, dos perros de la Unidad Militar de Emergencias (UME) española intenta localizar algún cuerpo, recorriendo en todas direcciones lo que antes era una vivienda. Son las cuatro de la tarde (las 15:00 GMT).
Antes de llegar a Imi N'Tala, la UME se ha pasado toda la mañana esperando en el campamento de las fuerzas de emergencia extranjeras a que las autoridades marroquíes les llamaran para ponerse en marcha.
Llevan concentrados desde el fin de semana en Amizmiz, junto a fuerzas del Reino Unido y de Catar, además de otros equipos de rescate españoles de los cuerpos de bomberos de Granada y de Cataluña y, hasta bien pasado el mediodía, no reciben la posible localización de un lugar donde podría haber cadáveres.
Tras montar el equipo en los camiones, parten junto a un grupo de emergencias británico rumbo a Imi N'Tala, a donde llegan tras recorrer una estrecha carretera por la que es necesario maniobrar cuando dos vehículos se encuentran de frente.
Por el camino, se atraviesa una decena de aldeas en las que sus habitantes han levantado jaimas de plástico entregadas por el Ministerio de Interior para que se protejan de las eventuales lluvias que podrían producirse en los próximos días.
En las entradas o salidas de las poblaciones, en las plazas o en los terrenos colindantes se levantan pueblos paralelos de plástico amarillo y también azul, desde Amizmiz hasta Imi N'Tala siguiendo la zigzagueante carretera montañosa.
La marcha es entorpecida tanto por la dificultad del ritmo de los camiones, como por las actividades de varias ONG locales, que llevan hogazas de pan, mantas y hasta corderos que regalan a los damnificados por el seísmo y que en ocasiones se detienen y bloquean la carretera.
Cuando llega a Imi N'Tal, el equipo de rescate de la UME tiene que seguir el camino a pie porque las rocas y los muros desechos invaden el camino.
En la zona de rescate, un centenar de personas entre los servicios de emergencias, vecinos y periodistas, se amontona sobre los restos de paredes derrumbadas y rocas desprendidas del Atlas.
A las 16:45 hora local, todos sienten el mismo temblor bajo sus pies, dos veces. Es una réplica de 3.9 grados. Después de un instante de silencio, se desata el pánico y los bomberos marroquíes y las personas que están a su alrededor comienzan a correr colina abajo por temor a que todo se hunda.
Pero tras varios gritos llamando a la calma, la situación vuelve a una tranquilidad relativa y los equipos de emergencia español y británico recomiendan abandonar la zona: una parte de la montaña podría desprenderse.
Tras salir, ambos equipos estudian la situación y tras concluir que los perros no han encontrado ningún rastro humano, deciden que es momento de volver a la base, quizá con la esperanza de mañana tener más suerte y poder ayudar a que las víctimas recuperen los cadáveres de sus seres queridos que la tierra se resiste a entregarles.