Historia para las nuevas generaciones: La mayor parte de la sociedad lagunera no se percató de la última visita de Carlos Salinas de Gortari a esta región del norte de México en su calidad de presidente de la República, aquel 4 de noviembre de 1994. Transcurrían seis años de castigo a La Laguna. Se iba de la comarca como empezó en 1988: con actos deslucidos, apurados, rellenos con acarreados y peticiones de solución a problemas no resueltos.
Esta última era una gira de mero trámite, a fin de proyectar la imagen de un cierre de sexenio con broche de oro.
Pero el desgaste era evidente. Sólo unas cuantas personas acudieron a recibirlo en el aeropuerto de Torreón esa mañana. Y quienes acudieron al Estadio de la Revolución en la tarde para recibir las escrituras de sus casas, "el pedacito de México" que de por sí ya les pertenecía, no lo hicieron por voluntad propia.
Temprano, en la sala de espera del aeropuerto Francisco Sarabia de Torreón hubo más periodistas que funcionarios y otros lambiscones, gente de alguna organización o personas que siempre acudían a pedirle algo a su "señor presidente".
Un rebaño de agentes del Estado Mayor Presidencial, de la policía ministerial, del Ejército y de la policía municipal, completaba el escaso contingente que merodeaba afuera, en el estacionamiento.
El aburrimiento era tanto que abría la posibilidad de bromear y distraerse con tonterías.
-Mira, el alcalde trae buen quórum -dijo en chunga Claudio Bress, jefe de Comunicación del gobierno de Coahuila, cuando el entonces presidente municipal de Torreón, Mariano López Mercado, fue rodeado por reporteros que antes entrevistaron al gobernador Rogelio Montemayor.
Hacía malabar con las palabras el alcalde para transformar en creíbles las supuestas bondades del salinismo: "Lo primero que tiene que entender el pueblo es que Carlos Salinas se convirtió en un reformador, que rompió varios esquemas políticos, económicos y sociales. Tenemos un país distinto al de 1988. Salinas cumplió hasta el último momento la responsabilidad que tuvo con todos los mexicanos".
En su juego de palabras, López Mercado dijo: "Hubo cosas importantes en La Laguna. Tal vez la más trascendente y con mayor impacto en la comarca fue la reforma al artículo 27. Creo que nos fue bien".
Los comentarios del gobernador Montemayor apuntaron en el mismo sentido: "El compromiso del presidente Salinas se manifiesta en hechos. Por ejemplo, se aumentaron veinte veces los recursos del Convenio de Desarrollo Social, varias ciudades del estado fueron incorporadas al Programa de las Cien Ciudades, tenemos un importante apoyo para la infraestructura de la producción y lo más trascendente para el futuro es el impacto positivo que con más inversiones y posibilidades de empleo estamos recibiendo con el Tratado de Libre Comercio".
Reporteros, fotógrafos y camarógrafos fueron encerrados como siempre en un corral de tubos por el Estado Mayor Presidencial cuando un helicóptero de la Armada abrió paso al aterrizaje del avión TP-01 de la Fuerza Aérea Mexicana, del que descendieron Carlos Salinas, Carlos Rojas, Emilio Gamboa y Genaro Borrego.
Casi seis años después de haber presentado a La Laguna como región piloto para la aplicación de las políticas federales del sexenio, Salinas de Gortari dijo esa mañana en Torreón que el Plan de la Nueva Laguna "es ahora un hecho inconmensurable en sus propias cifras" y que ello "es obra de los propios laguneros".
Los resultados alcanzados, dijo, "son alentadores, aunque hay más por hacer, pero para nosotros lo fundamental es cumplir lo que prometimos y en los hechos es lo que realizamos".
Añadió: "Fueron seis años de trabajo con los laguneros a favor de La Laguna y durante todo este tiempo hemos creado condiciones para que la región pueda desarrollarse con mejores perspectivas para todos sus habitantes. En la reconversión productiva avanzamos bastante".
La víspera de esa última visita de Salinas, unas 18 comunidades rurales de Mapimí, Durango, denunciaron el insulto que representaba para ellas los 800 "nuevos pesos" que pretendían pagarles por hectárea de terreno eriazo y mil 300 por hectárea de agostadero, según cotización de la Comisión de Avalúos de Bienes e Inmuebles Nacionales, como indemnización por los perjuicios causados a sus tierras de temporal por el trazo de la autopista Gomez Palacio-Zavalza; y exigían se incrementara a 16 mil "nuevos pesos" por hectárea, similar al pago recibido por ejidatarios afectados por la construcción de la carretera Gómez Palacio-Cuencamé.
Concluían seis años de castigo salinista a la región de La Laguna, marcada a profundidad por el estigma nacido tras el estallido social, campesino-popular, de 1988.
Transcurría el periodo más orgánico del neoliberalismo en México, de la acumulación de capital sobre todo por tráfico y despojo de tierras y aguas, asimismo en las cuencas centrales del norte.
Se fue Salinas de La Laguna, pero dejó la herencia maldita, hasta el día de hoy.
@kardenche