Pierre Bourdieu compara la sociología con un deporte de combate para expresar la idea de que el trabajo del sociólogo, especialmente cuando se enfoca en cuestiones de poder, desigualdad y conflicto social, no es una actividad académica neutral. Más bien, esta disciplina tiene una visión aguda sobre temas políticos y sociales que incomodan a las élites del poder, sin importar su orientación ideológica, su jerarquía o su nivel de influencia.
La esencia de esta disciplina se centra no solo en comprender, sino también en abordar las desigualdades generadas por las inconsistencias en la distribución del capital económico, político, cultural y simbólico. En otras palabras, se atreve a iniciar discusiones cuestionando la moralidad y la ética que normalizan las conductas humanas.
En su artículo "La sociología, ¿es una ciencia?" (1980), Bourdieu hace referencia a que esta disciplina perturba el status quo y crea problemas al redireccionar los términos establecidos por las instituciones dominantes. Un ejemplo claro de esta situación se observa en las instituciones escolares, que a menudo no fortalecen los lazos comunitarios, dificultando así la creación de redes con personas de diversos sectores culturales y generando dinámicas de dominación en el lenguaje y el consumo de ciertos conocimientos.
Por otro lado, la cárcel ha sido históricamente considerada como una institución que representa el aparato coercitivo y represivo del Estado. La configuración de lo criminal se basa en elementos que atentan contra la buena voluntad de los acuerdos sociales. Sin embargo, a pesar de más de 200 años de existencia de la prisión moderna, los delitos no han disminuido.
En este contexto, es imperativo reflexionar sobre la oportunidad que ofrece la sociología como herramienta para fomentar la reinserción o readaptación social (categorías sujetas a debate). Esto implica que las personas privadas de su libertad encuentren en esta disciplina las herramientas teóricas, metodológicas y de incidencia necesarias para que, una vez que recuperen su libertad, puedan reinterpretar las categorías sociales a las que pertenecen.
La integración de conocimientos de las ciencias sociales en la política penitenciaria permitirá que las personas privadas de su libertad desarrollen una mirada crítica sobre sus condiciones materiales de existencia y cuestionen su comportamiento ante la sociedad.