Pablo Hermoso dijo "adiós", pero Diego San Román expresó un fuerte "hola". El matador queretano cortó tres orejas y se alzó como triunfador ayer, en la corrida de despedida del rejoneador navarro en la Plaza de Toros Alberto Balderas, de Ciudad Lerdo, que lució llena en su totalidad.
NOSTÁLGICA DESPEDIDA
Los aficionados laguneros tuvieron que esperar poco más de media hora de retraso, pero finalmente se despidieron de Pablo Hermoso de Mendoza, el mejor rejoneador de la historia, acompañándolo para cortar una oreja y brindándole sonoros aplausos, mientras la banda de la acogedora plaza lerdense interpretaba "Las Golondrinas". Se lidió un encierro de la ganadería zacatecana Boquilla del Carmen, cuatro astados de buena presencia, juego disparejo, pero dignos de una corrida de esta magnitud; destacó el cuarto de la tarde, al que Diego San Román le cortó dos orejas y para el que algunos aficionados incluso solicitaron el indulto, que, con justicia, no se concedió, aunque probablemente era merecedor del arrastre lento.
A nombre de la afición lagunera y de la empresa "Pasión por el toro", el matador lagunero en retiro, Arturo Gilio, otorgó un reconocimiento a Pablo Hermoso de Mendoza, por su ilustre trayectoria y en recuerdo de su tarde de despedida ante los aficionados de la Comarca Lagunera, donde ha enarbolado faenas memorables y ha estado presente en acontecimientos de gran relevancia, como la inauguración del Coliseo Centenario.
El vínculo de Pablo con La Laguna, es grande también gracias en parte a la contribución de Gilio como empresario, pues siempre buscó traerlo para beneplácito de los aficionados locales, además del gran gesto de solidaridad que tuvo con el matador Jorge Mata, con la atención médica que recibió en Villahermosa, Tabasco, el día en que recibió la cornada que a la postre ocasionó que perdiera su pierna; Mata estuvo presente en la entrega del reconocimiento.
"LAS GOLONDRINAS"
Tras un espectáculo de tablao flamenco, partieron plaza los alternantes y de la puerta de toriles salió "Tragalongo", herrado con el número 536, registrado con 484 kilos de peso, negro, bragado, para Pablo Hermoso de Mendoza, que de inmediato conectó con el tendido, a pesar de que el toro fue un tanto distraído al inicio. El rejoneador hizo uso de lo más selecto de su cuadra de caballos y colocó tres estupendos pares de banderillas, para finiquitar con el rejón de muerte un tanto trasero, pero con la colocación necesaria para hacer doblar al astado y tras petición de los aficionados, se le otorgó una oreja al caballista.
Diego San Román, vestido de malva y oro, recibió en suerte a "Príncipe", herrado con el 630, de 494 kilos de peso, nevado de los cuartos traseros, cornicorto, quien vio poco el capote y tras una puya exagerada y apenas un par de banderillas, dio tiempo a que el matador brindara a los aficionados presentes. El torero entendió bien al brioso ejemplar de Boquilla del Carmen, lo toreó con tandas cortas, pero pases de pecho prolongados, pues el toro iba y no parecía ver el final del camino; con estocada en la cruz, lo fulminó San Román y recibió una oreja como resultado artístico.
RECLAMA EL TRIUNFO
Para despedirse de los aficionados laguneros, Pablo Hermoso recibió a "Picueco", número 576, de 489 kilos, cárdeno, careto, lucero, a quien fue colocado un rejón trasero para dar paso a las vistosas banderillas y el pase "del teléfono", patentada por el navarro, pero ahora bajo las notas de "La Filomena" y los cadenciosos aplausos del respetable. Sin embargo, con el rejón de muerte batalló demasiado la leyenda, pinchó en par de ocasiones y tuvo que recurrir al descabello, el cual fue exitoso hasta el tercer intento, negando así cualquier trofeo, sin embargo, de los tendidos se escucharon sonoros aplausos y al son de "Las Golondrinas", solicitaron a Pablo dar una vuelta al ruedo, pero el rejoneador, con clase, salió al tercio para saludar y solicitó continuara el festejo.
Cerroplaza "Escritor", marcado con el 696, de notorios 505 kilos, negro zaino, meano, cornidelantero, que mostró bravura desde su salida de la puerta de toriles. Breve con el capote, Diego dio paso a la suerte de varas y el picador sufrió un percance, pues el astado levantó al caballo hasta tumbarle y este cayó sobre las piernas del jinete, que debió salir cargado por sus compañeros de cuadrilla. El astado fue muy bien por pitón izquierdo y el matador lo llevó a buen puerto, le arrancó pases de mucho calado y remató con vistosas manoletinas, para matar con un estoconazo, recibió una oreja y el juez José Luis Orozco le concedió una más, tras petición.
La maestría del Centauro Navarro sigue intacta, así pudieron comprobarlo los aficionados que llenaron ayer la Plaza Alberto Balderas, de Ciudad Lerdo, que vivió una tarde de fiesta y triunfo. (Fotografías de Ramón Sotomayor Covarrubias)