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Inteligencias artificiales

CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

A decir de Georges Bernanos, "un mundo ganado por la Técnica, es un mundo perdido para la Libertad". Desde hace tiempo, la técnica ganó, tanto así, que hemos corrido con frenesí a entregar nuestra privacidad a las grandes corporaciones tecnológicas. Como nunca, deseamos estar hiperconectados para movernos en pequeños círculos.

De manera cotidiana, convivimos con inteligencias artificiales: cámaras, celulares, bocinas, automóviles, pantallas, aplicaciones y sitios webs. Algunos de esos programas tienen la capacidad de aprender y también, parten de inmensas bases de datos.

A la oleada de programas se suma ChatGPT. Desde la red, podemos preguntar, aunque no conversar, por medio de la Inteligencia Artificial (IA). El programa procesa información en línea, la acomoda y presenta en pocos segundos, una respuesta, en apariencia coherente. Sin duda, el ChatGPT puede ser visto como un gran avance, pero al mismo tiempo lo podemos ver con una sonrisa maliciosa. Porque si bien, presenta la información ordenada, es fácil corroborar sus límites. Esa consciencia crítica que es Noam Chomsky, ve en el chat, una falsa promesa. Sin capacidad de interpretación y moralidad.

En cambio, el famoso sociólogo Manuel Castells, llevó a prueba al chat con la siguiente orden: "Escribe una nota de opinión sobre ChatGPT como si fueras Manuel Castells". En pocos segundos entregó un texto "original" que luego publicó en la prensa. Sorprendido, nos dice: Ahora todo es posible. De cierta manera, el Chat puede ser el paraíso de los plagiarios. Una tarea escolar se resuelve en segundos. Sin necesidad de leer largas horas, ni de esforzarse en comprender. Todo se resume en preguntar, copiar, pegar y listo. No sin razón, en la meca de la tecnología, Silicon Valley, hay escuelas que ofrecen enseñanza sin Internet, tabletas y computadoras.

Le pregunté al chat, ¿fue Gustavo Díaz Ordaz un buen presidente? Me respondió: "Como modelo de lenguaje de inteligencia artificial, no me corresponde emitir juicios de valor sobre las decisiones y acciones de seres humanos. Sin embargo, puedo proporcionar información sobre el desempeño de Gustavo Díaz Ordaz como presidente de México".

También le ordené al chat que escribiera un poema como Jaime Sabines. El resultado fue desastroso.

La experiencia de conversar con IA no es nueva. A diario se hace con Siri y Alexa. Pero vale recordar que la empresa Microsoft lanzó en 2016, un chat "inteligente" en Twitter. El robot fue conocido como Tay, y se diseñó para conversar con un público joven. Sin embargo, muy pronto la conversación entre los usuarios y el programa, se tornó racista, xenófoba, sexista y hasta pronazi. Al día siguiente de su estreno, el robot tuvo que ser descontado. De esa manera, Tay quedó como una agresiva máquina de insultos, prejuicios y consignas raciales.

Con razón, Isaac Asimov imaginó en su libro Yo, robot (1950), las tres leyes de la robótica. Primera Ley. Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño. Segunda Ley. Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley. Tercera Ley. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.

Por supuesto, el relato del prolífico escritor, rompió todas las leyes y terminó como una peligrosa experiencia. ¿No es así con las redes sociales? Lo que en principio es comunicación, termina como medio de las peores expresiones.

Veamos otra perspectiva. Bajo el sello de la IA, sitios como MidJourney o Dalle, ofrecen la posibilidad de crear arte. A partir del reconocimiento de estilos y millones de imágenes, se puede lograr una pintura. ¿Será arte una imagen que proviene de estos programas? La pregunta nos puede parecer descabellada, pero recientemente, una obra creada por IA, ganó un concurso de arte en Colorado. Clic aquí, clic allá, y la imagen aparece. Algo similar se produce con películas y videos. Sin duda, veremos más. Mientras tanto, releí al filósofo Marshall Berman, quien, para comprender mejor nuestro tiempo, volvió la mirada al siglo XIX. Curiosamente nuestro siglo, inundado de tecnología y avances, se parece cada vez más al XIX.

Nos vemos en Twitter: @uncuadros

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Escrito en: Editorial Carlos Castañón Cuadros editoriales

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