Mientras en España, por iniciativa de Manuel Chust, contando con especialistas como Will Fowler se conmemora el Bicentenario del llamado "Trienio liberal" con una serie de conferencias, publicaciones y conversatorios entre académicos nacionales e internacionales, siendo esta una etapa vergonzosa de su historia; en México, en contraparte, lo que fue el Bicentenario real de la Independencia y su Primer Trienio de vida como Nación Soberana fueron prácticamente ignorados.
A diferencia del caso español, cabe señalar que el nuestro corresponde a la etapa gloriosa por excelencia; donde el país gozó su mayor extensión territorial y fue dotado de sus instituciones políticas fundacionales-aún vigentes-como el Sistema Constitucional y la División de Poderes establecidas por Agustín de Iturbide como Primer Jefe del Ejército Imperial de las Tres Garantías, Regente del Imperio Mexicano y hasta como Emperador Constitucional.
Salvo excepciones loables como el Tomo conmemorativo El nacimiento de México: Doy Fe, publicado por el Colegio Nacional del Notariado, estas fechas pasaron casi inadvertidas por parte del Gobierno Federal al que le incomoda que la Religión, la Unión, la Monarquía moderada y el Sistema Constitucional sean esencia y origen de nuestra emancipación, debido al dogmatismo ideológico y la ignorancia histórica que caracterizan tanto al Ejecutivo como a su camarilla.
En efecto, solo desde el adoctrinamiento oficial en el siglo XX se ha ocultado y hasta prohibido celebrar a Iturbide a diferencia de otros libertadores de América como Pedro I de Braganza, San Martín, Bolívar, O'Higgins, Sucre y Washington, al grado de negarle el sitio que merece en el calendario cívico junto al título de Padre de la Patria y Libertador de México, como solía hacerse en el siglo XIX hasta la llegada de Álvaro Obregón quien-en busca de reconocimiento de Estados Unidos-hizo una serie de concesiones vergonzosas a los herederos de Poinsett tras firmar los Tratados de Bucareli, como arrancar el nombre en letras de oro de Iturbide del Recinto del Congreso de la Unión.
Cabe señalar que el caso obregonista no fue el único pues para 1971, en el 150 Aniversario del Plan de Iguala y la Independencia verdadera, Luís Echeverría llegó a prohibir que se nombre a Iturbide, imponiendo como "consumador", autor del Plan de Iguala y hasta de la bandera al cabecilla insurgente Vicente Guerrero, llevando su inquina al grado de amenazar con pérdida del registro a las escuelas públicas y privadas que enseñaran que Iturbide era Libertador o Consumador.
El furor antilibertario por parte del asesino del 2 de Octubre y el Jueves de Corpus lo hizo inundar el antiguo pueblo de Padilla, Tamaulipas-donde fue asesinado el Héroe de Iguala-para evitarle honras fúnebres, convirtiéndolo en la Presa Vicente Guerrero.
Cuando la Dra. Guadalupe Jiménez Codinach, autora de obras monumentales como México. Su tiempo de nacer y México: los proyectos de una Nación, especialista en Iturbide y la Independencia, reprochó a Echeverría años después el por qué había hecho todo eso, recibió por respuesta, sin ningún argumento: "Lo hice por política".
México vive desde entonces una de sus principales tragedias que es la pérdida o desconocimiento de su auténtica memoria histórica desde el momento en que celebra a quienes no lograron su emancipación, a los que fracasaron-Allende, Hidalgo, Morelos-y en una fecha distinta-el 15 de Septiembre en vez del 27-que se impuso en 1910 por orden de Porfirio Díaz que en su ancianidad y temiendo no llegar a celebrar el Primer Centenario verdadero de la Independencia, optó por hacer de su cumpleaños el cumpleaños de la Patria en una misma fiesta cívica; algo que los gobiernos revolucionarios que lo borraron continuarían celebrando hasta la fecha.
Solo desde la politiquería y la ignorancia dolosa es que se puede denostar la gran obra del Autor de nuestra Independencia, nunca desde la Historia académica ni desde la justicia que-por naturaleza misma-va encaminada a la verdad.