Este escritor es un hijo definitivo del verso, un apasionado que cree que la realidad puede ser leída desde otra dimensión.
Un poeta es un mundo encerrado en un hombre.
Victor Hugo
Hizo un hallazgo. Era un niño.
Primero, ubicó la biblioteca en la casa de sus padres, luego, se cruzó con un ejemplar del Romancero Gitano de Federico García Lorca, libro que le presentó al lenguaje poético. “Era muy niño. Me lo leí todo. Recuerdo que me sorprendió la cadencia de las palabras, el ritmo, el significado distinto, el cómo el lenguaje podía tener otras interpretaciones, otras formas de descubrir la realidad. Poco después, en aquella primera etapa descubrí a López Velarde, Gibrán, León Felipe y Machado”.
Para Enriqueta Ochoa, poeta inmaculada de Torreón, la poesía no era más que hallar lo insólito en lo cotidiano. Y eso, justo, fue lo que experimentó Jorge Valdés Díaz-Vélez, el niño curioso que descubrió un mundo que no buscaba, pero en donde ha decidido permanecer.
Hay una línea muy delgada para elegir con que ojos se quiere mirar al mundo. Y Jorge Valdés Díaz-Vélez optó por verle el alma a las cosas. La poesía lo inquietó y mutó hacia un hombre lírico. Antes de escribirla, dice, la lee. “Soy ante todo un lector de poesía”.
Este escritor es un hijo definitivo del verso, un apasionado que cree que la realidad puede ser leída desde otra dimensión, en donde el lenguaje poético nombra y conecta con la vida interior y exterior desde una visión estética.
Valdés, al igual que Ochoa, tiene sus raíces en Torreón, aunque la mayoría de su vida ha vivido en el extranjero. Es un poeta trotamundos por su profesión de diplomático.
Realizó estudios de Licenciatura en psicología en la Universidad Autónoma de Coahuila y de post grado en el Instituto Matías Romero de Relaciones Internacionales, en la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura y la Universidad Autónoma Metropolitana. Como miembro de Carrera del Servicio Exterior ha sido director del Instituto México en España y del Centro Cultural de México en Costa Rica, países donde además se desempeñó como Consejero Cultural de la Embajada. También ha servido en las Representaciones Diplomáticas en Argentina, Costa Rica, Cuba, Marruecos, Trinidad y Tobago y Argentina. Fue también cónsul alterno en el Consulado General en Miami, Florida.
Asimismo, ha impartido conferencias sobre cultura, literatura y poesía mexicana en varias universidades y participado en lecturas individuales y colectivas en festivales, ferias del libro e instituciones de México y de países como: Argentina, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Dinamarca, España, Estados Unidos, Marruecos, Portugal y Uruguay.
Su trabajo poético ha sido reconocido, hasta el momento, con el Premio Latinoamericano Plural en 1985, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1998, por La puerta giratoria, el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana 2007 por Los alebrijes y con el Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado 2011, por Mapa Mudo. También, este hombre lírico está traducido al árabe, francés, griego, italiano, portugués, neerlandés, rumano e inglés, y contabiliza 18 poemarios. Su último, Soledad en llamas, fue publicado recientemente en Torreón, su ítaca.
La mirada de Valdés Díaz-Vélez no tiene límites, por eso su voz poética cruza fronteras. Así como cuando niño cruzó la puerta de la biblioteca para ser alumbrado por un libro de poesía, hoy, el hombre lírico decide por el asombro y por la idea de que frente a él existe algo más que lo evidente, y confía en que su olfato poético estará alerta para que la poesía, por su parte, siempre suceda.
Ha dicho antes que la poesía desconoce horarios ¿Qué ha significado para usted dedicarse a versificar la vida?
Más que versificarla se trata de encontrar un sentido oculto de la realidad. Oculto y al mismo tiempo visible. Diría más bien interpretarlo, llevarlo al plano del lenguaje, de los significados, de los significantes, otorgarles otra dimensión más cercana que tiene que ver con el cantar y el contar, del que hablaba (Antonio) Machado, para él, eso era la poesía: la creación de esos objetos verbales que forman parte de la realidad cotidiana en la que estamos inmersos y que muchas veces pasan desapercibidos y requieren de una reflexión filosófica que conecta la vida interior y con la vida exterior.
Decía Enriqueta Ochoa que la poesía era hallar lo insólito en lo cotidiano…
La admiro mucho. Es nuestra mayor poeta, no nada más de Torreón, sino de las mejores autoras en lengua española. Sí, lo insólito de la realidad está ahí y es una manera de abrir un horizonte dentro de esa realidad, descubrir y entrar en sus espacios más diáfanos y habitables.
Considera a la poesía como un acto solidario ¿Por qué?
Es un acto solidario desde el momento en que la escribes y la publicas y la das a conocer, es decir, la solidaridad está en compartir con otros lo que escribes, porque la poesía es patrimonio de la humanidad. Es una forma de decir lo que sucede, de nombrar lo que ha sucedido, quizá, lo que podría suceder, por eso es un acto de resistencia dentro de la realidad, un intento de interpretarla o de darle un sentido diferente donde radica la autenticidad y la emoción, y sobre todo la búsqueda de esa emoción para transimitirla.
En su perspectiva ¿Qué momento vive la poesía?
Hay mucha gente que escribe poesía pero hay poca gente que la lee. Muchos leen por el placer y el disfrute de encontrar ese silencio cómplice que te propone el autor con su experiencia del tratamiento del lenguaje, de las emociones de la palabra, de la atmósfera de universos compartidos. Esa experiencia de lectura es de lo más valioso que podemos tener, ser lectores de poesía. La escritura tiene un paralelismo con esa sensibilidad y con la forma de deshilvanar la sustancia poética.
Respecto a su libro Soledad en llamas, cómo fue el trabajo de selección de los poemas que ahí aparecen, imagino no fue sencillo decidir entre su vasta obra poética…
Me invitó el Instituto Municipal de Cultura y Educación de Torreón a publicar el libro, me dieron poco tiempo. Y trabajé en la elaboración de una especie de antología muy selecta. Fue difícil decidir que dejar afuera, que dejar adentro, además con muy poco tiempo. Sin embargo fui aglutinando los textos conforme iba leyendo, porque hay poemas a los que uno quiere más que a otros. Los fui clasificando por afinidades fuera del tiempo en que fueron escritos, pero con afinidades que tienen que ver, como decimos al principio, con temáticas y métricas que han conseguido soportar el paso del tiempo, porque los buenos poemas deben resistir a la volatidad del tiempo, de alguna manera concentrarlo para que aspiren a tener cierta vigencia y actualidad que sirvan a su comunicación con el lector.
¿Se pudiera decir que el poema vive hasta que los lectores quieren?
Sí, la poesía vive y habrá de respirar mientras haya lectores.
Al pasar las páginas de este poemario leo mucha nostalgia de su Tierra. ¿Cómo observa, desde su mirada poética, a Torreón?
La nostalgia viene del término griego nóstos: volver. Uno siempre vuelve a esa ítaca, ese lugar donde están sus afectos y donde están sus muertos, donde está la gente a la que quieres, a la que quisiste, y en mi caso también el lugar donde me desarrollé intelectualmente, afectivamente y que formó parte de mi vida.
Por ejemplo en el poema Conversación con mi madre escribes: Hace calor, dice, Torreón/ todo es un horno. Duermo poco/ y me levanto con la débil/ luz del alba hacia este dolor/ con marcapasos. Mis amigas/ se han marchitado y quedan pocas.
Es un poema escrito en Marruecos, donde residí casi cinco años y hace referencia a las conversaciones telefónicas que tenía con mi madre, que ya estaba muy delicada de salud. Ella mencionaba el calor de Torreón y yo sentía, por otro lado, el calor de Marruecos. Me hablaba desde el sitio común que es el norte árido de México y yo desde el norte árido de África y ambos desiertos eran el mismo y guardaban relación con la carga sentimental y la carga intelectual de los dos en ese momento donde las distancias físicas eran condiciones de vida y, por tanto, materia de poesía.
¿Qué define a un buen poema?
No sabría definir lo que es un buen poema, pero sé, al leerlo, cuando un poema es bueno. ¿Cuáles son las características que definen a un buen poema? Depende de la experiencia, de la sensibilidad y del conocimiento del lector, de su manera de entrar en el poema. Sé lo que es un buen poema al leerlo, es un poema que te cimbra, es una llamada a la conciencia desde la sensibilidad, la emoción, la belleza, la intensidad y la inteligencia.
¿De qué se alimenta la poesía de Jorge Valdés Díaz-Velez?
De la vida, la poesía es alimento de la vida y viceversa. La experiencia personal como la vivencia de la época que nos ha tocado vivir.
¿Cree que la poesía es para todos?
Por supuesto. La poesía es patrimonio de los seres humanos. Hemos nacido con la poesía. La poesía va nombrando, va designando y mostrándonos elementos de la realidad interior y exterior a través de ese maravilloso proceso evolutivo que es el lenguaje. Es para todos y es de todos.
Walt Whitman en un poema expresa que todos, a la vida, podemos contribuir con un verso ¿Está de acuerdo?
Sí, todos contribuimos con un verso. Alguien me preguntó en España cuál era el mejor poema de América Latina, y respondí: No el mejor poema de América Latina, sino el mejor de esta lengua compartida que es el español (o el castellano) en la que estamos escribiendo los que nos dedicamos este oficio inútil; es un largo poema coral con distintos registros, con diferentes técnicas, con diversos enfoques y es un poema colectivo que se está construyendo entre todos y al que todos aportamos al menos un verso.
Borges dijo que el hombre debe pensar que todas las cosas le son dadas para un fin. En un poema escribe que el antiguo alimento de los héroes es la deslealtad, la humillación y la desdicha, material para que se pueda provocar arte, ¿Cree que la poesía es una trasmutación de las desventuras del hombre?
A la poesía nada humano le es ajeno, desde lo trágico hasta la cómico, desde la pasión hasta la introspección, desde la espiritualidad hasta el erotismo, desde lo bello a lo grotesco. Todo es poetizable. La vida misma con todas sus desventuras y aventuras, con sus trayectos y momentos de acción y reflexión, es poetizable. Todo es parte de la existencia y por tanto de la poesía, entiendo a la poesía como elemento sustancial de la existencia humana.
Actualmente a que dedica su tiempo
Sigo escribiendo, leyendo sobre todo. Y los poemas salen cuando uno menos se lo espera. Quisiera escribir con más frecuencia, pero eso no existe; puede existir para el narrador, el ensayista, que tienen, plazos, fechas de entrega, presiones editoriales. La poesía no tiene nada de eso, tiene tiempos muy elusivos, es muy difícil saber cuando va a llegar esa primera línea, esa segunda línea, esa idea del poema. Es, además, algo que no reditúa, la poesía no deja dinero. Nadie que yo conozca ha vivido de ella, quienes nos dedicamos a escribirla hacemos además otro tipo de trabajo para subsistir. El narrador o el ensayista de cualquier género tienen esquemas de trabajo muy claros, van por otros rieles, muy admirables por supuesto. La poesía tiene instantes y lo importante es lograr vislumbrar el instante y atrapar una parte de este destello. Es el oficio más inútil, pero es el más noble de los que yo conozco.
Nos puede compartir algún verso suyo o de alguien más que sea uno de sus favoritos para cerrar esta entrevista…
Es parte de un soneto de Borges que dice: Entre el alba y la noche hay un abismo/ de agonías, de luces, de cuidados;/ el rostro que se mira en los gastados/ espejos de la noche no es el mismo...