Casino Laguna.
La influenza de 1918 fue una tragedia global que afectó a países de todo el mundo, incluyendo a México y muy particularmente a la ciudad de Torreón.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades para controlar la propagación de la enfermedad, en números totales, miles de personas perdieron la vida en un corto período de tiempo. La falta de comprensión sobre el virus y la ausencia de vacunas efectivas en ese momento contribuyeron a la devastación causada por esta pandemia.
Hoy, en pleno 2023 en que la ciudad, el país o el mundo entero aún se repone de la pandemia por covid-19, la influenza de 1918 recuerda la importancia de la vigilancia epidemiológica, la investigación científica y la colaboración global en la lucha contra enfermedades infecciosas.
LA INFLUENZA DE 1918
Casi al término de la Primera Guerra Mundial, una de las pandemias más letales jamás registradas asoló los Estados Unidos y se extendió por todo el mundo, dejando una estela de devastación y muerte. Los patólogos la llamaron "influenza española", una epidemia que se propagó rápidamente a través de los vientos y las corrientes marítimas, afectando a poblaciones en todo el mundo.
A pesar de ser conocida como "española", sus orígenes exactos siguen siendo un misterio, con diversas teorías sobre su lugar de aparición.
La epidemia, que duró aproximadamente tres meses, se cobró la vida de millones de personas en todo el mundo. Según el bacteriólogo Edwin Oakes Jordán, las defunciones causadas por la influenza ascendieron a un impactante total de 21,642,283. Las regiones más afectadas incluyeron Asia, Europa, África y Norteamérica, superando en dos millones el número de víctimas de ambas guerras mundiales.
En cuanto a los números específicos, Estados Unidos sufrió la pérdida de 548,452 vidas, mientras que México y Canadá también se vieron duramente afectados con medio millón y 44,000 muertes, respectivamente. En Europa, la influenza cobró la vida de cientos de miles de personas en países como Italia, España, Francia, Alemania, Inglaterra, Escocia e Irlanda. En el continente asiático, las cifras de muertos son igualmente aterradoras, con estimaciones de hasta 8.5 millones de víctimas en la India, 450,000 en Rusia y 250,000 en Japón.
La influenza española no respetó fronteras y se propagó a un ritmo alarmante. Las versiones sobre su origen son contradictorias, con teorías que apuntan a campamentos militares en los Estados Unidos, las filas de los ejércitos aliados o incluso España, que había sufrido una epidemia de influenza en la primavera de 1918.
LA PANDEMIA EN MÉXICO
El México de principios del siglo XX no era ajeno a las epidemias, con historias de luchas contra enfermedades como el cólera, la peste bubónica, la fiebre amarilla, la viruela, el tifus y la fiebre recurrente. Sin embargo, con el estallido de la Revolución Mexicana en 1910, el país se convirtió en un caldo de cultivo para enfermedades, ya que los conflictos armados generaron desplazamientos masivos de población, hacinamiento y falta de higiene en cuarteles y áreas urbanas y rurales.
La influenza española llegó a México en octubre de 1918, mientras la pandemia ya devastaba los Estados Unidos. Sin embargo, las autoridades mexicanas inicialmente subestimaron la gravedad de la situación, creyendo que se trataba de una gripe común. Como medida preventiva, se ordenó el cierre de teatros, cines, cantinas y otros lugares de reunión, así como la prohibición de la circulación de personas en las calles durante la noche.
A medida que la epidemia se propagaba por el país, la situación se volvía más desesperada. Los médicos comenzaron a huir por temor a contraer la enfermedad, y los enfermos quedaron abandonados. La letalidad de la influenza llevó a la paralización de la actividad económica en varias regiones, con minas cerradas, trabajadores ferroviarios enfermos y escasez de carbón.
EL IMPACTO DE LA PANDEMIA DE 1918 EN TORREÓN
Torreón, un importante entronque ferroviario, no pudo escapar del alcance mortal de la influenza española. El gobierno municipal de la ciudad envió telegramas a las autoridades sanitarias de la capital del país, alertando sobre la gravedad de la epidemia y la alta tasa de mortalidad. Las medidas preventivas, como la transferencia de trabajadores ferroviarios de otras divisiones, no se llevaron a cabo debido a la negativa de los empleados por temor a contagiarse.
La epidemia se extendió a Torreón y otras ciudades cercanas, como Monclova, Cuatro Ciénegas, Sabinas y Candela. El tráfico de trenes se vio afectado y la falta de personal amenazó con la suspensión de la circulación ferroviaria en algunas áreas, lo que habría tenido graves consecuencias para la economía.
En medio del caos, las autoridades locales implementaron restricciones como el cierre de lugares de reunión y la prohibición de la entrada de personas procedentes de áreas infectadas. Sin embargo, la letalidad de la enfermedad y la falta de recursos médicos y personal dejaron a la población en una situación desesperada.
A pesar de la gravedad de la situación, el gobierno mexicano no se atrevió a tomar medidas tan extremas como la cuarentena contra lugares en Estados Unidos afectados por la epidemia, como sugirieron algunos médicos. La economía y la necesidad de mantener el flujo de mercancías a través de los ferrocarriles prevalecieron sobre la protección de la salud pública.
APARICIÓN ATERRADORA
La influenza de 1918 hizo su entrada en México una semana después de manifestarse en la frontera norte. Nadie sabe con certeza cómo llegó a las entrañas del país, pero su llegada al centro del país no tardó en desencadenar un devastador impacto. El gobierno, desafortunadamente, no tomó las medidas preventivas necesarias en una ciudad como Torreón, donde la actividad ferroviaria y el flujo de personas eran significativos.
El entonces Distrito Federal, que era el epicentro de la pandemia en México, estaba lleno de vecindades abarrotadas y personas que vivían en condiciones insalubres. En poco tiempo, la influenza había penetrado en cuarteles, penitenciarías, orfanatos y otros lugares. La enfermedad se propagaba de manera alarmante.
Las autoridades sanitarias adoptaron medidas tradicionales para enfrentar la epidemia: promoción del aseo personal, limpieza de calles, quema de ropa vieja y sucia, desinfección de casas, cines, teatros, iglesias, tranvías y ferrocarriles, ya que se sospechaba que estos eran agentes transmisores.
Incluso se recomendó regar las calles con una solución de creolina cada 24 horas. Además, se aconsejó a los enfermos que descansaran y evitaran lugares públicos y concurridos. A pesar de estas medidas, hubo problemas graves en Torreón y otras ciudades de México.
UNA CARGA DE DESESPERACIÓN
La situación en Torreón empeoró cuando, a mediados de octubre, 34 soldados recién llegados a la ciudad se convirtieron en víctimas de la enfermedad. Su temperatura oscilaba entre 41 grados y 35 grados, y experimentaban hemorragias frecuentes por boca y nariz, junto con problemas nerviosos y gastrointestinales. Aunque necesitaban atención médica urgente, el Hospital Militar estaba sobrepasado. Además, miembros de la guarnición del puerto de Veracruz también se vieron afectados, lo que llevó a la Secretaría de Guerra a enviar un tren cargado de medicinas destinadas al Hospital Militar.
Para el 22 de octubre, el coronel Carlos Tejeda, de la guarnición de Amecameca, reportó que 39 de sus elementos, incluyendo al médico, estaban enfermos. Dos días después, el jefe del Cuartel General del Sur envió un parte al Secretario de Guerra y Marina informando sobre numerosos casos de influenza en varios destacamentos de Morelos, del Estado de México y otras entidades, con un estimado de entre 1,500 y 2,000 soldados enfermos. La situación era crítica.
LA ESCALA DE LA DESGRACIA
A mediados de octubre, la influenza había sembrado destrucción y un gran número de personas estaban enfermas o habían muerto. Aunque circulaban cifras sobre enfermos y fallecidos, era imposible determinar cuál era la verdadera. La epidemia no había terminado; apenas estaba entrando en su fase más crítica y los focos de infección se multiplicaban sin control.
Según informes de la prensa, la influenza española se había extendido a más de la mitad del territorio nacional, afectando a estados como Sonora, Puebla, Hidalgo, Oaxaca, Chihuahua y Guanajuato.
En plena época de la Revolución Mexicana, cuando el país estaba sumido en conflictos internos y tensiones políticas, esta amenaza invisible y letal surgió, sacudiendo a la nación con un impacto que aún resuena en la memoria colectiva: la pandemia de influenza de 1918.
Conocida como la "influenza española", esta enfermedad asoló a México, afectando tanto a grandes ciudades como a pequeñas poblaciones, y dejando un rastro de muerte y desolación. Entre las ciudades más afectadas se contó a Torreón, un importante centro ferroviario del norte de México.
LOS CÁLCULOS DE LA MUERTE
El recuento de muertes en el transcurso de la pandemia de influenza de 1918 es aún una tarea desafiante, pues las cifras oficiales son escasas y muchas de las estadísticas provienen de fuentes periodísticas y estimaciones. A pesar de estas limitaciones, se cree que la pandemia de influenza de 1918 fue, hasta ese entonces, la más mortífera en la historia moderna, superando incluso el número de muertes causadas por las dos Guerras Mundiales.
Según un artículo periodístico fechado el 12 de diciembre de 1918, la pandemia de influenza reapareció en Texas con una intensidad inusitada, y este estado fue el origen de la cepa que asoló a México, cobrándose más de 300,000 vidas en todo el país. Estos datos, provenientes de una fuente periodística, revelan la magnitud de la tragedia en México, sin contar las víctimas registradas en la última quincena de diciembre.
TORREÓN Y SU DEVASTACIÓN
Las crónicas de la época resaltan el hecho de que la pandemia de 1918 tuvo un impacto particularmente grave en Torreón, Gómez Palacio, San Pedro de las Colonias y otras poblaciones cercanas.
Según el doctor Francisco Valdés, la epidemia en Torreón alcanzó una mortalidad espantosa, con algunos días en los que se registraron hasta 300 defunciones. Se estima que en estas áreas cercanas fallecieron alrededor de 21,000 personas durante la pandemia de influenza.
Aunque estos números son devastadores, también se enfrentan a algunas discrepancias en las estimaciones. Datos oficiales de la época sugieren que entre octubre y noviembre, el número de muertes se duplicó y luego se triplicó, lo que subraya la intensidad de la pandemia. Sin embargo, estas cifras no reflejan la magnitud completa de la tragedia, ya que no incluyen a las víctimas en otras ciudades y áreas rurales, por lo que solo queda como certeza una lección valiosa sobre la necesidad de preparación y respuesta adecuada en tiempos de crisis de salud, una lección que aún resuena en el mundo contemporáneo.