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Reportaje

La epidemia del fentanilo

Tan solo en Estados Unidos, este opioide ocasionó la muerte de más de 66 mil personas en 2021. El acceso de los cárteles mexicanos a los precursores para su producción, traídos de China, amenaza con potenciar el problema.

La epidemia del fentanilo

La epidemia del fentanilo

HÉCTOR ESPARZA

En Estados Unidos le llaman zombi a quien consume fentanilo porque una vez que esta sustancia ingresa a su torrente sanguíneo, la persona comienza a perder el sentido. Como si experimentara un sueño profundo, dobla lentamente el cuerpo hasta quedar en un ángulo de noventa grados con los ojos proyectados hacia el suelo, pero con la mirada vacía; los movimientos se ralentizan de una forma espantosa, incluso la respiración se detiene por instantes. En el centro de sus ojos aparecen círculos negros y, aunque se le grite, no responde. Se queda congelada, suspendida en posición incómoda, con la boca abierta, seca, y los dedos de las manos engarrotados emulando el rigor mortis.

Entonces el drogadicto cae en cámara lenta y por un momento parece que muere; su cuerpo se afloja, vomita o defeca porque no controla los esfínteres. Quienes conviven en la calle con este tipo de escenas saben que se debe estimular la circulación de oxígeno hacia el cerebro, por ello golpean con fuerza la planta de los pies del caído, o masajean el corazón, o dan palmadas en la espalda. Si el oxígeno fluye, una repentina sacudida impulsa como resorte a la persona. Al parecer se recupera. Se levanta, balbucea, avanza un paso, pero de inmediato el cuerpo se vuelve a engarruñar como si un cólico intenso estallara en las vísceras. Las piernas se le doblan, también la cintura, y en esa especie de posición fetal sostenida sobre sus pies, se petrifica con la boca abierta, grande; aparece una mueca de dolor profundo, de sufrimiento y abandono. Es la señal del zombi.

Estos capítulos son constantes en el barrio de Kensington, en los suburbios de Filadelfia, Estados Unidos. En las plazas públicas y en las calles, hombres y mujeres deambulan como muertos vivientes, se inyectan sentados en las banquetas o evacúan a las puertas de algún comercio. El suelo está plagado de jeringas usadas por los adictos y demás basura. En contraparte, en algunos postes cuelgan pequeñas bolsas con un dispositivo dentro que se coloca en la nariz y que contiene una sustancia química que elimina el efecto de los opioides en el cerebro, un verdadero salvavidas.

Si aquel protocolo callejero de golpear la planta de los pies, o el masaje en el pecho, o las palmadas en la espalda no logran hacer reaccionar al adicto, puede usarse el clorhidrato de naloxona para regresarlo de la sobredosis. Este fármaco aplicado como aerosol nasal fue aprobada este año por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos para su venta libre en farmacias, tiendas de conveniencia y gasolineras.

Una dosis de naloxona se cotiza en cincuenta dólares. Una o dos aplicaciones pueden salvar de la sobredosis a una persona. En cambio, el fentanilo se consigue en las calles por tres o cinco dólares la pastilla, que puede contener poco menos de dos miligramos de la droga, algo así como un par de granos de sal, cantidad suficiente para matar.

La presencia del fentanilo ilícito en Estados Unidos ocasionó en 2021 el deceso de más de 66 mil adictos, convirtiéndose en la primera causa de muerte por sobredosis en el país, estima el hospital Monte Sinaí de Nueva York, uno de los más caros y avanzados del mundo que atiende tanto a ricos como a mendigos norteamericanos. Esta cifra supera la correspondiente al consumo de metanfetaminas y cocaína, responsables de un tercio de los fallecimientos.

Las muertes por sobredosis en la Unión Americana entre 1999 y 2021, incluidas las ocasionadas por drogas ilícitas y por los medicamentos controlados, pasaron de 20 mil en el primer año de registro a 106 mil 699 en 2021. Además, “las muertes por opioides sintéticos distintos de la metadona (principalmente fentanilo) siguieron aumentando con 70 mil 601 muertes por sobredosis notificadas en 2021”, reveló el Instituto Nacional de Abuso de Drogas de Estados Unidos.

La adicción al fentanilo y drogas similares es prácticamente inmediata porque en las neuronas humanas existen receptores donde encajan a la perfección las moléculas de los opioides, sustancias que fueron fabricadas en laboratorio para atenuar dolores intensos, pero que también han sido aprovechadas por los narcotraficantes para colocarlas en el mercado ilegal, generando una crisis global.

UNA PIZCA DE HISTORIA Y QUÍMICA

El fentanilo controla los dolores más fuertes que pueda tener una persona después de una operación o por efectos del cáncer. Se trata de una sustancia que copia o sintetiza la estructura química del opio. Para tratar de dimensionar su efecto, hay que destacar que se considera cincuenta veces más fuerte que la heroína y cien veces más que la morfina.

Su precio es accesible y se puede adquirir mediante una receta médica cuando se trata de la versión legal. Sin embargo, como ha ocurrido con otros fármacos, comenzó a fabricarse ilícitamente para comercializarse en las calles, a donde también llega a bajo costo.

Fue el doctor Paul Janssen quien desarrolló el medicamento sintético en la primera mitad del siglo pasado, en Bélgica. El médico estudió ciertos componentes químicos presentes en los opioides que se utilizaban en aquel momento para el control de dolores, como la morfina y la meperidina. Buscó obtener mayor potencia con menores efectos adversos y lo logró.

De ese proceso surgió la fenoperidina, con una potencia analgésica 25 veces mayor que la morfina y 50 veces más que la meperidina. Los resultados favorables motivaron su desarrollo en laboratorio, y el siguiente logro fue la producción de la molécula del fentanilo. Los experimentos con animales mostraron una efectividad entre cien y doscientas veces mayor que los analgésicos anteriores; además su absorción en el cuerpo y sus resultados fueron superiores y más rápidos. Para producir el fentanilo, Janssen abrió un laboratorio en 1985 en China, país señalado como lugar de origen de varios males modernos.

El analgésico se aplicó a pacientes por primera vez en Europa, en 1963, y siete años después en Estados Unidos, solo que no se autorizó su comercialización de forma aislada, sino que se obligó a que se diluyera con otro fármaco a causa de la potencia mostrada. Fue así como se desarrolló Innovar, medicamento compuesto por droperidol y fentanilo en una proporción de 50 a 1, relación que permite dimensionar la fuerza de la segunda sustancia.

“Este descubrimiento marcó el inicio de una época de experimentación quirúrgica y analgésica, con resultados diversos, en su mayoría favorables, que han permitido al campo quirúrgico avanzar a pasos agigantados en los últimos tiempos”, reseña el Departamento de Medicina del Dolor y Paliativa del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, en Ciudad de México, al revisar la bibliografía referente al uso de este tipo de medicamentos fuera de la sala de operaciones.

A partir de 1998 se diseñaron diversas presentaciones para el fentanilo: tableta, placa soluble, producto sublingual y espray. Este último surgió en 2012.

“Debido a las múltiples vías de administración y aumento en el uso de fentanilo en pacientes con dolor crónico y de otros grupos, se encuentra actualmente en el top de fármacos asociados a muertes por sobredosis en el periodo de 2010 a 2014. También el número de muertes ha crecido alarmantemente en más de un cien por ciento (en el mismo lapso)”, se advierte en el informe del Departamento de Medicina del Dolor y Paliativa del instituto mencionado.

En la producción ilícita se mezcla con otras drogas o se vende como pastilla de colores atractivos. Además, la presentación líquida se distribuye como aerosol nasal y gotas para los ojos; con ella se contaminan caramelos para enganchar a la gente y así aumentar la demanda del narcótico, aunque las consecuencias resulten mortales.

En el laboratorio se han creado bastantes fármacos opiáceos derivados de la morfina. Los más utilizados en la medicina como anestesia intravenosa son el alfentanilo, fentanilo, sufentanilo y remifentanilo; todos estos derivan de la fenilpiperidina y actúan sobre receptores que se hallan en el organismo humano, sensibles a los opioides.

Dichos receptores son proteínas que se alojan detrás de la membrana de las neuronas; cuando reciben la sustancia sintética, estas células reducen su capacidad de respuesta. El impacto es contundente en el individuo puesto que los receptores opioides se encuentran en el sistema nervioso central.

Los principales efectos que ocurren en el organismo son la eliminación del dolor y la reducción de la respiración, a lo cual en términos médicos se le conoce como depresión respiratoria. En un primer momento también puede aparecer rigidez muscular, estreñimiento, retención urinaria, náuseas y en ocasiones vómito. La producción de orina varía y se manifiesta una sensación de hipotermia, un frío intenso que recorre los huesos.

La conducta cambia drásticamente, de un estado eufórico pasa a uno de sedación. El ritmo cardíaco se trastorna, la presión arterial disminuye y se libera prolactina, hormona responsable de la producción de leche materna. Además, por supuesto, se genera dependencia física.

Si esta sustancia acarrea todos estos males, ¿porqué se consume? Una de las estrategias de los narcotraficantes es, como se mencionó, mezclar el fentanilo con otras drogas, las cuales se vuelven más adictivas.

EN LAS VENAS DE NORTEAMÉRICA

La historia de la farmacéutica Purdue, en Estados Unidos, es una referencia de la más deshumanizada campaña de mercadotecnia para posicionar un medicamento opiáceo, el OxyContin. Librando las barreras legales, formando un ejército de ventas y convenciendo a los médicos de convertirse en aliados, la firma propiedad de la familia Sackler inundó el mercado con pastillas altamente adictivas, aunque en su publicidad e informes afirmaba lo contrario. Este capítulo marcó el comienzo de la epidemia de opioides sintéticos en Norteamérica.

En 2022 las muertes por sobredosis rondaron las 110 mil. Las autoridades sanitarias norteamericanas preveían nuevos récords, calculando más de dos mil decesos por semana a causa del consumo excesivo de drogas, particularmente fentanilo.

Esta es “la peor crisis en la historia de las drogas en Estados Unidos”, calificó Sam Quinones, escritor y periodista que ha reseñado en un par de obras literarias los estragos causados por los narcóticos sintéticos.

China es señalado como el país de origen de la producción y distribución de fentanilo ilegal. Como respuesta a las acusaciones, en 2019 Pekín tomó la decisión de prohibir su fabricación; sin embargo, comenzó a vender los insumos necesarios para llevarla a cabo. Los primeros compradores fueron los cárteles mexicanos, quienes aprovecharon esta oportunidad para emanciparse de los cárteles colombianos y comenzar con un negocio altamente rentable.

La introducción de fentanilo en Estados Unidos ocurrió en Chicago, en 2006, cuando se distribuyó la “inyección letal”, como se refirieron a la nueva droga de diseño. “Sucedió cuando un químico llamado Ricardo Valdez-Torres, apodado ‘El Cerebro’, convenció a los hombres de Joaquín Guzmán Loera, ‘El Chapo’, de que, antes que la efedrina, convenía fabricar fentanilo (fetty, en el argot). Solo le dio tiempo a enviar a Estados Unidos diez kilos antes de su arresto en México. Declaró a la policía que lo hizo con la advertencia de que esos polvos había que diluirlos hasta 50 veces antes de venderlos. Tal vez esas instrucciones nunca llegaron a sus destinatarios. O quizá sea muy difícil hacerle creer a un adicto que lo que tiene entre manos es demasiado fuerte”, escribió para El País de España el periodista Iker Seisdedos, quien se basó en las investigaciones de Quinones.

Este primer intento de comercialización fracasó por el desconocimiento acerca de los métodos para dosificar la droga, pero ocho años después ocurrió la segunda embestida y, desde entonces, ha crecido la oferta y demanda de fentanilo mezclado con otras sustancias.

La pandemia de covid-19 catapultó las ventas y el consumo. Los registros en Estados Unidos confirman un crecimiento del 20 por ciento de las muertes por sobredosis con cualquiera de las drogas de diseño en el año 2020, cuando ocurrieron 91 mil 799 casos.

En 2022, la Administración de Control de Drogas (DEA) informó de la incautación de casi 51 millones de píldoras elaboradas con fentanilo y de cuatro mil 500 kilos de polvo de este sintético, “equivalente a más de 379 millones de dosis potencialmente mortales, más que de sobra, por tanto, para acabar con toda la población estadounidense”, comparó Iker Seisdedos.

En cuanto a la distribución del opioide, tanto la Fiscalía General de la República de México como el Centro Internacional de Investigación y Análisis contra el Narcotráfico Marítimo, publicaron en 2022 informes oficiales sobre las rutas de trasiego. Desde China y la India se traslada fentanilo y sus precursores hacia los puertos de Manzanillo y Lázaro Cárdenas. En nuestro país se procesan los precursores y el fármaco resultante se exporta a Nueva York, Estados Unidos.

El envío de precursores químicos también se hace a través de otras rutas. Una de ellas es de China a Alaska y a Canadá. Se sabe que en este último territorio también se procesa el opioide y de ahí se traslada hacia Tijuana y Ciudad de México, según el reporte. Otra ruta más va desde Cancún, Quintana Roo, hacia Florida, en Estados Unidos.

En este contexto de abrumadora presencia de la sustancia mortal, el gobierno federal mexicano ha intentado deslindarse mediante declaraciones oficiales. El 5 de mayo de 2023, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que la droga no se producía en el país, sino que llegaba de China. “Ya tenemos pruebas”, aseveró al informar acerca del aseguramiento de un contenedor en el puerto marino de Lázaro Cárdenas que llevaba bultos de entre 34 y 35 kilos, en los cuales encontraron rastros de fentanilo y metanfetaminas escondidos entre resina de combustibles. Veinte días después tuvo que reconocer la existencia de laboratorios en territorio nacional.

Aquella declaración sorprendió, puesto que ocurrió dos meses después de que la Secretaría de Marina Armada de México confirmara la destrucción de 34 laboratorios de fentanilo en Sinaloa y Michoacán, entre febrero y marzo de este año. En ellos se incautaron 98 toneladas de precursores químicos y 27 de metanfetaminas. La propia autoridad ligó los centros de producción con los cárteles del Pacífico y Los Menores, encabezados por los hijos de Joaquín Guzmán Loera, así como Los Mayos, dirigidos por Ismael Zambada.

Para el 8 de agosto de 2023, el almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina, agregaba que entre julio y agosto se decomisaron “mil 574 kilogramos de fentanilo, sumando mil 733 kilos con 74 gramos en lo que va del presente año”. El reporte fue presentado durante una de las ruedas de prensa “mañaneras” en Palacio Nacional, frente al presidente de la república.

RIQUEZA Y MÁS EMPLEOS QUE LOS FORMALES

El crecimiento del narcotráfico en México es abrumador por los amplios márgenes de ganancias, por la incapacidad de las fuerzas federales para combatir a los grupos criminales y por la base social que poseen.

En este país el narco es el quinto empleador, por arriba de empresas lícitas y formales como Oxxo o Pemex, reveló la investigación realizada por el Centro Científico de Complejidad de Venecia, trabajo que encabezó Rafael Prieto Curiel y que se publicó en septiembre en la revista científica Science. Solo lo superan FEMSA, Walmart, Manpower y América Móvil.

Los analistas calculan que el narco emplea a más de 175 mil personas y cada semana se reclutan 350 nuevos miembros para suplir a quienes mueren o son encarcelados. Es en este punto donde pudiera frenarse el crecimiento de los cárteles, aseguró PrietoCuriel: “Ni a través de los tribunales, ni a través de las prisiones. La única manera de reducir la violencia en México es cortar el reclutamiento”, declaró el investigador para El País.

“Las autoridades mexicanas condenan a penas de prisión a unos seis mil miembros de cárteles cada año, sin embargo los cárteles mexicanos tenían 60 mil miembros más en 2022 que en 2012”, continúa el estudio.

Respecto a la riqueza que se genera existen diversas fuentes que ofrecen sus cálculos, todos ellos distintos pero multimillonarios. La organización Addiction Resource asegura que una dosis de 100 a 400 microgramos de fentanilo se vende en las calles por dos dólares o menos, “es decir, una dosis pesa lo mismo que dos granos de sal”.

Por su parte, la Administración de Control de Drogas afirma que un kilo de la sustancia tiene un costo de tres mil 300 a cinco mil dólares, de los cuales, tras rebajarlos, se obtienen entre 16 y 24 kilogramos en total, que colocados en la calle pueden resultar en ganancias cercanas a los dos millones de dólares.

“Las organizaciones criminales usan hasta un kilo de fentanilo para producir un millón de pastillas falsificadas, lo que deriva en una ganancia total de 20 millones de dólares”, señala Addiction Resource.

En la fabricación y trasiego de fentanilo se culpa directamente a los cárteles mexicanos y se omite la participación de las redes estadounidenses que hacen posible la colocación de la droga en el mercado minorista. Expertos en la materia suponen que los mexicanos producen el opioide y lo entregan en la frontera norte vendiéndolo al mayoreo; es cuando entran en acción las organizaciones norteamericanas para la distribución al menudeo.

La hipótesis de este modelo de negocio la expresó el procurador general de Estados Unidos, Merrick Garland, al declarar que los narcotraficantes llamados Los Chapitos, vinculados al cártel de Sinaloa, “trasladan el fentanilo desde México a Estados Unidos, donde es vendido al mayoreo a otras organizaciones (estadounidenses)”.

Por este motivo, el ingreso total de la exportación de la sustancia a la Unión Americana “probablemente sea de entre 700 millones y mil millones de dólares” que se quedan al norte de la frontera mexicana, supone el informe de la Comisión para Combatir el Tráfico de Opioides Sintéticos, integrada por senadores, diputados y autoridades antidrogas norteamericanas. Los datos fueron revelados en una nota de Jim Cason y David Brooks para La Jornada, el 17 de septiembre de 2023.

Otro reporte, el de Global Financial Integrity, afirma que “el mercado de las drogas ilícitas en Estados Unidos tiene un valor de 150 mil millones de dólares, mientras que a nivel global alcanza hasta los 652 mil millones de dólares”.

Y en cuanto a precios específicos de fentanilo, una publicación de Forbes México se refiere a la entrevista de Michael McDaniel, director del programa de Áreas de Tráfico de Drogas de Alta Intensidad en Houston, quien aseguró que con un kilogramo se pueden producir un millón de pastillas que contengan un miligramo del opioide cada una.

“Actualmente en Houston, Texas, se puede comprar un kilogramo de fentanilo por un precio promedio de 25 mil a 30 mil dólares. […] En Culiacán, México, se podría comprar a un precio promedio de 13 mil 500 dólares. Actualmente, el precio de una pastilla de fentanilo en Houston oscila entre seis y 65 dólares. Por lo tanto, una inversión ilícita de 30 mil dólares o menos podría resultar en un retorno de seis a 32.5 millones”.

Respecto al blanqueo de las ganancias, se afirma que intervienen organizaciones chinas y estadounidenses. Los periodistas Cason y Brooks entrevistaron al experto en lavado de dinero Peter Reuter, profesor distinguido de la Universidad de Maryland que ejemplificó el proceso: “Un narcotraficante que desea sacar un millón de dólares de Estados Unidos entrega el dinero a un lavador chino en Estados Unidos. Este lavador cobra una comisión y deposita esos dólares en una cuenta de banco norteamericana que pertenece a un ciudadano chino que vive en China. Este usa un monto equivalente en la moneda china (renminbi) para comprar bienes legales para exportar a México (México tiene aproximadamente 80 mil millones de dólares en comercio con China cada año, entonces se presentan muchas opciones para encubrir el dinero ilícito). Estos bienes son transportados a México, vendidos ahí y los ingresos se entregan a una organización de narcotráfico mexicana, la misma que otorgó el monto inicial de dólares en Estados Unidos”.

RIESGO EN CIERNES

En ciudades medianas de México, como Torreón, no se tiene certeza sobre la presencia y consumo de fentanilo. En el Centro de Integración Juvenil (CIJ), institución mexicana que se enfoca en la prevención de las adicciones y tratamiento de los adictos, se han registrado tres casos de personas que lo consumieron. La directora del CIJ en Torreón, Cecilia Martínez López, mencionó que dos de aquellos fueron jóvenes médicos a quienes la curiosidad y la disponibilidad de la droga les llevó a probarla. El tercer caso se trata de un adicto a las metanfetaminas en proceso de rehabilitación, pero que en una recaída consumió crack, consiguiendo un efecto distinto con un malestar profundo. Al realizar estudios de laboratorio encontraron residuos de fentanilo. Las tres personas continúan con su tratamiento.

A pesar de estas evidencias no se tienen datos estadísticos sobre la presencia de la sustancia ilícita en esta región del norte de México. “Nos estamos preparando para su llegada”, confirmó Martínez López, sobre todo porque comienza a mezclarse con cocaína, heroína y metanfetamina sin que el consumidor se entere.

“Por eso muchas personas pueden no saber que están ingiriendo fentanilo, lo que provoca una intoxicación accidental”, publicó por su parte el Departamento de Salud y Servicios Humanos del gobierno de Texas, Estados Unidos.

Acaso la espera para que el opioide tenga mayor presencia en las calles de México no será prolongada. El 22 de septiembre de este año, en la Central de Autobuses de Torreón, la Guardia Nacional decomisó un cargamento de tres mil pastillas que se presume lo contienen. El descubrimiento lo hizo uno de los perros entrenados por las fuerzas policíacas y se espera el análisis de laboratorio para confirmar la composición de los comprimidos.

Pero, desde 2004 hasta el segundo semestre de 2022, no se tienen registros en el CIJ a nivel nacional del consumo de fentanilo. Sin embargo, sí se confirma el incremento del uso de metanfetaminas, el cual se disparó a partir de 2014 hasta llegar al punto más elevado en 2021, cuando más del 35 por ciento de la población que acudió al centro reportó que consumía estos estupefacientes sintéticos.

A Ovidio Guzmán López, líder del cartel de Los Chapitos, no solo lo conocen como “El Ratón”, sino también como “El Rey del Fentanilo”. Actualmente está en proceso penal en el Distrito Norte de Illinois, Estados Unidos, acusado de cinco cargos, entre ellos el trasiego del opioide. A sus 33 años de edad es considerado uno de los criminales más importantes del país y su cartel uno de los más violentos. “Como resultado de esa violencia, el cartel incrementó su poder y la facción de Los Chapitos creció”, acusó la corte federal de Manhattan.

El gobierno norteamericano detalló en abril de este año que “Los Chapitos supuestamente utilizaron aviones de carga, aviones privados, submarinos y otras embarcaciones sumergibles y semi sumergibles, portacontenedores, embarcaciones de suministro, lanchas rápidas, embarcaciones pesqueras, autobuses, vagones de ferrocarril, remolques de tractores, automóviles y vehículos interestatales, comerciales privados y comerciales para transportar sus drogas y precursores químicos”.

Sin embargo, su detención no frenará la producción y comercialización de la droga, porque la base social que posee el narcotráfico en México es amplia. En Chiapas hubo una muestra más del respaldo de la gente, ya sea espontáneo o forzado, hacia los narcotraficantes, sin que el Ejército Mexicano o la Guardia Nacional (responsables de contener los delitos federales) hubiesen aparecido.

Acaso no haya que esperar demasiado para observar muy de cerca escenas como las de Kensington, donde los zombis producto de la adicción se tumban desahuciados en las grises banquetas del primer mundo.

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