Verónica Rivera/ El Siglo de Torreón
Transmite "una perspectiva diferente a la que conocemos", así se expresaron Georgina y Valeria, de su cantante favorito, León Larregui, previo al concierto que ofreció la noche del sábado en el Coliseo Centenario con su tour Prismarama. Para ellas, en su más reciente álbum titulado de la misma forma emana "cosas inexplicables", y esa particularidad les gusta.
La voz de León ha acompañado a millones de personas en distintas etapas de su vida, tal es el caso de Abraham, de 21 años, quien desde los 13 lo admira, y conceptualiza su música como "psicodélica". De esta manera los laguneros recibieron al cantante.
Los sonidos electro pop anunciaron el comienzo del show, en punto de las 8:30 de la noche sobre el escenario se posicionó la banda regiomontana Clubz.
Después de este preludio musical, pasadas las 21:00 horas, se comenzó a alistar todo en el proscenio para que León hiciera lo suyo.
Los instrumentos lucían impecables frente a varias pantallas, luces cálidas y frías hacían sinergia.
A las 21:35 apareció el astro más esperado de esta noche estrellada, los gritos ensordecedores lo recibieron.
Vestido de blanco y con sus característicos lentes oscuros interpretó Oh Sunny Days, esta primer canción, fue el parteaguas de un viaje musical "psicodélico".
Inmediatamente después llegó Aurora boreal, las imágenes en la pantalla acompañaron la canción.
Al culminar, agradeció a los presentes: "muchísimas gracias, estoy muy contento de estar aquí y presentarles mi disco.
"De estar en mi tierra, en mi desierto, es un placer estar aquí".
Siguiendo con los temas de su primer álbum como solista, Solstis, referencia al solsticio del 2012, año en el que también se estrenó, interpretó Carmín. El color rojo se adueñó del escenario tornando nostálgica la velada.
Arribó Souvenir, un desahogo emocional para los presentes.
Y como si de un energizante se tratase, llegó Como tú a revitalizar al público.
Sin duda Larregui se "robó" el corazón de todos, sus músicos dando lo mejor y el público acompañó con las palmas.
A Jacobo Grinberg, su ídolo, le dedicó Lattice.
A las 10:15, su trompetista hizo un solo, y llegó la "avalancha de baladas".
El romanticismo apareció con una declaración de amor: Birdie.
Con la canción de Mar fue inevitable no querer huir de la "jungla de asfalto" (como dicta su letra) para ir al mar a "que nos limpie de toda maldad".
A las 10:36 la nominada a los Premios Grammy Latino a la Mejor Canción Alternativa hizo "brillar" al recinto entero, que solicitaba a gritos "Brillas, brillas, brillas" . Así que León complació al público con "el tema de rock en español más romántico", considerado así por varios medios.
Y porque nunca es suficiente, León regaló un encore: un sonido electrónico inundó el Coliseo incitando al público a bailar, obedeciendo a la letra de Su Majestad la Eternidad: "no pares de bailar".
Después le siguió Amantes, para la cual presumió un paraguas que le regaló su hijo.
El público coreó Tripulantes.
El color rojo regresó al escenario con Incendio de Amor/Carmelita.
Y todo el público dio rienda suelta a sus emociones con Locos.
El cierre más alocado, así tal cual como un prisma, representó muchos colores.