En estos días hubo definiciones que atañen al porvenir de México. No se trató apenas de las cuitas internas de los partidos políticos y de los grupos de poder, codiciosos. Las decisiones de esta etapa influirán en el futuro de los mexicanos, es decir, en nuestro destino personal y familiar. Tómenlo en cuenta tanto los actores y sus acompañantes, pero también -y sobre todo-los distantes, indiferentes, abstencionistas, que constituyen un gran conjunto de potenciales votantes cuya participación comprometida resolvería el destino de la República. Como suelen decir los políticos en campaña: "nadie sobra; todos hacemos falta" en la deliberación acerca de México y en su inmediata consecuencia: la decisión personal y el sufragio razonado.
Los partidos y la sociedad civil, más aquéllos que ésta, tomaron posiciones en torno a las candidatas a la primera magistratura de la nación. Se veían venir, y llegaron. Xóchitl Gálvez, personaje de los meses recientes -y espero que de los años futuros- apareció de pronto en el paisaje de la política y emprendió una marcha a paso firme y redoblado. Y poco después la candidata del caudillo recibió credencial como sucesora y asumió la delantera en una controvertida decisión y con un discurso "rayado", que nos pone a la vista no sólo a doña Claudia, sino al artífice y dueño de la 4T, y por lo tanto del poder que se concentra en un "bastón de mando". El caudillo ha reencarnado en la señora Sheinbaum y anunciado su propia marcha, que pronto sonará con los tacones de la candidata.
Tenemos, pues, a dos personajes frente a frente: de un lado, Xóchitl Gálvez y su entusiasta y creciente acompañamiento, y del otro el caudillo, reencarnado en una mujer a cuyo cargo se halla la continuidad del camino que México emprendió hace cinco años y del que aún no ha logrado liberarse. Esta toma de posiciones y espacios nos obliga a meditar sobre el verdadero enfrentamiento al que asistimos y que debemos resolver con la fuerza de la razón -¿o no?- y del sufragio.
Hace pocos días, René Delgado entrevistó largamente a Enrique de la Madrid. Éste puso los puntos sobre las íes (como también lo ha hecho a su modo el caudillo de la 4T en la rupestre mañanera inagotable): no se trata de elegir entre personas y lanzar porras. En rigor, se trata de resolver sobre los temas de mayor calado para construir (reconstruir) a México. En este sentido existe una evidente polarización, emprendida hace cinco años por el caudillo con un discurso machacón y rotundo y con acciones y omisiones que han causado graves daños a la República.
El caudillo reencarna en Claudia Sheinbaum y promete, como lo haría un avezado ventrílocuo, más de lo mismo, cuyos resultados hemos sufrido a pasto: más de lo mismo en seguridad, en salud, en educación, en economía. Y sobre todo, en discordia interna. ¿Qué les parece? La continuidad del rumbo adoptado llevará al colmo -porque aún no hemos llegado a ese punto tan oscuro- la siembra de odio y la división de los mexicanos.
En efecto, estamos polarizados. Y deberemos proceder como nos dicten la razón y la experiencia. ¿Hacia dónde y con quién? Esas son las grandes preguntas que comprometen la contienda electoral. Cada ciudadano es responsable, a través de su argumentación política y de su voto, de alcanzar una respuesta deseable. La moneda sigue en el aire.