Los ecos del Foro Internacional y Tecno-Management 2023 del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) en Monterrey resuenan en mi cabeza mientras el conflicto palestino-israelí se encuentra en su peor escalada en la historia reciente. Fuerzas de Hamas y sus aliados que se oponen a la ocupación israelí de territorios en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este lanzaron una ofensiva sin precedentes contra objetivos civiles y militares en Israel. Las milicias palestinas eligieron una fecha especial para el ataque: el 50 aniversario de la Guerra de Yom Kipur, el conflicto que libraron Egipto y Siria contra Israel en 1973 para tratar de recuperar los territorios perdidos en la Guerra de los Seis Días de 1967. Pero el contexto es más profundo. La ofensiva palestina se da en medio de un proceso de acercamiento histórico entre países árabe-musulmanes, como Arabia Saudí, e Israel, impulsado por Estados Unidos para avanzar en la "solución de dos Estados" al largo conflicto árabe-judío. Ocurre también a manera de respuesta contra la política de expansión territorial israelí -y el consecuente desalojo de palestinos- sostenida por el gobierno sionista de Benjamin Netanyahu.
La reacción de Israel a los ataques iniciados el 7 de octubre no tardaron en llegar. El gobierno de Netanyahu amenaza con barrer todos los objetivos militares y políticos de Hamas en Gaza. El gobierno de EUA apoya a Israel junto con otros gobiernos occidentales. Detrás de las milicias palestinas se colocan los regímenes teocráticos de Irán y Afganistán, y Hezbollah, una organización político-militar que se opone a la ocupación israelí en el sur del Líbano. El conflicto, que ha entrado en fase de guerra abierta, ha cobrado la vida de cientos de personas en sus primeras horas y amenaza con escalar a todo Oriente Medio. Para el presidente estadounidense Joe Biden esta guerra es una afrenta doble: en política exterior complica sus esfuerzos por acercar a los países árabe-musulmanes con Israel; en política interior, da aire a los republicanos trumpistas que acusan al gobierno demócrata de haber financiado indirectamente los ataques de Hamas y compañía a través del descongelamiento de 6,000 millones de dólares en fondos a Irán como parte de un acuerdo de intercambio de prisioneros, hecho que ha desmentido la Casa Blanca, pero que no deja de ser problemático en plena campaña electoral primaria.
La ofensiva de las milicias palestinas deja muy mal parado al gobierno de Netanyahu, que ha enfrentado cuestionamientos internos por casos de corrupción y el endurecimiento de políticas de corte ultraderechista. La infiltración por tierra y el ataque con cohetes a ciudades israelíes significan una vulneración sin precedentes a los sistemas de inteligencia y seguridad nacional, otrora presumidos con orgullo por el gobierno sionista. Que las fuerzas de Israel hayan reconocido que no esperaban un ataque así, evidencia los límites de los aparatos de inteligencia y seguridad israelíes y de Occidente. No obstante, la guerra puede servir a Netanyahu para galvanizar el nacionalismo, apaciguar de momento a la oposición interna y recrudecer su política de ocupación territorial y desalojo de palestinos. Las consecuencias de la guerra están por verse, pero lo que es un hecho es que la escalada se inserta en el cambio de época que vive el mundo. Es difícil pensar que Hamas y sus aliados hubieran intentado una ofensiva así sin el repliegue de la hegemonía estadounidense, la invasión rusa en Ucrania y el impulso hacia un mundo multipolar por parte de China y otras potencias emergentes. La guerra palestino-israelí de 2023 debe ser leída como una pieza más del rompecabezas de la transición entre una época que termina, la de la globalización liberal liderada por EUA, y la nueva era que está en ciernes. La historia nos muestra que las transiciones suelen ser caóticas y turbulentas. La actual no es la excepción.
Los acontecimientos en Oriente Medio ocurrieron en el cierre de la misma semana en la que se llevó a cabo el Foro Internacional y Tecno-Management 2023 del IMEF bajo un título por demás acertado: "No es una época de cambios… Es un cambio de época". Tuve la fortuna de conducir este foro en el que participaron personalidades como Verónica Ortiz Ortega, analista en política internacional; Agustín Barrios-Gómez, empresario y líder de opinión; Ramón Alberto Garza, periodista; Ana Paula Fernández, especialista en sostenibilidad; Teresa Cabrera, experta en derecho corporativo; Salvador Alva, empresario y académico; Gabriela Siller, economista especialista en finanzas; Jorge Arrambide Montemayor, especialista en derecho energético, y el gobernador de Nuevo León, Samuel García. Durante las dos jornadas del foro se analizaron desde distintas perspectivas las profundas transformaciones que experimenta el mundo y los retos y oportunidades que plantean. Desde las realidades actuales de Nuevo León y México hasta las tensiones geopolíticas que inciden en nuestro contexto cercano y determinan los cambios de orden global. Desde los desafíos que genera el cambio climático hasta las oportunidades de las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial. Desde la aplicación de enfoques de inclusión en las empresas hasta la integración económica norteamericana. En todos y cada uno de los temas, el común denominador fue el cambio de paradigma, la entrada en una nueva era.
A manera de síntesis, menciono sólo algunas de las ideas y reflexiones interesantes que se ofrecieron en el foro. En geopolítica: el creciente desencanto por la democracia y la proliferación de los autoritarismos, así como las afrentas constantes al orden liberal estadounidense. En política nacional: el deterioro del Estado de derecho, el incremento de la influencia política y social del crimen organizado y la persistencia de la desigualdad. En el panorama de América del Norte: la necesidad de comprender y asumir en México la doble identidad que significa ser una nación latinoamericana a la vez que un país norteamericano que guarda con EUA una relación compleja y sumamente dinámica en lo social, político y económico. En economía: la importancia de entender la transformación digital sólo como un aspecto de una transformación empresarial más profunda, así como ver al nearshoring más allá de la oportunidad de atraer inversiones de manufactura para transitar a esquemas de generación de valor dentro de un nuevo paradigma: la "mentefactura". En los ámbitos social y medioambiental: la sostenibilidad como elemento vital de rentabilidad para los gobiernos y las empresas, y la diversidad social como una realidad a la que las empresas deben adaptarse a través de procesos de inclusión. El aporte del foro es rico y muy necesario para caminar de una mejor manera por la turbulenta transición de dos épocas. Los tiempos actuales nos demandan diálogo y comprensión.
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