Las viudas de los jueves
En un primer nivel, Las viudas de los jueves, de Claudia Piñeiro, resulta una brillante variación del enigma de cuarto cerrado, pues nos enfrenta a un asesinato múltiple ocurrido en la Argentina, específicamente en un barrio de clase alta conocido como Los Altos de la Cascada, sitio muy bien resguardado por cercas, vigilantes y cámaras de seguridad. Entrar allí sin ser identificado es prácticamente imposible. Además de los residentes, sólo los empleados tienen acceso al lugar: jardineros, cocineras, niñeras, choferes y algún mensajero.
La historia se remonta a 2001, cuando una terrible crisis económica azota a la Argentina: de la noche a la mañana cientos de familias ven pulverizado su patrimonio y amenazado su nivel de vida. En medio de aquella turbulencia, la vida se torna insegura. Piñeiro recrea ese contexto para narrar un hecho atroz: la tarde del 27 de septiembre de aquel año terrible, aparecen en una piscina los cadáveres de tres habitantes de la próspera colonia. ¿Quién es el responsable de esas muertes y por qué? ¿A quién benefician los crímenes?
Recién lanzada como teleserie, esta novela ha sido reeditada por el sello Alfaguara. A la autora apenas es necesario presentarla: traducida a 31 lenguas, es una de las plumas en activo más contundentes del mundo. Nacida Buenos Aires en 1960, Piñeiro ha publicado entre otras las novelas Elena sabe, Betibú, Una suerte pequeña, Catedrales y El tiempo de las moscas. Distinguida en 2005 con el Premio Clarín por un jurado integrado por José Saramago, Rosa Montero y Eduardo Belgrano Rawson, Las viudas de los jueves es, en palabras del Nobel de Literatura 1998, una “novela ágil, escrita con un lenguaje perfectamente adecuado al tema, un análisis implacable de un microcosmos social en acelerado proceso de decadencia”.
Decía al inicio de este comentario que, en un primer nivel de lectura, estamos frente a una inteligente variación de lo que aficionados al género negro conocemos como “enigma de cuarto cerrado”. En realidad es mucho más que eso, pues la solución al enigma es magistral: más que una adivinanza literaria, estamos frente a una autora que denuncia, con precisión de cronista, la ruta de corrupción y descomposición que desembocó en la crisis económica de inicios de siglo.
Es preciso decir que el complejo residencial de Los Altos de la Cascada tiene otro barrio satélite: Santa María de los Tigrecitos. Allí las casas crecen desparejas, pues sus habitantes han ido construyéndolas por etapas, según sus posibilidades. La vida de ambas poblaciones está estrechamente ligada, por eso la Comisión de Seguridad de los millonarios aconseja dar empleo y ayudar, al menos mínimamente, a los vecinos pobres. En la medida en que las clases bajas tengan empleo, será posible reducir los índices de delincuencia en la zona.
En el barrio residencial lleno de aspiraciones, las familias ocultan un pasado del que se avergüenzan: abuelos inmigrantes, padres de la clase trabajadora. Todo se queda afuera. Así, Piñeiro hace evidente cuánta violencia hay en el discurso de los pudientes: disfrazado de preocupación por los vecinos suele haber egoísmo, prejuicios, desconsideración con los demás y el medio ambiente. Destaca también la precisión con que está construido el personaje de Virginia, corredora de bienes raíces. Su ocupación le permite fungir como cronista de los altos: conoce antes que nadie a las familias que llegan, está al tanto de los asuntos administrativos de la colonia y conoce al detalle el interior de todas las casas. Además está al tanto de las presiones financieras de cada familia (empezando por la suya, pues Ronie, su marido, no tiene trabajo).
Cierro con una frase que, al inicio del capítulo 18, Piñeiro utiliza para describir un saque en un partido de tenis, pero que también podría aplicarse a su estilo de: “un golpe preciso, sin violencia, pero veloz y con efecto”. Una novela imperdible de una magnífica escritora.
