El próximo domingo se llevará a cabo la anunciada cumbre regional de migración convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador y a la que asistirán jefes de estado y dirigentes de más de diez países de Centroamérica y Sudamérica.
El momento y las circunstancias tan graves de la actual crisis de migración han levantado amplias expectativas para que se alcancen acuerdos sólidos y duraderos que contribuyan al principio de una solución global y de largo plazo a tan compleja situación.
La migración de México y otros países de América Latina hacia Estados Unidos data de muchas décadas atrás, sin embargo en los últimos años las crisis económicas y políticas de la región han disparado los flujos migratorios a niveles impresionantes.
Además el número de fallecidos y desaparecidos incrementa año con año por situaciones diversas, el 27 de marzo de este año murieron 40 migrantes en un incendio ocurrido en un centro de detención del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez, Chihuahua.
En el año fiscal 2022 la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) reportó detenciones y expulsiones de unos 2,380,000 indocumentados en la frontera con México, la cifra incluye migrantes que intentaron cruzar al vecino país en más de una ocasión.
En dicho periodo la dependencia federal encontró por vez primera a más migrantes venezolanos, cubanos y nicaragüenses que salvadoreños, guatemaltecos y hondureños.
También se detectó la llegada de contingentes numerosos procedentes de Brasil, Ecuador y Haití así como migrantes de países lejanos, entre ellos Ucrania, India y Turquía.
Las rutas migratorias por México ya no son exclusivas de los latinoamericanos sino que año con año se amplían a migrantes de países de otros continentes.
The Washington Post publicó en días pasados que solo en agosto de este año las autoridades fronterizas detuvieron a 177,000 personas en la línea divisoria con México, entre los que se cuentan familias enteras con menores de edad.
Esta cantidad es poco menor al récord de detenciones registradas este año el pasado mes de abril cuando el número de casos a lo largo de dicho mes ascendió a los 183,000.
No se ha dado a conocer todavía una agenda detallada sobre los temas a tratar en la próxima cumbre que lleva el nombre de "Encuentro por una Vecindad Fraterna y con Bienestar" y que se realizará en la milenaria población maya de Palenque, Chiapas, ubicada muy cerca del rancho de López Obrador.
Hay varios riesgos que conviene destacar sobre los alcances de esta reunión:
En primer lugar saltan a la vista dos grandes ausencias: los jefes de estado o representantes de Estados Unidos y Canadá. Se trata de los principales receptores de migrantes y quienes tendrían mucho que aportar en configurar un camino a la solución de la problemática regional.
El segundo peligro es la presencia de los presidentes de Cuba y Venezuela, dos dictadores consumados que podrían oponerse a todo pacto que implique alguna negociación con Estados Unidos y Canadá. O peor todavía que enfoquen sus energías a condenar a dichos países sin reconocer sus propios rezagos sociales y sus lastres políticos.
El tercer gran riesgo se llama Andrés Manuel y se apellida López Obrador. Si el mandatario mexicano asume una posición protagónica e intransigente en vez de conciliadora, la reunión podría convertirse en un gran fracaso político y diplomático.
Un cuarto inconveniente es la duración de la cumbre que será de apenas dos horas, tiempo que parece insuficiente para discutir la problemática. Incluirá una visita a la zona arqueológica maya y una comida, pero serán solo 120 minutos de discusiones.
Sin duda vale la pena el esfuerzo y los riesgos de llevar a cabo una cumbre de esta naturaleza que no recordamos que se haya realizado en muchos años. Habrá que estar muy al pendiente de su desarrollo y de los acuerdos finales.
Las pérdidas humanas, el sufrimiento social y las desgarradoras experiencias que rodean a los migrantes deben llegar algún día no muy lejano a su fin.
COMENTARIO FINAL
Urge alcanzar un pacto de paz entre Palestina e Israel después de los intensos ataques escenificados en esa región con saldo de más de cinco mil muertes de ambos bandos, en su mayoría civiles inocentes. Los líderes de ambas naciones y del mundo no pueden permitir una segunda guerra.