Pregunta con sorna, pero cómo es posible que nadie lo desmienta. Éramos cinco, cuatro mexicanos y él, alemán. Llamémoslo Peter. Interrumpe nuestro silencio y agrega, las mentiras convertidas en pasiones llevaron a Alemania al horror. Nos miramos y empezaron las respuestas. Quise dejar constancia.
No, le dijo M., un académico muy sólido, formado en Italia. Un ejemplo: el desabasto de medicinas. Se han publicado infinidad de testimonios y análisis: hay desabasto. Pero él, o guarda silencio o responde con otra mentira. Al final, impone su verdad. Pero la gente debe estar molesta, le contraargumentó Peter. Muy molesta, dijo M., pero el bombardeo de insensateces es de tal intensidad, que cierra el espacio para exhibir la mentira flagrante. Lo mismo ocurrió con las "muertes en exceso", durante la pandemia, sabemos que fueron entre 700 y 800 mil. Un horror, pero con una sonrisa en la boca pasaba a otro tema y, ahora para colmo, le busca fuero al responsable directo. Peter no sale de su asombro y pregunta, pero, ¿y la prensa crítica? Consenso entre nosotros. Críticas hay en todos los diarios y en infinidad de espacios radiofónicos. Pero con las tres horas diarias de nuevas bombas, agrega C., doctora en ciencia política en Inglaterra y crítica férrea de MORENA y su líder, invade el espacio. La ráfaga de una mañana se reproduce en la radio y en televisión hasta la noche. Y así, de nuevo, sepulta los datos y las verdades acreditables.
Pero entonces, los medios son su coro, lanza Peter. No, reaccionamos en conjunto, pero si se autolimitan. Por ejemplo, sacrifican sus ocho columnas, pero publican a críticos muy severos. O viceversa, ocho columnas devastadoras y evasión o silencio. Le explicamos a Peter como operan las concesiones y las consecuencias que ello ha traído en provocar sumisión de muchos empresarios. Radio, televisión, minería, aeropuertos, la lista es muy larga. Peter nos recuerda el fantástico libro de Alexandre Koyré, Reflexiones sobre la mentira. Se trata de un filósofo francés de origen ruso que participó militarmente en el bando zarista, en el revolucionario y, finalmente, se alistó en el ejército francés. Sale vivo. Va a lo suyo y estudia con Husserl y con Bergson. De regreso al libro, por fortuna, lo encontré. Retomo algunas de las ideas.
Lo primero es distinguir entre verdad y veracidad. La veracidad es el deseo de la verdad, dice el prólogo de Juan Bautista Ritvo. Ese deseo debe estar instalado en la sociedad. Cuando Peter recordó en la mesa la tesis de Koyré, reaccionamos. Por supuesto que hay mexicanos deseosos de buscar las verdades acreditables, de vivir con ellas. Pero hay una enorme porción de mexicanos que anda en busca del Tlatoani, del nuevo Mesías, del Redentor. Eso explica nuestro presidencialismo histórico, nada como esto. Pero la veracidad está en minoría, dijo. Para que haya un amo se necesita un esclavo, nos enseñó Kojève, francés, también de origen ruso. Recordé a la alcaldesa de Tecámac besando la mano al presidente, como si fuera el Papa. Peter sonríe y regresa a Koyré.
De regreso al libro. Goebbels pudo mentir sistemáticamente, porque partía de una verdad absoluta, que se encontraba por encima de los mortales. Por eso no había culpa. Los que practican esa mentira así son, en estricto sentido fanáticos, les importa un bledo la verdad o la veracidad. Por eso ustedes se desesperan, nos dice. Están en mundos diferentes. De ahí el desprecio a la ciencia. Me viene a la mente lo dicho por Ciro Gómez Leyva, sin mover una coma y ellos (los legisladores) acatan. Son cómplices. Sin duda el mayor problema es él, pero el entorno cultural autoritario, lo explica.
Terminábamos la comida. Con ánimo de optimismo, hablamos del otro México, el que reclama, denuncia, se manifiesta.
La decisión del 2024 no es entre candidatos, cierra, es entre dos países, admítanlo. La democracia mexicana peligra, por la debilidad de los ciudadanos demócratas. Sentenció.
Silencio.