Las notas musicales en las culturas antiguas obedecían religiosamente a patrones matemáticos exactos. Al pulsar una cuerda se generaba cierto sonido, así que solo había que ir doblando esa cuerda en proporciones exactas y las notas irían surgiendo. Desgraciadamente, el surgimiento de las demás notas hizo que la distancia entre estas ya no fuera exacta, y tuvo que llegar Bach a “desafinar” o ajustar los intervalos, dando origen a la afinación temperada, o dicho en palabras simples, a nuestro alfabeto musical actual.
¡¿Todo esto quiere decir que nuestra música es impura?! La respuesta es: Sí… hasta que llegó el mexicano Julián Carrillo.
De cuna humilde y campesina indígena, nace en 1875 en Ahualulco, San Luis Potosí. Hace su primera incursión en la música en el coro de la iglesia de su pueblo. Con muchos esfuerzos logra estudiar en San Luis capital, logrando llegar por méritos propios al Conservatorio Nacional en la Ciudad de México. En 1899, el general Porfirio Díaz, le otorga una beca para estudiar en Leipzig. Ahí llegó a convertirse en el primer violín primero de la Orquesta del Conservatorio y de la Orquesta de la Gewandhaus. En 1904 obtiene el premio Cum Laude en el Concurso Internacional de Violín del Conservatorio de Gante. A su regreso a México, Porfirio Díaz lo premia con un violín Amati como reconocimiento a su desempeño en el extranjero. México tenía a uno de los mejores violinistas del mundo y a unbrillante director de orquesta que llegó a colocar a la Orquesta Sinfónica Nacional a niveles comparables con la Sinfónica de Nueva York. Desde muy niño, Julián Carrillo, se maravilló por el efecto físico de la producción de los intervalos fundamentales en música, que como ya mencioné, es el hecho de dividir por la mitad una cuerda, generando una octava, o dividirla en tres, produciendo una quinta, etc. Julián Carrillo no paró en la posibilidad de segmentar la cuerda con sus dedos, sino que comenzó a segmentar la cuarta cuerda de su violín con una navaja hasta llegar a diferenciar claramente 16 sonidos entre la Sol y la nota La. Este sencillo acto lo motivó a buscar las bases físicas y matemáticas de la música. Originalmente, a este intervalo lo llamó Sonido 13, aunque más adelante, el concepto Sonido 13 denominaría la totalidad de su sistema microtonal. Carrillo rompía así el ciclo de 12 sonidos en que había estado encerrada la octava durante siglos. Carrillo fue por así decirlo su gran libertador.
Se le llamó Sonido 13 por corresponder al primer sonido nuevo después de los doce hasta entonces existentes. Con los dieciseisavos de tono aumentó la octava a 96 sonidos, que es el resultado de multiplicar 16 por los seis tonos enteros de la escala. Después de publicar su controvertida Teoría del Sonido 13, la materializa en una serie de obras microtonales. Para 1930, Julián Carrillo, a lado de Leopold Stokowski, organiza la Orquesta Sinfónica del Sonido 13, tocando con instrumentos microtonales. En 1950 es nominado para el Premio Nóbel de Física por sus investigaciones en torno a la Ley del Nodo. Por sus investigaciones en el mundo microtonal, la historia recordará a Julián Carrillo como el “Desintegrador del Átomo Musical”.