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“Entro al colegio por primera vez, / seré el nuevo extranjero de la clase. / No tengo amigos. / No conozco a nadie. / Un profesor me dice: / Anda, nicaragüense como Rubén Darío. / Y pienso en ti, Rubén. En tu melódico timbre, / en tus pisadas al llegar a España. / Más de un siglo nos separa, Rubén / cuarenta y siete mil silentes noches. / ¿Te habrás puesto nervioso? / ¿Habrás echado de menos tu patria? / Sabes de lo que hablo, / ese sabor amargo de la nostalgia”.
William Alexander González Guevara (Managua, 2000) escribió este poema desde el destierro. El joven escritor migró en 2011 a España para encontrarse con su madre, también nicaragüense. “Escribir es una forma de sentirme cerca de Nicaragua, porque Nicaragua al fin y al cabo es mi infancia, más que una bandera, que un himno, mi abuela es mi infancia, mi familia son los recuerdos, el trompo, el yoyo, el traca traca (juguete de dos pelotas atadas que se golpean entre sí), los dulces; saber lo que daría yo por sentarme a comer un coyolito (dulce de plátano cocinado con azúcar) o un pico (pan relleno con queso y azúcar)”, respondió el poeta en una entrevista para el portal (Des)cartable en torno al tema de la poesía desde el distanciamiento de la nación.
Desde hace un siglo, las constantes convulsiones sociales en Nicaragua han arrebatado la patria a miles de nicaragüenses exiliados en diversos países. En la reciente dictadura de Daniel Ortega, más de trescientas personas han sido despojadas hasta ahora de su nacionalidad bajo la acusación de “traición a la patria”, entre ellas los escritores y excompañeros de Ortega, Sergio Ramírez Mercado y Gioconda Belli Pereira, quien, con la nostalgia a flor de piel, escribió:
“Nicaragua / tantas veces me he propuesto olvidarte / como si fueras un amante cruel / de esos que le cierran a uno la puerta en las narices / o uno de aquellos que cuando más se aman / más olvido prodigan / pero nada de lo que hago lo consigue…”.
Belli, nacida en Managua en 1948, es considerada revolucionaria por su poesía, que aborda la sensualidad femenina. Aunque también lo es por su franca oposición a la dictadura de Somoza, al grado de formar parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
La escritora “fue correo clandestino, transportó armas, viajó por Europa y América Latina obteniendo recursos y divulgando la lucha sandinista (…) Tras el triunfo sandinista fue representante ante el Consejo Nacional de Partidos Políticos y vocero del FSLN en la campaña electoral de ese año”, se lee en su biografía difundida en el portal de internet www.escritores.org.
Así como fue una activista opositora de Somoza, al tiempo lo fue de su colega en su etapa de dictador. “Daniel Ortega ha sido el traidor de la revolución de Nicaragua”, denunció la poetisa desde su destierro en Madrid, España, después de enterarse del cierre de la Academia Nicaragüense de la Lengua. “Nunca imaginé volver a algo tan cruel e irracional como lo que está sucediendo en mi país”.
Vio cómo sus compañeras de lucha fueron encarceladas una a una por quien antes era su aliado y ahora es un déspota. Belli siente “mucha tristeza por lo que pasa en Nicaragua que, a diario, sufre con el abuso de sus hijos e hijas enjuiciados y encarcelados por pensar diferente”, declaró al periódico español La Vanguardia en 2022. Pese a ello, la patria no se olvida porque, como dijo Sergio Ramírez, se lleva en la sangre y los huesos, incluso ni muerto pueden despojar al desterrado de su origen.
UN SIGLO DE CONVULSIONES
Nicaragua es un país centroamericano de palmeras, agua y calor; colinda al este con el Mar Caribe y al oeste con el Pacífico Norte. En su interior destacan dos grandes lagos: el Xolotlán, cuya ribera humedece el norte de Managua, y el Cocibolca, el más grande de la región, donde nada el tiburón toro que migró del mar al agua dulce. Actualmente la población no rebasa los siete millones de habitantes y su economía se sustenta con el envío de remesas, que equivalen al 22 por ciento del Producto Interno Bruto.
Nicaragua es un país con economía magra, sitiado por las constantes dictaduras que lo han devastado desde las primeras décadas del siglo XX hasta estos días.
“¿Qué sos / sino un triangulito de tierra / perdida en la mitad del mundo?”, describe Belli Pereira a la distancia de su patria.
El espíritu colonialista de Estados Unidos impulsó la segunda ocupación norteamericana en 1926, momento destacable para el general César Augusto Sandino por su férrea resistencia a la invasión hasta 1933, cuando no pudo más y tuvo que abandonar su país durante la presidencia de Juan B. Sacasa. Al año siguiente, la Guardia Nacional, encabezada por Anastasio Somoza García, lo persiguió y asesinó, lo que le valió al patriarca de los Somoza para ocupar el poder de 1937 a 1947 y, posteriormente, de 1950 a 1956.
Somoza García, como dictador, sometió a los ciudadanos que consideró opositores y maniató a los movimientos obreros. A sus familiares les designó puestos clave de la administración y permitió que las riquezas nicaragüenses cayeran sucesivamente bajo el control de compañías estadounidenses.
Aquel fue el comienzo del gobierno somocista que se apoyó en la estructura militar para mantener el poder hasta 1979. Somoza García, y después sus hijos Luis y Anastasio Somoza Debayle, hicieron de la corrupción uno de los elementos característicos del régimen integrado por las familias Debayle, Portocarrero, Sevilla, Urcuyo, Sacasa y Paláis, todas emparentadas.
Aunque en 1963 y 1966 se organizaron elecciones a la presidencia nacional, los ganadores René Schick y Lorenzo Guerrero fueron partidarios de Somoza. En 1967, Anastasio Somoza Debayle asumió el poder hasta 1972, y posteriormente se formó un triunvirato integrado por liberales para mantener con esta maniobra la presidencia en las elecciones de 1974.
Desde entonces el país no tiene paz. En 1978 asesinaron a Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, periodista, escritor y político que enfrentó a la dictadura, capítulo que detonó la guerra civil hasta el establecimiento de la Junta de Reconstrucción Nacional que nombró un gobierno provisional de transición.
En 1981, Estados Unidos desarrolló su estrategia desestabilizadora financiando la guerrilla antisandinista. En 1984 se organizaron elecciones que boicoteó la oposición y, con este movimiento, ascendió al poder el líder guerrillero más destacado de entonces, Daniel Ortega, quien posteriormente fuera derrotado por la derecha: en las elecciones de 1990, la Unión Nacional Opositora obtuvo el triunfo con Violeta Barrios de Chamorro, quien encabezó la presidencia posicionando al sector conservador hasta el 5 de noviembre de 2006, cuando Daniel Ortega Saavedra regresó a la presidencia para mantenerse al frente de un gobierno cuestionado por la trasgresión a los derechos humanos de los nicaragüenses.
¿Dictador?, se pregunta Ligia Urroz Argüello, escritora nicaragüense exiliada en México desde 1979, quien conoció a Anastasio Somoza Debayle a un nivel de intimidad por el que lo considera como un familiar.
Urroz escribió Somoza, novela biográfica que intenta delinear el perfil humano de quien la historia clasifica como un dictador: “Imaginate vos, si yo fuera el dictador que dicen que soy, ya hubiera acabado con la guerrilla de una vez por todas y desde un principio hubiera expulsado a esos curas jesuitas que solamente envenenan a la juventud”, recrea Urroz, en su obra, el pensamiento de Anastasio.
“Lo escribo porque yo lo conocí, conviví con él y estuve con él; era una persona muy querida para mí y yo también era una persona muy querida para él, entonces decidí que esta historia yo la tenía que contar: la historia de la dictadura vista desde un prisma, porque por lo general la historia la escriben siempre los vencedores y nunca se ve el lado de los perdedores, y además porque considero que todos los seres humanos somos un prisma con una multiplicidad de colores, no somos o buenos o malos, sino que tenemos una variedad. Y hablando de dictadores, Somoza obviamente es una persona que todos odian, que todo mundo dice ‘es un dictador terrible’, pero esta cara, digamos íntima, nunca se había escrito y nunca se había visto en ninguno de los libros de dictadura, por eso decidí escribirla”, declaró Urroz para Librotea con relación a la novela donde recuerda las anécdotas con Somoza Debayle.
Ligia Urroz dejó su tierra a los once años de edad, obligada por el conflicto interno; su familia, allegada a la de Somoza, padeció el destierro y México fue el país que los recibió. Aquí, después de décadas de silencio impuesto por el riesgo latente, decidió contar su historia. “Cuando llegué a México me prohibieron hablar porque nuestra vida corría peligro (...) pero llega el momento en que se perpetúa otra dictadura en Nicaragua y donde yo digo ‘esto no se puede quedar así, tengo que contar mi historia y unirla porque tenemos una nueva dictadura, un nuevo dictador que está en Nicaragua y debe ser una voz de reclamo’”.
DRAMA CLAVADO EN EL CORAZÓN
“Vengo de un pequeño país que erige su cordillera de volcanes a mitad del ardiente paisaje centroamericano, al que Neruda llamó en una de las estancias del Canto General la ‘dulce cintura de América’. Una cintura explosiva. Balcanes y volcanes puse por título a un ensayo de mis años juveniles donde trataba de explicar la naturaleza cultural de esa región marcada a hierro ardiente en su historia por cataclismos, las tiranías reiteradas, las rebeliones y las pendencias; pero, en lo que hace a Nicaragua, también por la poesía. Todos somos poetas de nacimiento, salvo prueba en contrario”, así comenzó Sergio Ramírez Mercado su discurso en 2017, cuando recibió el Premio Cervantes, el más importante de las letras en lengua castellana.
Sergio Ramírez es novelista, cuentista, ensayista, periodista, abogado y político. Fue vicepresidente de Nicaragua de 1985 hasta 1990. Luchó también contra el régimen de Somoza y formó parte del gobierno de Ortega hasta 1996, cuando decidió enfocarse en la literatura. Lo paradójico en el tema de la expulsión de Ramírez Mercado es que él fue uno de los intelectuales que apoyó al Frente Sandinista de Liberación Nacional.
A los 75 años de edad se convirtió en el primer escritor de Nicaragua en obtener el Premio Cervantes y, desde España, reflexionó:
“Ser desterrado por una ley que no existe, que está prohibido en la Constitución de Nicaragua, que está prohibido por las convenciones internacionales, es un asunto medieval, es un asunto muy primitivo”. Sergio Ramírez Mercado, al igual que Belli, perdió sus derechos ciudadanos “de forma perpetua” por sentencia del Tribunal de Apelaciones de la Circunscripción Managua al considerarlo “traidor a la patria”.
En la segunda semana de febrero de 2023, el gobierno de Daniel Ortega retiró la nacionalidad a 94 opositores más, entre ellos Ramírez Mercado.
“Tú tienes que ir asimilándolo paso a paso. Primero el sentimiento de absurdo, ser víctima del sentimiento frente al absurdo. Un régimen, por muy dictatorial que sea, se basa en determinado consenso. Un régimen dictatorial utiliza la represión, obviamente, pero se basa en determinado consenso, y yo creo que el régimen de Nicaragua ha perdido todos los consensos y solo le queda el arma de la represión.
Eso me parece una muestra de gran debilidad. El drama de Nicaragua es un drama clavado en el corazón de Centroamérica. El país, la memoria, los recuerdos, los sentimientos, la infancia en mi pueblo natal, las playas, los volcanes, son mi vida, lo que está en mí y no me lo pueden quitar. Quitarle el país a alguien es una cosa totalmente absurda, es algo que no te pueden quitar. Te tienen que despellejar, y quizá ni despellejándote y que te dejen en carne viva te quitarán el país, porque el país está bajo la piel, en los huesos, está en la sangre. Entonces yo creo que si te quitan la vida, tampoco te quitan el país”, sostuvo con gran melancolía el literato nicaragüense, quien posee desde 2021 la nacionalidad española y que en julio de este 2023 obtuvo otra nacionalidad, la de Ecuador.
El presidente ecuatoriano Guillermo Lasso se la concedió por “su valioso aporte a Latinoamérica y a la República del Ecuador en el ámbito de la literatura y la cultura, y por su compromiso con los derechos humanos y la democracia”, como expresó durante la firma del decreto ocurrida en Madrid.
Lasso agregaría en su discurso la referencia hacia la dictadura actual nicaragüense “porque su historia es la de un país que ha enfrentado a las tiranías del siglo XX y a la actual”. Pero aquella distinción no le devuelve la alegría al escritor en el exilio.
DE GUERRILLERO A DICTADOR
José Daniel Ortega Saavedra (La Libertad, 1945) fue asediado por la policía nicaragüense y a los 15 años fue encarcelado por sus actividades políticas. A su madre también la privaron de la libertad por considerar que unas cartas de amor que poseía tenían cifrados mensajes políticos.
Se unió al FSLN. En 1967 fue nuevamente apresado y, siete años después, liberado. Se exilió en Cuba, donde se adiestró en tácticas guerrilleras para regresar clandestino a su país y continuar la lucha contra el régimen somocista al que logró derrocar.
En julio de 1979 se organizó un Gobierno de Reconstrucción Nacional coordinado por el guerrillero y, en 1984, cuando se organizó una elección, resultó triunfante. Aquí comenzó una serie de administraciones interrumpidas por períodos mínimos.
En las votaciones del 7 de noviembre de 2021 solo hubo un candidato a la presidencia: Ortega, los adversarios estaban en prisión. Con esto se selló el cuarto período de gobierno de forma consecutiva; en la primera ocasión asumió la dirección de su país en 1981, posteriormente ganó la elección en 1984 y concluyó en 1990; después regresó en 2007 y desde entonces no ha dejado el poder. En las recientes votaciones contendió contra partidos políticos que, de acuerdo a los observadores internacionales, resultaron “colaboracionistas”; además mantiene en prisión a 30 líderes opositores, entre ellos siete que fueron precandidatos presidenciales.
“Ortega lleva más tiempo en el poder que cualquiera de los Somoza, la dinastía que duró más de 40 años en Nicaragua y que el propio Ortega ayudó a derrocar”, recuerda la BBC Mundo al enumerar a otros autócratas como Fidel Castro en Cuba, Porfirio Díaz en México, Alfredo Stroessner en Paraguay y Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, que superan hasta ahora al nicaragüense en la permanencia en el poder.
PALABRAS INCÓMODAS
Decenas de escritores de diversas nacionalidades han sido desterrados de su país de origen debido a sus posiciones adversas al régimen. En el caso de Nicaragua, como en otros, el derecho a disentir se convirtió en una ilegalidad.
De acuerdo con la organización PEN Internacional, fundada en 1921 en Londres, Reino Unido, con el propósito de proteger el libre intercambio de ideas y la promoción del valor de la literatura, en todo el mundo hay cuando menos doscientos creadores (escritores, periodistas, editores e ilustradores) “que están siendo vigilados, perseguidos y, en el peor de los casos, encarcelados por ejercer su trabajo, por defender la verdad y dar voz a quienes no la tienen frente a los poderes fácticos y los gobiernos totalitarios de turno”, escribe Diego Prado, del portal Librújula.
Y es que escribir, “en concreto, siempre fue visto por los que ostentan el poder como un ejercicio peligroso, cuando no reaccionario. Y, aunque cada cual asumió la cota de compromiso que su situación personal le permitía, los escritores han sido un constante altavoz de injusticias e ignominias”, continúa el artículo del también literato Prado.
El riesgo de ser escritor en el siglo XXI es latente, por ello PEN Internacional se mantiene vigente y presente en 147 centros ubicados en más de cien países.
Esta agrupación internacional reseñó la represión contra periodistas independientes, escritores y defensores de los derechos humanos después de las protestas civiles de abril de 2018 contra el gobierno de Nicaragua: “Las autoridades han construido un sistema donde el acoso es perpetrado por la ley y por la policía para amenazar, derribar y silenciar las voces críticas. Esta censura y campaña de propaganda se ha intensificado en 2021, con las elecciones del 7 de noviembre”, se escribió en la resolución adoptada por la Asamblea de Delegados del PEN Internacional en el Congreso número 87 celebrado en septiembre de aquel año.
“La persecución y el desacato a la ley se recrudeció a finales de 2020 y en 2021. El número de periodistas forzados al exilio, allanamiento de oficinas de noticias y amenazas contra escritores, comunicadores y sus familias, aumentaron durante este periodo. Para empeorar las cosas, reporteros, autores y críticos del gobierno fueron víctimas de más casos de hostigamiento por parte de la policía y el sistema judicial mediante detenciones breves, interrogatorios, allanamientos de domicilios y oficinas, y arrestos domiciliarios”, continúa el informe sobre Nicaragua.
Frente a los atropellos del gobierno de Daniel Ortega, la Asamblea de Delegados de PEN Internacional levantó la voz para exigir el respeto y la protección de los derechos ciudadanos para que los creadores puedan expresar sus opiniones.
Asimismo exhortó a poner fin a las amenazas y al hostigamiento policial y judicial, a liberar incondicionalmente a miembros de la prensa detenidos por ejercer pacíficamente su derecho a la libertad de expresión, a velar por el respeto a la independencia de la prensa y a “derogar de inmediato leyes, como la Ley Especial de Delitos Cibernéticos y la Ley de Agentes Extranjeros, que sirven para criminalizar la libertad de expresión y el trabajo de los periodistas, y que restringen la libertad de los ciudadanos nicaragüenses”. Sin embargo, estos planteamientos han sido desoídos por el régimen de Ortega.
ESPAÑA COMO REFUGIO
Desde la antigüedad se promueve la figura del asilo a quienes son repudiados por una comunidad o gobierno. En el caso de Europa, es en España donde con más frecuencia se ha practicado esta alternativa para mantener la vida, desde los tiempos de Carlos V en el siglo XVI, porque allá el asilo se considera una figura inviolable, cuenta la historia.
“El primer caso de asilo diplomático que se registra en este país data de 1601. La Embajada de Francia en Madrid había concedido asilo a varios súbditos franceses; el gobierno español viola el asilo llevándose por la fuerza a los asilados. Enrique IV de Francia y Felipe III de España llevan el litigio ante el papa Clemente VIII, quien decide en una sentencia arbitral la obligación de respetar el asilo, obteniendo para sí la guarda de los asilados en cuestión”, reseña el profesor Manuel Medina Ortega, de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Madrid (El derecho de asilo diplomático en España).
Sin embargo, en la actualidad, no todos son bienvenidos a España. De acuerdo al portal de Asesores Jurídicos de Barcelona, “el número de resoluciones positivas a las solicitudes de asilo de latinoamericanos, según los datos del Ministerio del Interior, fue igual a cero en 2019”.
Hay pruebas de que el asilo en España es selectivo; así lo constata Juan Tomás Ávila Laurel de 57 años de edad, novelista, ensayista, dramaturgo y poeta guineano.
Juan vivía en una casa aislada a las afueras de Malabo, la ciudad más antigua de la isla de Bioko, en Guinea Ecuatorial, África. Sus amigos le pedían que se mudara a un barrio céntrico por el riesgo que corría al ser una voz crítica al sistema. El gobierno lo acorraló, el autor “aprovechó que tenía un visado español aún en vigor porque había viajado recientemente a España para unas charlas y voló de Malabo a Madrid. La prensa internacional habló del caso porque estuvo siete días en huelga de hambre para denunciar la connivencia entre el presidente Teodoro Obiang Nguema y las autoridades españolas”, se expone en la entrevista para Domingo Marchena de La Vanguardia de España, publicada en septiembre de 2021.
“Por desgracia, entonces y ahora los negocios son más importantes que los seres humanos”, reflexionó el escritor, quien no se explica que España tenga tan poca memoria. “Durante la Guerra Civil –explicó– países como México recibieron con los brazos abiertos a miles y miles de refugiados españoles. Y ahora, cuando podría devolver el favor, es cicatera y mezquina. [...] En el fondo, esta actitud delata un remanente colonial, el de quienes piensan barbaridades como ‘es normal que nos acogieran (a los españoles exiliados) porque nosotros somos sabios, civilizados. Pero ¿cómo vamos a acoger ahora a sirios, ucranianos, eritreos, sursudanes..? Ellos no se lo merecen, no son civilizados’”.
España ofreció naturalizar a 94 nicaragüenses en febrero de 2023, y prometió otorgar la nacionalidad española “a cualquier ciudadano de Nicaragua que en el futuro pueda quedar apátrida por las decisiones del gobierno de Daniel Ortega”, expresó el ministro de Exteriores José Manuel Albares.
La disposición contrasta con la política ejercida por España en 2022, cuando de las 16 mil 775 solicitudes de nicaragüenses presentadas entre el 1 de enero de 2017 y el 30 de octubre de 2022, se rechazó a casi la mitad y otras siete mil 398 siguen pendientes de respuesta.