Pancho Villa enternecido
Es famosa la foto de Pancho Villa llorando en la tumba de Francisco I. Madero. Ante el cadáver de un general federal muerto en la batalla de 1913 por Torreón, Villa se conmueve, se pone reflexivo y melancólico; en otras ocasiones el revolucionario que el pueblo quiso llamar Centauro del Norte dejó que la tristeza, la congoja, evidenciaran su ánimo enternecido.
Cuando con sus huestes revolucionarias tomó Ciudad Juárez el 15 de noviembre de 1913, sus tropas atraparon a un “jovencito”. Dijeron que era colorado, es decir, tropa federal, y que además era hijo de un “grande enemigo nuestro”, evoca Pancho Villa. Algunos de sus hombres propusieron al ya jefe de la División del Norte fusilar al muchacho.
Entonces aparece el corazón justo y bueno de Pancho Villa. Recuerda que él estaba “poco dispuesto a quitar la vida al dicho jovencito” y ordena que el fusilamiento se efectúe al día siguiente. Aprovecha el aplazamiento para consultar el caso con el coronel Medina, experto en leyes. Juan N. Medina investiga y vuelve con el Centauro del Norte. Le informa: “Mi general, este muchacho no es colorado ni azul. Apenas acaba de criarse hombre.” Le añade que, según la ley, el muchachito no puede ser fusilado.
“Y yo entonces vi en aquellas palabras de Juan N. Medina la razón que andaba buscando para no fusilar al dicho jovencito”. En seguida, el jefe de la División del Norte entrega al muchacho a su mamá y a su hermana “y hasta ordené que le dieran doscientos dólares y que lo llevaran con una escolta al puente internacional y allí lo pusieran libre”.
La tierna edad del muchacho prisionero y el llanto de la madre y la hermana enternecen a Pancho Villa, pero a la vez no deja de seguir su espíritu de justicia en tanto atendió la orientación legal que le proporciona el coronel Medina. Esa vocación de justicia y su propio pasado guiaban al jefe de la División del Norte en la lucha revolucionaria iniciada el 20 de noviembre de 1910, causa alimentada ideológicamente por el libro de Madero La sucesión presidencial en 1910 y otro tanto por el pensamiento magonista que poblaba la atmósfera nacional.
La voceada consigna de que la revolución era a favor de los pobres la esgrimía con frecuencia Pancho Villa. Así, la revolución era justa, se había levantado por la gente que era como él mismo fue en su infancia y su adolescencia, un pobre más. Así que la lucha armada era su lucha orientada por Madero. De allí la fervorosa admiración de Villa por quiEn él considera apóstol y mártir de los pobres. Por ello dice no comprender cómo Carranza no celebró con entusiasmo el 20 de noviembre de aquel 1913. Pero es mejor leer cómo dice el guerrillero que le dio “mucha tristeza”:
“Aquel 20 de noviembre de 1913 celebramos en Ciudad Juárez el aniversario de la Revolución iniciada por el señor Madero. Pero, a lo que luego supe, en Nogales, donde estaba el Primer Jefe, no se había recordado con entusiasmo aquella fecha por no considerar el señor Carranza, según se decía, que don Francisco I. Madero hubiera sido el grande jefe que la redención del pueblo necesitaba. Aquello me dio a mí mucha tristeza, no comprendiendo yo que existieran hombres revolucionarios sin devoción y veneración por el señor Madero, que había sido apóstol y mártir, y que nos había enseñado el camino de la luz, y que había pensado en los pobres para protegerlos contra la explotación de los ricos, y que había hecho un gobierno en beneficio del pueblo […].
Porque la fuerza de los ricos es muy grande hasta cuando ya parece vencida, y tienen ellos muchas maneras de cerrar el camino a los pobres […]”. Es indudable la gran admiración y la gran devoción de Villa por Madero y su llamado a luchar por los pobres. El jefe de la División del Norte conoció en su cuerpo y en su conciencia las penurias de la pobreza.