LAS QUE USTED ORDENE, SEÑORA PRESIDENTA
Pues, me va usted a perdonar, Don Anselmo, pero según se ve el Panorama, el próximo año tendremos Presidenta de la República.
- Así lo considera usted, porque su análisis es muy simplista y superficial, don Aurelio; se deja llevar por la información de los diarios y es fácilmente influenciable por los comentarios de los locutores de radio y televisión. Nada está decidido aún.
Se enfrascaban en un diálogo que amenazaba terminar en violenta confrontación dos señorones del barrio, a los que la gente tenía como sabedores de las cosas de la política: uno, Don Anselmo, de 45 años, propietario de la carnicería "El Hueso"; otro, de 50 años, era Don Aurelio, dueño de la tortillería "La Masa-cre" que, además por la noche vendía frijoles cocidos.
Ambos comerciantes tenían influencia sobre el populacho del Barrio "La Esperanza", porque fiaban su mercancía y la mayoría de la gente estaba endeudados con ellos, por eso lo que opinaban era muy tomado en cuenta por las familias de aquel rincón de La Laguna. Normalmente estaban de acuerdo en sus comentarios, pero en esta ocasión discrepaban en el tema candente del momento.
Y continuaban con su diálogo. . . Argumentaba Don Anselmo: "México no está preparado todavía para ser gobernado por una mujer, por muy capaz y eficiente que sea; y rudamente agrega: "el lugar de la mujer es la cocina, la lavandería y la recámara". Le responde con ironía el comerciante en carnes: "Uy, para eso me gustaba; ¡qué criterio tan machista y trasnochado el suyo. ¿Qué no se da cuenta, Don Anselmo que la mujer cada día se interesa más en la política y poco a poco va desplazando a los hombres del escenario político y en las funciones de dirección?".
Al ver que su contrincante carecía de argumentos para debatir y que lo tenía acorralado, el de la carnicería, arremetió con más fuerza, despertando la admiración del grupo de personas que poco a poco se fue juntando para escuchar a los dos líderes mercantiles: "¿qué no sabe que en los ayuntamientos tenemos síndicas, regidoras y presidentas municipales?, que en los congresos locales hay más diputadas que legisladores, que..." fue interrumpido por don Anselmo, "sí, ya sé, que en el Congreso Federal abundan las diputadas federales y las senadoras, que en un buen número de Estados tenemos gobernadoras que, además, están haciendo un buen papel; que hay juezas, magistradas, ministras de la Corte, aunque algunas plagien la tesis para obtener el título profesional, que hay secretarias de Estado, diplomáticas... en fin..."
"Sólo nos falta llegar a la presidencia de la República"- intervino intempestivamente, Doña Virginia, mujer bronca y aguerrida, lideresa de la Colonia, a quien apodaban "La Colorada" por sus ideas políticas. Era la encargada de la vivienda y de los servicios públicos. Ella decidía quien podía tener vivienda en esa Colonia, a quien le podían instalar la tubería para el agua potable; a cuáles familias se les proporcionaba electricidad, etc.; era, pues, "de armas tomar", y por lo mismo muy temida en ese sector popular- "Y será en el 24 cuando las mujeres lleguemos a Los Pinos y a Palacio Nacional"- continuó hablando la lideresa. Agregando. "Ya sabemos quien es la buena" ¿Quién? Preguntó la muchedumbre en coro. "No será Claudia, ni Beatriz, mucho menos la Gálvez, habrá sorpresa. Háganle caso a Don Aurelio: el próximo año será una mujer la que mande. Y entonces, cuando ella a su ayudante, le pregunte: "¿Qué horas son Jaime? Este le contestará: "Las que usted ordene, señora Presidenta". Y dicho esto el grupo se disolvió, en medio de risas y gritos a la mexicana.