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VERDAD AMARGA

Chile a 50 años del Golpe Militar

ENRIQUE SADA SANDOVAL

Como es costumbre, el Presidente Gabriel Boric optó por convertirse nuevamente en líder sectario o de facción en vez de representante de todos los chilenos, traicionando su palabra, encabezando un Festival en el umbral del 11 de Septiembre junto al Palacio de la Moneda donde contrario a su cantaleta de “no haber dinero” pagó para traer a la cantante Mon Laferte al igual que  a otros especímenes adeptos a su misma superchería política en lo que convoca a un nuevo Referéndum para Constitución en octubre, luego del repudio popular que recibió su anterior intento.Contrario a lo que vende en su discurso, este tipo de actos populistas—en los que además de vandalismo se permitió la profanación de la tumba del Senador antiterrorista Jaime Guzmán—nada abonan a la Memoria histórica ni a la reconciliación nacional.

Y es que nadie en su momento, ni siquiera Pinochet y su grupo, deseaban siquiera el Golpe contra Allende. Sin embargo, todo cambió una vez que el Congreso, la Contraloría de la República y el Poder Judicial pidieron su renuncia y la intervención directa de las Fuerzas Armadas para que se respetara la autonomía de Poderes luego de tres años de violación a la Constitución por parte de la Dictadura comunista de un Presidente que, traicionando su palabra y todos sus acuerdos para poder ser ascender al cargo con tan pocos votos, prefería ignorar al pueblo en sus necesidades y recibir órdenes directas de Fidel Castro.

La situación empeoró cuando pasando por encima del Congreso, la Constitución y las instituciones optó por usar al GAP (Grupo de Amigos del Presidente) y al MIR—células terroristas de la Unión Popular conformadas por cubanos y bolivianos—para que a punta de metralla y montados en automóviles FIAT amenazaran a congresistas y ciudadanos por igual.

El descontento no se hizo esperar a través de cacerolazos y protestas públicas en las que se arrojaba maíz (“por gallinas) a los militares en lo que el hambre, la escasez, la violencia, los secuestros, asesinatos y el robo de casas contra ciudadanos y campesinos por parte del MIR, seguido del hostigamiento en contra de los mineros explotados, la Prensa, los trabajadores y los camioneros por parte de la tiranía allendista fue la gota que derramaría el vaso.

Pese haber militarizado su Gobierno con corruptos como el General Carlos Prats (Ministro del Interior y Ministro de Defensa); el Almirante Raúl Montero (de Jefe de la Armada a Ministro de Hacienda); el Comandante de la Fuerza Aérea, el General César Ruíz Danyau (Ministro de Obras Públicas); el Contralmirante Ismael Huerta (Ministro de Obras Públicas y Transporte) y el General Director de Carabineros José María Sepúlveda (Ministro de Tierras y Colonización), el Régimen continuó hundiéndose entre el desprestigio propio y el repudio popular entre 1971 y 1972.En este contexto Prats viaja a la URSS para pedir 100 millones de dólares de armamento regalado a través del General Nikolai Leonov como Vicedirector de la KGB para continuar la represión en el país. Solo la muerte impactante del Comandante Arturo Araya, Edecán de Allende, retrasó el itinerario por miedo a que las armas cayeran entre militares desafectos al Gobierno pese a la entrega que se hizo de cobre, puertos y empresas navales a los rusos.El Golpe era inevitable pese a la renuencia del Ejército, cuando la Constitución seguía siendo tan violentada como la ciudadanía. 

Prats estimaba el triunfo del Gobierno con un saldo de 500 mil a 1 millón de muertos—pese a la presencia del cubano Carlos Rafael Rodríguez y Manuel Piñeiro Losada “Barbarroja”, Jefe Máximo de Inteligencia Cubana—en lo que Pinochet ordenaba en cambio el ataque directo a La Moneda para reducir al mínimo el número de víctimas.

Nadie ganaría nada personalmente al final del día. Solo—tras el suicidio de Allende y como muestra de corrupción de un Régimen que se vendía “amigo del Pueblo y los Trabajadores”—se descubrió que una de sus amantes oficiales que era su secretaria y testaferro, la famosa Miria Contreras “La Payita”, tenía una cuenta con 6 millones de dólares en Canadá; “Nada mal como ahorro para una secretaria” ironizaba en Ottawa el Sunday Express.

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Escrito en: editoriales Editorial Enrique Sada Sandoval

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