Antes que nada, una condena enérgica, sin medias tintas al grupo terrorista Hamas. Lo que hicieron no abona a la causa palestina. Lo que hicieron es una barbarie, una acto del terrorismo más salvaje, si caben categorías. Secuestraron bebés, mataron niños, asesinaron mujeres, secuestraron civiles. Una atrocidad sin precedentes. Hay que decirlo con todas sus letras. No hay espacio a la medianía normalizadora. Eso es primero. Luego el análisis.
Gana Irán, porque estaba quedando aislado. Su gran enemigo, Israel, al que ha jurado desaparecer del mapa, había logrado acuerdos diplomáticos, económicos y hasta de seguridad con la mayoría de los grandes poderes del mundo musulmán: Arabia Saudita, Marruecos, Emiratos Árabes, Bahrein. Hoy, esos países árabes tienen que ponerse del lado de la causa palestina (tan popular y cercana al corazón islámico) y tomar distancia de Israel.
Gana China, porque con este golpe aniquila esos acuerdos entre Israel y los países musulmanes, que habían sido impulsados, negociados y presumidos como logro por Estados Unidos (por Biden lo de Arabia Saudita, por Trump los demás).
Gana Putin, porque se desvía la atención de las atrocidades de la invasión rusa en Ucrania. Porque si gana Irán, gana Rusia, a quien le suministra armas y drones. Porque es el eje contra Estados Unidos.
Gana Hamas porque arrodilló, humilló a los servicios de inteligencia más cotizados del mundo. Y puso el tema de Palestina de nuevo en la agenda. Había desaparecido en medio de tanto conflicto, y por los acercamientos de Israel con los ricos del mundo árabe.
Gana Líbano, histórico enemigo y vecino de Israel, porque está en el mismo equipo que Hamas, Irán, Rusia, etc.
Pierden los legendarios servicios de inteligencia de Israel: tienen una derrota histórica. Catastrófica. El país que inventó Pegasus, el software capaz de espiar hasta el último texto de tu celular, no se dio cuenta que estaban preparando cientos de soldados con miles de cohetes una incursión aérea, terrestre y marítima a su territorio para asesinar a diestra y siniestra.
Israel tiene hoy la simpatía y la solidaridad de la mayoría del mundo. Me temo que no sabrá aquilatarla. Me temo que la respuesta, la venganza contra la franja palestina de Gaza será despiadada. Y esa simpatía se convertirá en reclamo. La opinión pública puede virar de inmediato y convertir a las víctimas de hoy en los victimarios de mañana. Ojalá no, pero me temo que los que hoy denuncian las atrocidades contra civiles van a ser denunciados mañana.
Lo mismo Netanyahu, el primer ministro israelí. Desplomada su popularidad, arrinconado por sus desplantes antidemocráticos y autoritarios, orillado a aliarse con los judíos más radicales para conseguir y mantener el cargo, tras haber desatado la división social y polarización política más aguda en la historia de Israel, hoy tiene a todo el país unido. ¿Será capaz de aprovecharlo, o también se esfumará pronto?
Pierde Biden, que estaba a unos días de presumir que logró el acuerdo económico, político y simbólicamente más relevante de todos los recientes en Medio Oriente: el de Israel con Arabia Saudita. Pierde porque además está en campaña y Trump le puede reclamar el desastre que dejó en la geopolítica regional, cuando se supone era de sus grandes virtudes: a la desastrosa salida de Afganistán se suma la Operación Inundar Al-Aqsa.
Eso de entrada. Porque falta la otra mitad de la guerra. Y faltan sus consecuencias.