"Se exige (ahora) que el investigador se pregunte por qué dice lo que dice el pasado, y deje de creer que el pasado se expresa sin su intervención", expresó Alfonso Mendiola en un artículo en el que plantea la importancia de quien observa la historia, porque esa misma mirada será cuestionada sobre lo que observó y por ello puede ser validada o no en un contexto en el que será observado por millones de ojos.
Así nos llega Napoleón de Ridley Scott, proyecto mítico que viene precedido tanto de realizaciones monumentales como la gigantesca del director francés Abel Gance (1927), la cual filmó con tres cámaras para que en algunas escenas se viera un amplitud colosal llamado Polyvision, decenas de películas que traen la vida de los personajes o momentos particulares como batallas o amoríos que tuvo el emperador francés y hasta proyectos que se quedaron en el tintero como el que quería realizar Stanley Kubrick.Es por ello por lo que se generó una gran expectativa con respecto al producto que iba a mostrar Scott, además de contar con Joaquin Phoenix en el protagónico y quien todos sabemos lo que pudo sacarle el director con el papel de Cómodo en la multipremiada Gladiador.
Producida por Apple TV+ y Columbia Pictures, esta película tiene una gran producción que sin duda será un elemento para resaltar en las próximas entregas de premios, ya que la elaboración de vestuarios, escenarios y elementos técnicos no desmerecen al ser una película histórica.
Es por ello que la película tiene un contexto actual basado en lo que se esperaba, y más por la figura histórica que toca, de la cual se han escrito ríos de tinta, en diferentes idiomas, que ha formado parte en la cultura popular tanto en el campo de la estrategia, como en el campo de la locura, de la mentalidad fuerte o bien del desequilibrio, capaz de meter en el colectivo un producto que podría mantener la "estatua" que se ha generado del emperador o escupir al rostro al ser humano que se lleno los bolsillo de gloria, dinero, admiración y rencor.
Scott trata de ver los diferentes flancos a los que tuvo que combatir Napoleón en su vida, desde el militar donde nos presentan a un general que puede ser un genio, pero que a la vez tuvo sus derrotas, que sus decisiones son racionales y muy cercanas al sentir del momento; su vida amorosa con Josefina (interpretada por Vanessa Kirby, en un buen nivel) que por momentos se vuelve el motor del ascenso y caída del emperador, su visión como persona que se ve conflictuado con su poco tacto desde la forma en cómo comía, cómo tenía sexo, cómo se dirigía a los políticos y al poder religioso, cercano a un animal indomable, pero dócil a la voz de ama-esposa.
Por ello que la figura dibujada por Scott se confronta con lo que historiadores y expertos en la materia de Napoleón consideran apegados a la narración histórica, la cual siente que se dejó de lado para dar paso a un fenómeno muy propio de los creativos de Estados Unidos, sesgar a la historia a la propia visión. Es decir que, si Napoleón fuera un mariachi mexicano, Scott le puso las borlas de sombrero español que siempre colocan en las películas y en los programas de televisión para representarlo.
Es por ello que ha causado una reacción de críticas negativas, que van desde la falta de respeto a lo que está señalado en las diferentes bibliotecas dedicadas al estudio de una figura emblemática no solo para el pueblo francés sino para el espíritu del siglo XIX, el cual marca el destino de lo que se vivirá en el siglo XX. Pero viéndolo desde la distancia del siglo XXI, la visión que podamos generar puede ser tan ajena, que deja a Napoleón más cercano para ser entendido por nuevas generaciones en donde se vive conflictos en todas partes, que las fuerzas se tienen que dosificar para representarse tanto como general, como esposo, como conciliador, o hasta hijo.
Por ello, y siguiendo lo que menciona Mendiola, el análisis de la historia en la actualidad no solo obedece a que ya no tomamos el conocimiento histórico como un canon, sino como un implemento que puede ser cuestionado e interpretado por quien se acerca al conocimiento de un instante que ha trascendido por sus repercusiones en la actualidad.
Y ahí posiblemente que la mirada de Scott se pudiera cuestionar como corta, pero también nos permite cuestionarnos en que forma vemos nosotros al fenómeno de la historia, si bien como una construcción de lo que somos, también como una suerte de hechos positivos y negativos, por lo que somos tan claroscuros como cualquier supuesto "héroe".
Tuve la oportunidad de vivir la experiencia de ver la película de Abel Gance en una edición del Festival Internacional de Guadalajara, con orquesta en vivo y en el Auditorio Telmex que se prestaba para generar la Polyvision. En el clímax de la proyección, la orquesta interpretó las notas de la Marsellesa, llevándonos a los espectadores al éxtasis, a la emoción y hasta entender como el cine puede construir el orgullo y el amor a lo propio.
Posiblemente Scott nos quiso dejar con un Napoleón más "crudo", con un sentimiento más parecido a lo que vivimos en el aquí y ahora, construyendo una narrativa que no busca adeptos o críticos, sino solo miradas.