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Reinventar Acapulco es el reto

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Como ya es habitual en este México de hoy la espantosa tragedia de Acapulco ocasionada por el huracán Otis se convirtió durante días en un conflicto político que generó fuertes roces entre gobierno y gobernados.

El grave entorno humano, social y económico que padecen los 800 mil habitantes acapulqueños y miles más del estado de Guerrero por los efectos de lluvias torrenciales y vientos nunca antes vistos en la región, se olvidaron por momentos para intensificar el pleito entre el presidente López Obrador y sus críticos.

Las autoridades locales y federales se tardaron en intervenir lo que provocó rapiña, malestar y un profundo sentimiento de soledad por parte de los acapulqueños cuyas viviendas, comercios, hoteles y restaurantes fueron severamente dañados por el inesperado meteoro.

Los señalamientos de los medios y las redes sociales no se hicieron esperar lo que de inmediato provocó el airado reclamo de AMLO dizque porque los comunicadores promovieron el amarillismo, la desinformación y el deseo de denigrar a su gobierno.

Vale reconocer que algunos colegas periodistas tomaron la vía fácil de culpar a las autoridades de la tragedia cuando en realidad se trató de un huracán de la más alta categoría imposible de frenar.

Pero ciertamente no se alertó con suficiente tiempo y fuerza a la población lo que hubiera reducido el número de víctimas que hoy se calcula en 46 muertos y 58 desaparecidos.

La llegada del huracán a altas horas de la noche fue providencial, de haber golpeado durante el día habría encontrado a la población desprotegida caminando por las calles, en sus autos, en el transporte urbano y en los centros de trabajo.

El gobierno federal tardó una semana en reaccionar y en anunciar un plan de apoyo a damnificados para Acapulco y Coyuca de Benítez calculado en 61 mil millones de pesos.

Se adelantarán dos meses los pagos de programas de bienestar, se diferirá el pago de impuestos, se darán créditos preferenciales, se regalarán canastas básicas a 250 mil familias damnificadas, se suspenderá el cobro de energía eléctrica durante cuatro meses y varias acciones más positivas, aunque los especialistas consideran insuficientes para el tamaño de la crisis.

Quizás será necesario otorgar ayuda económica directa a las familias y cubrir parte de los salarios de los miles de empleados que se quedarán sin trabajo durante los próximos meses.

Por lo demás la oportunidad de la tragedia es invaluable para el paradisiaco Acapulco, cuya costera cuenta con una de la vistas panorámicas más espectaculares y famosas del mundo.

Lamentablemente Acapulco había caído en una profunda crisis, el crimen organizado controlaba todo: tráfico de drogas, prostitución, cobro de piso, transporte, apuestas, centros nocturnos, etcétera.

Su glamour, la visita de celebridades y de un turismo de alto nivel se esfumó, Cancún, Los Cabos y Puerto Vallarta superaron de tiempo atrás en calidad e infraestructura al histórico balneario.

Ahora es la oportunidad de reinventarlo, habrá que empezar con barrerlo por dentro comenzando por las mafias que asuelan a Acapulco y a todo Guerrero, después reconstruir a fondo la ciudad y muy en especial la zona turística.

Todo es posible si autoridades y sector privado trabajan con audacia y armonía. Los hoteleros y restauranteros lucharán por reabrir pronto sus negocios, lo mismo los comercios y los centros nocturnos. Podríamos ver un renovado Acapulco a la vuelta de un par de años.

Lo más importante es salir del estado de emergencia, en ello pueden colaborar inmensamente los medios de comunicación si se convierten en un puente para atraer apoyos de todos lados, programas tipo Teletón serían extraordinarios en estos momentos.

Se requiere un equipo sólido para la reconstrucción y un líder que encabece el gran esfuerzo de rescatar a Acapulco. Puede ser del gobierno, pero sería más efectivo un dirigente del sector privado con larga experiencia como Carlos Slim, María Asunción Aramburuzabala o Fernando Landeros, por citar algunos.

Desde luego no podremos confiar en el gobierno de López Obrador que ha mostrado una tras otra su ineptitud: pandemia, inseguridad, aeropuerto Santa Lucía y sus obras faraónicas.

Tendría que ser la sociedad civil la que saque adelante este enorme reto de reinventar y relanzar Acapulco, es una tarea ineludible para los guerrerenses y para la industria turística mexicana.

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