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Resucitando miedos

ALEJANDRO TOVAR

Hay quienes son donantes de ilusiones. Hay quienes, sembradores de esperanzas y uno ve que la gente culta, esa que prefiere libros que riquezas se rinde ante los literatos que parecen tener antídotos para la infelicidad. Pero nadie como los creadores musicales. No los que manejan ritmos de moda según la época, sino los que dibujan hechos y lugares, esas notas diferentes, donde parece que el tiempo ha quedado suspendido.Como Franz Von Suppe (1819-1895) que estrenó su opereta de tres actos en Viena en 1876. Era la "Caballería ligera". Jinetes y corceles de belleza y corte impecable. Adonis a velocidad en contraposición de la artillería pesada. Se utilizaban para misiones de exploración pero después, como arma inicial de la carga de infantería y cañones. Un espectáculo singular en escena. Usted la habrá escuchado alguna vez. Román Palomar y su mariachi le dieron un toque mexicano.

El domingo Jaime y su pandilla emularon o se montaron en los históricos caballos de aquellos ejércitos del impero Astrohúngaro, que apelaban a su velocidad y valor para entrar contra los cañoneros que amenazaban destruir su mundo. Porque si Panamá hubiera vencido y muy poco le faltó, este universo nuestro, estaría ya de cabeza exigiendo gente para la guillotina, sin que hubiese distinciones. Pero Giménez hizo bien al escoger el camino de la caballería mítica. 

Santiago entró en la tercera parte de la opereta, apenas armado con su corta experiencia europea, con la intuición de ataque, con toda la adrenalina encima y con la ambición de forjar su propia historia y cuando en el medio campo recibió el rechace verde, se supo en el mano a mano, así que tomó la decisión de Tarzán frente a los leones; se giró y anunció que iba al frente con toda la zancada de su juventud ante un rival que venía de forjarse como gladiador digno y le ganó el paso por un metro. Parecía que se pasaba cuando se abrió a la izquierda. Le pegó medio "mordido" cuando el arquero salía pero al tomar el camino de red, esa pelota situó a los nuestros en la otra orilla, esa que deseaban los apóstoles ante la tormenta.

En la suma de las conclusiones y los análisis, siempre será más cómodo poder corregir y cambiar lo necesario cuando se ha ganado y esos estudios tienen que ser apegados a una realidad absoluta, no a la especulación, para establecer y señalar un futuro acorde. Tiene que llevar el espíritu de la música de Franz Von Suppe, que nunca estuvo en un campo de batalla pero que recogió de los protagonistas cuanto pudo, como reportero de la guerra, como el burilador de astros, como el hacedor de sueños, como el mago que detalla con música lo que  nadie puede decir con palabras. Con la voz de los sables y lanzas. Con el canto de la muerte.

Es como decía el gran Milan Kundera que recién se ha ido: "Cuando más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será".                            

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